Todo comenzó con un pequeño taller de la calle Piedad 1849 (actual Bartolomé Mitre) que Juan L. Piccardo y Juan Oneto alquilaron para darle forma a su emprendimiento. Con 340 pesos de curso legal como capital inicial tuvieron que mandar a picar el tabaco afuera porque no tenían siquiera maquinaria para ello. La primera picadora llegó meses más tarde, y a los tres años habían crecido tanto que se mudaron a Bartolomé Mitre 1857 y sumaron a la sociedad a los señores Emilio J. Costa y Pedro Piccardo, este último medio hermano de Juan León. De ahí pasaron rápidamente al local de Defensa 1278, y hacia 1916 compraron parte del terreno que da sobre calle San Juan, donde luego construirían la gran fábrica de frente ladrillero que se convirtió, a fines de los años 80, en la sede definitiva del Museo de Arte Moderno.
El crecimiento fue explosivo. Si en 1900 disponían de una única máquina para elaborar cigarrillos, en 1915 tenían 52 (que elaboraban 12 millones de atados mensuales). La cantidad de empleados se incrementaba al mismo ritmo: las 12 mujeres y 9 hombres de 1900, se convirtieron en 550 y 549, respectivamente, para 1915.
Es por eso que no resulta raro que, ya a principios del siglo pasado, los clientes se preguntaran cuál era el origen de tan extraño nombre: 43.
El origen de un nombre
Parece que allá por el año 1879, la Bolsa de Comercio se encontraba en el local de la Caja de Conversión. Por entonces, las acciones del Banco Nacional cotizaban a 40, 41 o 42 puntos como mucho. Fue cuando un caballero –llamado Emilio Hanquet– ofreció 43 por ellas. Decía Caras y Caretas del 27/9/1902: “Mucho se rieron de tan arrogante demanda y se comentó durante meses en la Bolsa. El 43 fue clásico. Y como sucede con casi todas las expresiones que consiguen hacerse célebres, la cifra quedó para significar, no ya a los que compraban títulos y acciones a mayor precio del que tenían en plaza, sino que se decía de quien intentaba algo descabellado: – Es un 43, y la propia denominación se daba a quienes se lanzaban a empresa que se juzgaban fantásticas y superiores a sus fuerzas”.
La Nación da otra versión del mismo hecho. “Al retirarse los bolsistas aquel día y mientras montaban en sus tílburis que dejaban apostados en la esquina de las calles San Martín y Cangallo, se daban mutuamente bromas llamándose 43. La simple cifra quedó en el vocabulario callejero en tal forma que desde entonces, cuando se hablaba de un individuo fácil de engañar o de alguien con poca inteligencia para los negocios se lo designaba con dicho número siendo muy corriente oír diálogos así: _ ¿Qué le parece Fulano? _ Bueno, che, es un 43. Excelente para “fumarlo”.
Llegan los 43/70
Ya en los años 30, las marquillas de 43 indicaban que eran fabricadas en Uspallata 1720 del Barrio de Barracas, y el edificio de San Juan 350 quedó probablemente como depósito (de hecho las fotografías de cuando pasó a ser Museo muestran un letrero donde debajo de “Manufactura de Tabacos” se lee “Depósito”, pero conservó –y conserva– los monogramas donde aparece la marca 43. Cuenta Alejandro Buttera en su libro Pioneros del Tabaco que “el Dr. Juan Martín Oneto Gaona (nacido en Montevideo en 1913 y fallecido en la ciudad de Buenos Aires en 2006) abogado e hijo del fundador Juan Oneto, solventó el acondicionamiento y el mantenimiento del M.A.M.B.A. e hizo colocar en el frente del edificio una pequeña placa de mármol para homenajear a su padre con la inscripción “Restauración de la fachada donación de Juan Martín Oneto Gaona – En memoria de Juan Oneto, creador del 43″.
“El 43″ fue tan exitoso que son varias las generaciones de argentinos que recuerdan el juego en el que los participantes debían esconderse antes de que un jugador terminara la cuenta de “1,2,3, Cigarrillo 43″.
En la década del ‘60 la marca fue rebautizada como 43/70, con una fórmula que rebajaba la participación del tabaco negro del 100% al 70%, inaugurando así la categoría de “negros dorados” (30% de tabaco rubio y 70% de negro).
“El placer de la emoción” y “La personalidad de un líder” fueron dos de los eslóganes de la época. Muchos recuerdan un corto audiovisual de una carrera de autos antiguos, protagonizada por un modelo de gruesos bigotes, Pata Villanueva y Adriana Brodsky.
En 2020, la compañía BAT decidió dejar de fabricarlos con esa marca y pasó a comercializarlos como Rothman 43/70.