El ala “negociadora” de la Cancillería ganó en el G-20, pero la batalla con los conservadores recién comienza

“Los negociadores consultaban con Federico (Pinedo). El le transmitía las novedades a (Gerardo) Werthein, que a su vez lo charlaba con el Presidente. Y funcionó”. La voz apenas audible y satisfecha de uno de los protagonistas de esta trama describe el mecanismo con el que el presidente Javier Milei pudo marcar notorias diferencias con sus pares del G-20 en la cumbre de Río de Janeiro, pero a la vez sin sacar los pies del plato y firmar los dos documentos que se pusieron sobre la mesa de los mandatarios.

Se trata de un triunfo, por ahora temporario, del ala “negociadora” de la política exterior, que tienen al flamante canciller y el sherpa del G-20 como representantes protagónicos, en contraposición con el ala conservadora, que con el guiño de Milei y su hermana Karina Milei conforman el joven secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo; el vicecanciller Eduardo Bustamante; y la asesora en temas de familia, Ursula Basset, quienes durante el período de Diana Mondino al frente de la Cancillería tomaron muchas de las principales decisiones.

“Mejoró la comunicación entre el Presidente y el canciller, ahí había interlocución directa. Quedó claro que no éramos anti-todo, sí que teníamos nuestras líneas rojas y el roce era, más que nada, con Brasil”, contó a LA NACION un funcionario que se enteró, palmo a palmo, de la negociación subterránea que permitió a la Argentina firmar el documento final del G20 y el compromiso contra el hambre y la pobreza que impulsaba el anfitrión y presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. “Werthein no es Mondino. Si no hubiera tenido diálogo con el Presidente, no hubiese aceptado el cargo”, sostuvieron diplomáticos que conocen al empresario y ahora jefe de la diplomacia.

¿No hubo contradicción entre los dichos de Milei y su firma? “No. El Presidente maneja la política exterior en base a valores y el interés nacional. No se puede hacer política exterior con una sola de esas patas, tienen que estar las dos”, explicó Pinedo a LA NACION, todavía molesto por lo que considera una “campaña anti-argentina de los medios brasileños”, que según su criterio, “decían que nos íbamos del Mercosur y que íbamos a quedar aislados del mundo en el G20″. Para Pinedo “lo que logramos es que no nos obliguen a decir lo contrario de lo que pensamos”, en especial en relación a la agenda 2030 de la ONU, que el Gobierno viene rechazando, en particular relacionado con la igualdad de género y la participación humana en el cambio climático, que la Casa Rosada relativiza.

El giro pragmático del Presidente en el G-20 resiste, también, otras interpretaciones. “Influyeron Werthein y Pinedo, pero por sobre todo (Emmanuel) Macron. Era el único interlocutor que lo podía persuadir de no romper todo. Milei ya viajó sabiendo que firmaba el documento”, interpretó un experimentado ex funcionario, con largos años de negociaciones internacionales encima.

Establecido desde su regreso de Río de Janeiro en el señorial palacio San Martín, ya no en el nuevo edificio de la Cancillería ubicado cruzando la calle Arenales, y con escasas dos semanas en el cargo, Werthein planea sus próximos pasos. En acuerdo con Milei, suspendió en las últimas horas su visita al Papa Francisco para conmemorar las cuatro décadas del Tratado de Paz y Amistad firmado con Chile el 29 de noviembre de 1984. “Con el Papa Francisco el vínculo es excelente”, puntualizaron en Cancillería, sin mencionar al presidente socialdemócrata chileno, Gabriel Boric.

La reorganización interna, luego del pedido de renuncias masiva en el inicio de su gestión, sigue pendiente, ya que el jefe de gabinete designado, Ricardo Lachterman, llegó por estas horas al país desde New York, pero aún faltan casilleros importantes, como la secretaría de Relaciones Económicas Internacionales, y las dos subsecretarías (Américas y Política Exterior), a las órdenes del vicecanciller Bustamante, “heredado” de la gestión de Mondino.

También quedaron confirmados de la gestión anterior los secretarios Paola Di Chiaro (Malvinas), y Sotelo, quien desde la empoderada secretaría de Culto protagonizara un curioso episodio por la designación-luego desmentida parcialmente-de la diplomática de carrera y militante libertaria Julia Lorenzo, como directora de Derechos Humanos, a las órdenes del Martín Francisco Montes, en la subsecretaría de Asuntos Internacionales.

Conocido el caso, Sotelo-ferviente católico, uno de los protagonistas del lanzamiento de Las Fuerzas del Cielo, el sábado 16 pasado en San Miguel, y promotor entusiasta de la batalla cultural contra el socialismo-emitió un tuit en el que afirmaba que Lorenzo “no ha sido designada como Directora de Derechos Humanos”, pedía a los periodistas “chequear la información” y apuntaba que tal designación “requiere una resolución ministerial, la cual no ha sido emitida”. La resolución oficial, que debería firmar Werthein, no apareció hasta el momento, y según afirman fuentes de Gobierno tampoco aparecerá. De todos modos, según fuentes confiables de la diplomacia contaron a este diario, Lorenzo sigue en funciones y “muy activa”, en el octavo piso de la Cancillería, un piso más debajo del despacho de Sotelo.

Puesto a poner “en revisión” lo actuado, Werthein ya le dijo a sus colaboradores que hubo “equivocaciones” en algunas votaciones en Naciones Unidas, y que podría haber rectificaciones pronto. Sobresalen en ese paquete el voto en contra del embargo a Cuba, que le costara el puesto a Mondino, y las que en soledad se manifestaron los representantes argentinos en contra de los derechos de indígenas y de mujeres y niños, estas dos últimas con el apoyo del ala dura. “Son muchas votaciones seguidas, y no somos Superman, nos podemos equivocar. Si hay un error de buena fe, se puede corregir”, afirman leales al nuevo canciller.

Los estilos contrapuestos de los “negociadores” como Werthein y los “conservadores” como Sotelo, ambos alineados con la Casa Rosada, auguran nuevos roces en la Cancillería. En el debate sobre el texto final del G20 y la firma presidencial “ganaron” los moderados y “el sentido común”, al decir de un diplomático con altas responsabilidades en el pasado. La disputa, de todos modos, parece recién haber comenzado.