Cuando cumplió cinco, a Zoe Hochbaum le regalaron un diario íntimo. Rompió el papel de regalo, sacó un cuaderno raro, colorido, con renglones. Lo abrió, tomó el lápiz, escribió alguna palabra —¿su nombre?, ¿el de su mascota? ¿el día de la semana?— y así, con esa escena, dice ahora, empezó todo. “Fue la primera vez que me topé con el concepto de poner emociones y cosas en palabras. Y me pareció zarpado”, dice del otro lado del teléfono. Hoy tiene un día agitado, entre almuerzos y reuniones. Por eso construyó un hueco, se sentó en un bar y atendió el llamado de Infobae Cultura.
Zoe Hochbaum tiene apenas 25 años y una trayectoria estridente. Actuó en El fin del amor (basada en el bestseller de Tamara Tenenbaum que protagonizó Lali Espósito), Abzurdah (con la China Suárez y Esteban Lamothe, en base a otro bestseller, de Cielo Latini) y Asfixiados (Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz). Trabajó en el documental Traslados, escribió el guion y protagonizó Como el mar. Terminó de rodar Verano Trippin en Bariloche y Montevideo: actúa ella, Miranda de la Serna y cuenta con la participación de Lali Esposito. Además, tiene su propia productora: Orca Films.
Pese a todo, hay algo en la literatura que la cautiva más. Como si ese fuera el origen. “Lo que más placer me da en la vida es leer y escribir. Eso está por encima de todo”, asegura. Publicó dos libros. Ambos con avales. El primero, Monstruario, de 2020, cuenta con prólogo de Mariana Enríquez habla de “reseñas de vidas desoladas porque su diferencia les impide entrar en la normalidad”. En el segundo, Mi último atardecer uruguayo, Claudia Piñeiro dice en la contratapa que es ”una exploración íntima y emocional, un regreso a las raíces, la memoria y la reconciliación con el pasado”.
Otro regaló bisagra. Tenía doce, tal vez trece, cuando recibió El lector, de Bernhard Schlink. “Me voló la cabeza, no podía creerlo, que era como ver una película, o mejor”, recuerda. En su casa de la infancia —su padre es el empresario Gabriel Hochbaum— había una gran biblioteca. Aprovechó la herencia. “Y no paré. Para mí leer un libro es como actuar, porque vos estás ahí en primera persona, viviendo todo, y a la vez es tu propia historia, porque cada uno puede ver lo que ve. Con un mismo personaje uno lo puede ver de un modo y otro lo puede ver de otro, y eso me parece muy especial”.
Quiso profesionalizarse. Se anotó en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de las Artes, pero los rodajes no le permitieron la constancia. Entonces optó por los talleres literarios. Fue el escritor Ariel Idez quien leyó algunos de sus textos y le dijo: “Todo esto que tenés acá es un libro”. “Hasta ese momento no sabía que eso era una posibilidad. Era algo del espacio íntimo, no tenía naturalizado que podías escribir para que te lean. Yo escribía para mí. De pronto, me di cuenta que tenía un potencial y lo quise explotar. Quería perfeccionarme y que también sea para otros”.
Mi último atardecer uruguayo se inicia con un viaje al Uruguay; la primera parada es Piriápolis. A la conversación de Soli, la protagonista, con una mujer que le recuerda a su abuela, le sigue otra con el Sireno, luego la Yenny y así se va dibujando la novela, vínculos que se abren y se cierran, diálogos que van y vienen, siempre con un paisaje de fondo y una narración casi cinematográfica: “Un naranja que se convirtió en rosa y un rosa que se convirtió en violeta y así hasta que, de pronto, cayó la noche, y cuando quise dar cuenta, el cielo ya estaba negro”.
“Cuando escribo pienso en cine. Mi cabeza funciona así. Cuando estoy escribiendo mi mano es como una cámara, estoy pensando en los planos, en el ángulo, en qué tienen puesto los personajes. Soy muy visual. Ya mi cabeza funciona así. Hay algo de mi modo de pensar que siempre es desde una cámara”, y agrega: “Lo vincular es mi modo de analizar el mundo. Es un tema que me obsesiona. Mis amigos me joden porque siempre, en cualquier situación, me pongo a analizar las amistades, los amores. Aprovecho en mis piezas artísticas para hablar de eso, me interesa mucho”.
¿Cuánto cambiaron los vínculos en los últimos años? “Abismalmente”, responde. “Algunas cosas para mejor, otras para peor. La posibilidad que tenemos de pensar y repensar los vínculos es lo que nos hace estar atentos. No hay un modo, hay millones y aplica para todos los tipos de vínculos: el amor, la familia, las amistades, los animales, todo. Es como una elección que antes eran más mandatos y ahora, creo yo, es más una elección y que la podemos revisar. Siento que también nos definen quienes nos rodean. No somos solos, somos también las personas que están al lado nuestro”.
Hoy sigue llevando un diario. Desde el primero, desde ese que le regalaron cuando cumplió cinco, hasta el último, todos están guardados y conservados. “Son como mis reliquias”, dice. “Desde muy chiquita mi materia favorita era Lengua. Conecté mucho más con las ciencias sociales que las naturales”, y agrega: “Si la escritura es poner en palabras lo que estás sintiendo, entonces ahí está lo más primario. Es una actividad que no frené hasta el día de hoy”.
Para contraponerle a la lógica de las redes, con su crueldad, su individualismo y su instantaneidad, dice Zoe Hochbaum, está la literatura: “Los libros están siendo cada vez más olvidados. La gente se concentra menos, pero estamos leyendo todo el tiempo: Instagram es leer, TikTok es leer. Nos está entrando información, es tan inmediata que después, cuando agarrás un libro, decís: ‘no tengo paciencia, no puedo, me da paja’. Hay algo del libro que te vuelve más empático porque entrás en un mundo que no es el tuyo y conocés gente que en la vida cotidiana no te animarías a conocer”.
“Pienso en Las primas de Aurora Venturini, en El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon. Pienso en libros con narradores que si te ponés a charlar y a escuchar su historia, así, cotidianamente, de pronto tenés una vida, y eso solo construye empatía. Y curiosidad, que es para mí la clave. Los libros nos ayudan en lo colectivo, a dejar un poco a un lado la singularidad absoluta que generan las redes. Lo mismo con el cine: una cosa es cada uno viendo una película en su celular y otra cosa es todos juntos en una sala”.
Sobre el cine, el teatro, la literatura y todo ese gran magma que transita Zoe Hochbaum, lam conclusión es esta: ”Cada disciplina me da algo distinto. Por suerte tengo la posibilidad de elegir de qué vivir y cómo atravesar mis días. Pero hay algo que me da la escritura y la lectura que no me lo da otra cosa”. Acaba de anotarse a un nuevo taller, esta vez de dramaturgia, con Andrés Gallina y Santiago Loza. “Mi idea es escribir mi primer obra de teatro”. Quiere pisar el acelerador y averiguar qué hay del otro lado del camino. No está pensando en frenar. No, por ahora.
* Hoy, en el Centro Cultural Recoleta, a las 18 horas, Zoe Hochbaum presenta el libro junto a Ariel Idez, Manu Fanego, Miranda de la Serna, Morena Fernández Quinteros y Juan Cavoti.