¿Qué hubiera sido de las vidas de Boca y el Real Madrid si hubiesen vuelto a verse las caras ocho meses después de aquella histórica definición en Japón? ¿Cuántos millones hubiera embolsado el club de la Ribera si hubiese vuelto a vencer a los Galácticos de Vicente del Bosque? ¿Cuánto hubiese costado el pase de Juan Román Riquelme si se hubiera marchado al Barcelona con dos títulos mundiales contra el Madrid? ¿Qué lugar ocuparía Carlos Bianchi entre los grandes entrenadores del siglo XXI?
Hace poco más de dos décadas, el Xeneize y el Merengue estuvieron muy cerca de reeditar aquella inolvidable gesta del 28 de noviembre del 2000 en la segunda edición del Mundial de Clubes de la FIFA. En medio de la Copa del Mundo Sub 20 organizada en nuestro país, Boca, campeón de la Copa Libertadores, y Real Madrid, ganador de la UEFA Champions League, animarían un nuevo torneo internacional y ante los ojos de todo el planeta.
Ya sin Martín Palermo, transferido al Villarreal de España tras su recordado doblete frente al Madrid, el Boca de Bianchi se preparaba para afrontar uno de los desafíos más importantes de los últimos tiempos: un Mundial de Clubes de 12 equipos junto a los conjuntos más poderosos de las confederaciones continentales. ¿La fecha? Entre el 28 de julio y el 12 de agosto. ¿Las sedes? El Santiago Bernabéu, el Riazor, San Lázaro (Compostela) y el Vicente Calderón. ¿Los premios? Casi 50 millones de dólares.
Estaba todo preparado para que Boca comenzara camino a desandar el camino en busca de su décimo título internacional. Sin embargo, a falta de 70 días para el puntapié inicial del torneo, la FIFA decidió dar marcha atrás con la organización del trofeo y aplazó ¡dos años! el arranque de la competencia.
El sorteo de este jueves en el Hard Rock Stadium de Miami dictaminó que Boca enfrentará a Bayern Munich de Alemania, Benfica de Portugal y Auckland City de Nueva Zelanda en el Grupo C del Mundial de Clubes de 2025. De esta manera, el Xeneize chocará nuevamente con el equipo teutón, con el que cayó 1-0 en la Copa Intercontinental 2001. Lo que pocos recuerdan es que ese mismo año Boca tuvo la posibilidad de sumar su tercera estrella mundial frente al Real Madrid de Iker Casillas, Fernando Hierro, Roberto Carlos, Guti, Raúl y Fernando Morientes. Y que aquella postergación de la FIFA desató una guerra interna entre el plantel y la dirigencia de Boca que alcanzó su punto más álgido tras la semifinal de la Copa Libertadores de ese año.
Para el inicio del nuevo milenio, la FIFA comenzó a barajar la posibilidad de reemplazar la tradicional Copa Intercontinental que se venía disputando desde 1960 por un certamen más plural (y con mayores ganancias) del que formaran parte los campeones de cada una de las cinco confederaciones: América, Europa, África, Asia y Oceanía. Pero antes de desterrar para siempre el histórico trofeo idea del exfutbolista, árbitro y dirigente francés Henri Delaunay, el máximo organismo del fútbol internacional resolvió realizar una prueba piloto en Brasil, país que lideraba desde 1994 el ranking de selecciones de la FIFA.
Entre el 5 y el 14 de enero del 2000, ocho equipos se disputaron el primer Mundial de Clubes de la historia: los campeones Manchester United (UEFA), Vasco da Gama (Conmebol), Necaxa (Concacaf), Al-Nassr de Arabia Saudita (AFC), Raja Casablanca de Marruecos (CAF) y South Melbourne de Australia (OFC), más Corinthians (ganador del Brasileirao) y Real Madrid (de la Intercontinental 1998), invitados por la organización. Aunque el United y el Madrid afrontaron el torneo con titulares, el campeón fue Vasco da Gama, que venció por penales a Corinthians.
Conforme con los resultados obtenidos, la FIFA intentó realizar su segundo Mundial de Clubes con el deseo de repetir la final de la Intercontinental del 2000 entre Boca y Real Madrid. La participación en el torneo, además, representaría para el Xeneize un importante ingreso de dinero que ayudaría a equilibrar las finanzas y a saldar parte de la deuda contraída con el plantel, superior a los 6.000.000 de dólares.
El formato, además, resultaba bastante atrayente: Boca sería cabeza serie del Grupo A, que completaban el Deportivo La Coruña de Lionel Scaloni, el Wollongong de Australia y el Zamalek de Egipto. El B lo integraban Palmeiras, Olimpia de Honduras, Galatasaray y Al-Hilal de Arabia Saudita. Y el C, Real Madrid, Jubilo Iwata de Japón, Hearst of Oak de Ghana y Los Ángeles Galaxy de Estados Unidos. Los primeros de cada grupo y el mejor segundo del certamen clasificaban directo a semis.
Pero el castillo de naipes de a poco comenzó a desmoronarse. En Europa empezó a correr fuerte el rumor de que el Real Madrid no tenía interés en disputar el campeonato ya que la intención de Vicente del Bosque era realizar una pretemporada exigente de cara al inicio de la nueva temporada, versión que nadie del Merengue desmintió. Según la FIFA, los verdaderos motivos de la suspensión tuvieron que ver con una serie de contratiempos económicos y también a problemas de calendario.
El período en el que se disputaría la competición era “desaconsejable” para los equipos debido a que otros campeonatos nacionales e internacionales ya se encontrarían en marcha (por ejemplo, la fase eliminatoria para la Champions). En segundo lugar, la crisis económica que afectaba a los países de algunos clubes participantes (Argentina, entre otros) había agravado los problemas de comercialización. Y como si todo eso fuera poco, la empresa ISL/ISMM, principal patrocinador del marketing de la FIFA, se había visto en serias dificultades para vender la competición a sponsors y emisoras de TV.
“Es una pena porque Boca se perdió de ganar una cifra importante de dinero que nos iba a servir para equilibrar los números y pagarles la deuda a los jugadores”, afirmó el entonces vicepresidente de Boca, Roberto Digón. El atraso se mantuvo y los jugadores, con Mauricio Serna a la cabeza, celebraron la clasificación a la final de la Copa Libertadores 2001 con remeras (“Paguen y cállense”, Salvestrini -el tesorero- al psicólogo) y cantitos en contra de la dirigencia: “Boca va a salir campeón, se lo dedicamos a todos los h… de p… de la comisión…”.
Molesto por la cancelación del Mundial, e intentando poner paños fríos en la relación jugadores-dirigentes, Bianchi propuso reflotar la vieja Copa Interamericana entre el campeón de la Copa Libertadores (Boca) y el de la Copa de Campeones de la Concacaf (los Galaxy). Se pensó, en principio, disputarla entre julio y agosto de 2001, primero en Buenos Aires y luego en Los Ángeles, pero no hubo acuerdo entre los clubes. La opción B fue jugarla en diciembre, de camino a Japón, aunque tampoco se arregló. Boca se quedó sin Interamericana y sin Mundial de Clubes, trofeo que disputaría recién en 2007 y que buscará levantar ahora, con Riquelme de presidente, el megatorneo de los 100 millones de euros.