La imposición de un arancel global del 10% a todas las importaciones hacia Estados Unidos, con un incremento adicional para los productos provenientes de China que llegan al 145%, complejizó el comercio internacional. Este anuncio marca un punto de inflexión no sólo para la economía norteamericana, sino también para el equilibrio comercial y geopolítico global.
En sus propias palabras, Trump justifica estas medidas como parte de una política de “reindustrialización” estadounidense. El gobierno argumenta que el resto del mundo “se ha aprovechado de Estados Unidos” y propone un regreso al proteccionismo como forma de defensa nacional.
Sin embargo, la lógica detrás de este arancel universal genera dudas entre los analistas, que creen que podría tener efectos adversos para la economía mundial y para el propio Estados Unidos.
China, el enemigo estratégico detrás de los aranceles
China es el blanco real de esta ofensiva. Más allá de la retórica de aranceles generalizados, las cifras y los discursos dejan entrever un objetivo más profundo y específico. “China es claramente el mayor rival comercial, a quien más apunta esta política. Pero no es beneficioso para la economía estadounidense, que necesita productos chinos”, advierte Ignacio Hutin, magíster en Relaciones Internacionales.
“Esto va a terminar perjudicando a EE. UU. no solo por el aumento de precios, sino porque los chinos van a vender más productos a otros y le van a terminar comiendo mercados”, añade.
La mirada coincide con la de Gustavo Girado, excónsul de la embajada de la República Popular China y actual director de la carrera de Posgrado de Especialización en Estudios en China Contemporánea de la UNLa, quien observa un componente estructural en la escalada.

“Trump ya en su primer gobierno había llevado adelante una cruzada contra China, acusándola de ser la raíz de todos los males. Se trata de evitar el escalamiento tecnológico chino, de evitar su progreso. China es el enemigo por vencer”, remarca Girado
China avanzó en sectores estratégicos -desde la inteligencia artificial hasta las energías renovables- donde EE.UU. ya no ostenta la supremacía del pasado. Trump apuesta a frenar ese ascenso por la vía del castigo comercial.
¿Cuál es la fórmula de Trump para imponer aranceles a los países?
Para calcular los aranceles, la Oficina Comercial de Estados Unidos utilizó una fórmula basada en el déficit comercial bilateral. Según esta metodología, se divide el déficit comercial con un país por el valor de las importaciones desde ese país, y luego se toma la mitad de ese porcentaje como tasa arancelaria.
Carlos Melconian, economista y ex presidente del Banco Nación, explicó que “Mientras EE.UU. siga siendo la cuna del respeto a la propiedad privada y al cumplimiento de sus obligaciones, está condenado a ser deficitario en bienes.”
En otras palabras, el déficit comercial no es una anomalía que deba corregirse por la fuerza de los aranceles, sino una consecuencia de que el dólar sigue siendo la moneda de reserva global.
La respuesta de China a los aranceles de Trump
La reacción de China, lejos de la pasividad, ya comenzó a manifestarse en represalias concretas. “China prohibió la venta de minerales raros a Estados Unidos y subió los aranceles a muchos productos agroalimentarios, como la soja. También incluyó a 11 empresas norteamericanas en la lista de empresas anti-China”, explica Girado.

Un aumento generalizado de los aranceles tendría un impacto inmediato en los precios al consumidor en EE.UU., en especial en un contexto inflacionario como el actual. A la vez, provocaría un efecto dominó de retaliaciones comerciales, afectando cadenas de suministro, exportaciones agrícolas y relaciones diplomáticas.
Estados Unidos no impone aranceles a Rusia
Una fuente que formaba parte de la Cancillería señaló a El Cronista que “aunque el comercio entre Estados Unidos y Rusia cayó de unos 35 mil millones de dólares en 2021 a aproximadamente 3.5 mil millones en 2024[AJ3] por las represalias económicas de la guerra, Estados Unidos aún importó alrededor de 3 mil millones de dólares en bienes de Rusia el año anterior, más que de algunos países más pequeños.
“La respuesta a esta falta de aranceles podría ser que Estados Unidos ya se encuentra en negociaciones con Putin por el alto al fuego de la Guerra”, expresa.

Lo que está en juego va más allá de los términos de intercambio. Para Girado, la medida de Trump “rompe un equilibrio que Estados Unidos forjó desde la Segunda Guerra Mundial hasta acá.” Es el propio orden liberal que Estados Unidos promovió el que hoy es desafiado desde dentro.
Melconian plantea incluso una paradoja más profunda: “Desde la teoría, si uno quiere elevar la calidad de vida de su población, ganar en eficiencia, en productividad, en competitividad, tiene que hacer lo contrario de lo que acaba de anunciar Trump.”
El riesgo, entonces, es doble: económico y estratégico. Si Estados Unidos opta por cerrar su economía al mundo puede tener dos escenarios. Que los mandatarios afectados por la presión vayan corriendo a negociar y acceder los términos y condiciones de Trump o comenzar a perder su centralidad como principal potencia, su moneda como refugio mundial y su diplomacia como árbitro.