Aunque cueste creerlo, las primeras películas que Ridley Scott rodó no fueron consideradas como los clásicos que sí son ahora. Hablamos de cintas como Alien o Blade Runner, dos títulos imprescindibles en la lista de cualquier cinéfilo que no fueron tildados de estelares en su época. Sin embargo, el cineasta británico apostó por confiar en su intuición… y el resto es historia. Su ejemplo es una prueba más que fehaciente de que no todos los comentarios que uno recibe a lo largo de su carrera tienen por qué adscribirse a la verdad.
Sus primeros cuatro proyectos como director fueron el corto Boy and Bycicle (1965), y las películas Los duelistas (1977), Alien: el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982). Sin embargo, Scott no recibió la bendición de un ejecutivo de Hollywood que, por aquel entonces, le preguntó: ‘¿Por qué no haces una película sobre gente normal?’. Así lo ha contado el director en una entrevista en el pódcast The Director’s Cut.
“Son cuatro primeras películas bastante buenas. Así que sabía que iba por buen camino. Pero alguien de uno de los estudios me dijo: ‘¿Por qué no haces una película sobre gente normal? Y yo dije: ‘¿Qué coño significa eso?’. Porque nadie es normal a menos que seas totalmente aburrido, ¿no?”, ha contado Scott.
“Son todas buenas películas, así que hay algo profundamente equivocado con el público o el marketing”, ha razonado Scott en The Director’s Cut. “Pero ya sabes, no estoy amargado. Estoy muy contento donde estoy. Es la mejor actitud que se puede tener. Creo que es la mejor actitud que uno puede tener: amar todas tus películas, confiar y seguir adelante”, ha añadido.
“No creo que los romanos supieran lo que es un tiburón”
Ridley Scott acaba de estrenar en todo el mundo Gladiator II, la secuela de la exitosa película histórica que protagonizó Russell Crowe hace más de dos décadas. Ubicada 20 años después de la historia de Máximo (Crowe), Scott pone el foco en Lucius, hijo de Lucilla (Connie Nielsen, que también regresa a la nueva cinta), e interpretado por Paul Mescal. Éste ha estado viviendo alejado de su familia en Numidia. Su vida cambia drásticamente cuando soldados romanos, liderados por el general Marcus Acacius (Pedro Pascal), invaden su hogar, matan a su esposa y lo llevan a la esclavitud en Roma, donde se entrena para convertirse en gladiador, inspirado por la leyenda de Máximus.
Como ya ocurriera con la primera, algunos han puntualizado que la cinta presenta ciertos ‘errores históricos’. Una de esas personas es el Dr. Shadi Bartsch, profesor en la Universidad de Chicago, licenciado en Princeton, Harvard y UC Berkeley, y autor de varios libros sobre la antigua Roma. The Hollywood Reporter contactó con Bartsch para que este puese la película a examen, y tal y como ya sucedió con Napoleón, no ha superado la prueba.
“Es una mierda de Hollywood. No creo que los romanos supieran lo que era un tiburón”, señalaba el historiador. Por otro lado, la escena de los rinocerontes entrando en la arena del Coliseo puede ser más o menos cierta -”Marcial escribió un poema en el año 80 d.C. sobre un rinoceronte lanzando a un toro al cielo”, señala Bartsch-, pero no así la raza de los animales representados, que en el filme de Scott son de dos cuernos y no de uno. Además, tal y como señala Bartsch, “no hay pruebas de que los gladiadores los montaran, como hacen en la película de Scott”.
“Estás totalmente equivocado. El Coliseo se inundó con agua, y hubo batallas navales… Amigo, si puedes construir un Coliseo, puedes inundarlo con maldita agua. ¿Estás bromeando? Y sacar del mar un par de tiburones en una red, ¿bromeas? Claro que pueden”, le respondió el director. “(Los tiburones) eran bastante pequeños. Eran sólo alrededor de seis o siete pies. Cuando se puede hacer lo que podían hacer. No hacemos hormigón tan bien como los romanos. No pueden averiguar con lo que lo mezclaban. Los romanos descubrieron cómo hacer el hierro aún más duro. Eran tecnológicamente superiores”, sentenciaba Scott.