Barcelona, 16 abr (EFE).- La dramaturga española Victoria Szpunberg sigue el rastro de una familia durante 100 años de historia en ‘La tercera fuga’, un periplo trepidante de tres generaciones protagonistas de múltiples exilios en Ucrania, Buenos Aires y Barcelona y un homenaje al legado, la identidad y el mestizaje.
Szpunberg presenta un texto de ficción inspirado en su historia familiar, una obra que “habla de huidas” dedicada a “todos los desterrados”, en palabras de la autora y directora, que podrá verse del 24 de abril al 1 de junio en el Teatro Nacional de Cataluña.
Sin querer hacer un ejercicio de autoficción, la obra de Szpunberg, coescrita junto al autor español Albert Pijuan, está basada en toda una serie de “peripecias” reales, aunque la dramaturga quiere conectar “con todas las personas que huyen y con quien no tiene un sentimiento de pertenencia”, comentó este miércoles en rueda de prensa.
Así, ‘La tercera fuga’ empieza en Ucrania hace un siglo y avanza hasta la actualidad pasando por Berdichev (Ucrania), Buenos Aires y Barcelona, en un relato de una familia que no consigue evitar la tragedia de la guerra y que tiene que huir para sobrevivir, dejando atrás todo su mundo para volver a empezar de nuevo, aprendiendo nuevas lenguas y adaptándose a culturas ajenas.
Aun así, Szpunberg explicó que la obra también es una “gran celebración” pues, pese a explicar una historia muy dura, la directora quiere “acercarse a la belleza” e intentar que “sea bonito”: “Nos reunimos para celebrar que estamos vivos y que aún no hemos perdido las ganas de reír”.
El elenco cuenta con Clara Segura, última mejor interpretación femenina en los premios Goya (los más importantes del cine español), quien subrayó que la obra es un “homenaje al legado” y la importancia de tener en cuenta cómo afectan a las personas las decisiones que tomaron sus antepasados.
Los trece actores del reparto interpretan de forma coral a las tres generaciones de esta “tragicomedia transoceánica”, tal como la describió el actor Carles Pedregosa, para quien se trata de una obra “magna” donde hay espacio tanto para llorar como para reír. EFE