¿Semana Santa sin pescado? Sigue el conflicto que tiene en vigilia a la industria pesquera

Jueves Santo, conmemoración de la Última Cena de Jesús y sus apóstoles. Viernes Santo, recordatorio de la crucifixión de Cristo. Dos días en los que, cada Semana Santa, desde hace siglos, se mantiene el ritual de no consumir carnes rojas como signo de penitencia y abstención. El pescado es el sustituto histórico en la dieta de esas jornadas.

Sin embargo, si algo le faltaba al vía crucis de vivir en la Argentina, es la posibilidad -alta este año- de que falten productos de mar en las góndolas.

Coincidentemente, el jueves -“Dios no juega a los dados”, ironizaría Albert Einstein- se cumplirá un mes con la flota tangonera argentina totalmente paralizada. Sin zarpes desde el 17 de marzo, con más de 100 buques amarrados en puertos claves, como Puerto Madryn, Puerto Deseado, Comodoro Rivadavia y Ushuaia. Las anclas, que no se levantaron en las naves que se dedican, principalmente, a la recolección de langostinos, luego, tampoco lo hicieron en barcos de otras pescas. Esto afectó, por ejemplo, a la merluza, producto de alta demanda estacional en este periodo del año.

La razón principal: un conflicto con el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) por la actualización de un convenio colectivo que, para los empresarios del sector, es obsoleto. Firmado en 2005, estableció que cada marinero debe cobrar un salario básico, más un plus por producción atado al valor histórico del langostino, fijado cuando cotizaba a u$s 12 por kilogramo. “En 2025, el valor real de mercado ronda los u$s 5,5 por kilo”, contrastan en la Cámara Argentina Patagónica de Industrias Pesqueras (Capip).

Eso hace que, por un lado, un marinero hoy pueda cobrar hasta $ 20 millones mes y, del otro, las empresas tengan una rentabilidad negativa del 21% por marea. En términos absolutos, una pérdida de u$s 1500 por tonelada. El convenio -insólito en la industria pesquera mundial, aseguran los empresarios- tampoco contempla los cambios tecnológicos de estos 20 años.

La situación se agrava por la alta presión impositiva. El sector, que emplea a 46.000 personas, tributa una retención del 9% y fue excluido de la reducción que había anunciado el Gobierno nacional, lo que llevó a que las cámaras -Capip y la Cámara de Armadores de Pesqueros y Congeladores de Argentina (Capeca)- adviertieran sobre una “situación de quebranto inminente”.

La actividad, además, paga derechos únicos de extracción (DUE), que ajustaban indirectamente por inflación. A fines de marzo, el Consejo Federal Pesquero modificó su cálculo, lo que alivió la carga financiera para los operadores. Es que, con precios internacionales en baja -2,8% interanual el promedio del langostino entero (u$s 5158 la tonelada) a diciembre; 5,6%, a u$s 7332/tn las colas, la parte de mayor valor agregado-, el aumento de costos -la mayoría, dolarizados, como combustibles, repuestos, servicios portuarios y salarios- le sumó agua al bote.

El sector pesquero argentino exportó u$s 1981 millones en 2024. El langostino representó más del 52%. La decisión de no zarpar comenzó por los buques congeladores. A un costo diario de entre u$s 5 millones y u$s 6 millones, al cabo de un mes, las pérdidas habrán superado los u$s 150 millones.

Hubo otro costo: la intransigencia -convertida después en beligerancia- del SOMU aunó a las empresas. Con el comienzo de la temporada, no hubo un solo barco en alta mar. Esto afectó a otros segmentos de la actividad pesquera.

Según datos de la Subsecretaría de Pesca y Agricultura de la Nación, en el primer trimestre de 2025, se desembarcaron 62.751 toneladas de merluza hubbsi, un 16,5% menos que entre enero y marzo de 2024. En el puerto de Mar del Plata, el volumen cayó 20,4%, a 41.212 toneladas. En Caleta Olivia/Paula, un 28,6%, a 12.166 tn. Por su parte, el flujo de merluza de cola -que opera exclusivamente en Ushuaia- se retrajo 67%, a 1302 toneladas.

Ya a fines de marzo, el sector advirtió sobre el riesgo de abastecimiento de cara a Semana Santa. Mayoristas, supermercados y distribuidores, indicó, habían comenzado a reportar faltantes y, en consecuencia, aumentos de precios.

“La actividad está parada y hay plantas que no tienen pescado para cortar. Habrá poco pescado y, encima, estará caro. Con lo cual, se complica la Semana Santa”, declaró Eduardo Boiero, presidente de Capeca, al portal Revista Puerto. El empresario, que le pidió al gremio “sacarse los guantes” y sentarse a hablar, le puso su voz a una preocupación de muchos.

“Anticipamos compras”, reconocen en una de las cadenas de supermercados más grandes del país. “Lo que hay hoy en góndolas es stock”, apuntan desde la industria pesquera. Algunos síntomas ya se empezaron a verse. El fin de semana, en una de las tiendas insignia de otro de los mayores súper de la Argentina, había variedad y abundancia en las heladeras de congelados. Un contraste fuerte con la escasa oferta que, con tufillo a desabastecimiento, se percibía en las góndolas de frescos.