Pese a la crisis de la construcción, esta histórica empresa avanza con una nueva planta de u$s 50 millones: qué ve

Ex número uno en el país de Masisa -empresa en la que trabajó 29 años, incluso, luego de su venta a la austríaca Egger-, Luciano Tiburzi asumió en junio como country manager de Cerámica San Lorenzo

Lo hizo con un desafío especial. El año que viene, la compañía inaugurará, en el marco de su 75º aniversario, una nueva planta en Azul, provincia de Buenos Aires. En realidad, será un corte de cintas formal. El proyecto, una inversión de u$s 50 millones lanzada hace 18 meses, entrará en funcionamiento el próximo trimestre. 

La fábrica hará porcelanatos premium, un segmento en el que priman productos importados, principalmente, de España e Italia. Pero el foco no está puesto sólo en el mercado local. También, incrementará sus exportaciones, con el ingreso a países atractivos -y de alta competencia- como los Estados Unidos.

“Además de que nos permitirá ampliar la oferta de productos, ganaremos eficiencias en toda nuestra actividad industrial por el diferencial tecnológico que incorporamos”, explica Tiburzi, quien, tras la venta de Masisa, también fue número uno de Ventas de Egger para América latina, primero, y todo el continente, después.

Fundada en 1950, en la localidad homónima de Santa Fe, Cerámica San Lorenzo pertenece desde 2016 al grupo mexicano Lamosa, de más de 130 años en la industria de la construcción. El holding azteca tiene presencia en ocho países de América latina y en España. Posee 22 plantas industriales de revestimientos, 14 de adhesivos y 15 de aislantes y aligerantes. En 2023, facturó 31.572 millones de pesos mexicanos, unos u$s 1800 millones al tipo de cambio promedio del año pasado.

Ex Masisa y Egger, Tiburzi asumió en junio como CEO de Cerámica San Lorenzo.

En la Argentina, CSL tiene dos plantas: Azul (porcelanato) y San Juan (cerámica). Suman una capacidad de 15 millones de metros cuadrados (m2) anuales. La nueva fábrica de Azul agregará otros 6 millones de m2, volumen que Tiburzi proyecta alcanzar en el primer semestre del año próximo.

Actualmente, San Lorenzo juega más a nivel doméstico: exporta el 10% de su producción. Principalmente, a Chile y, en segundo orden, a Uruguay y Paraguay. “El mix de exportación está alocado en cerámica”, apunta el CEO. “La entrada en funcionamiento de ‘Azul 2′, con los nuevos productos, nos permitirá entrar a otros mercados altamente competitivos. Fundamentalmente, el de los Estados Unidos”, anticipa.

Esto, precisa, hará que los despachos al exterior se dupliquen en volumen. En facturación, escalarán del 10% al 30% de los ingresos anuales. Para eso, CSL se apalancará en la estructura operativa y de ventas de Lamosa en América del Norte.

“Pertenecer a un holding internacional nos da la posibilidad de exportar nuestra producción y, a la vez, importar productos de valor agregado que no se hacen acá. Además, existen ventajas de diseño, tecnología, escala y gestión propias de una multinacional”, señala.

La nueva planta de Azul, en cuya construcción participaron 250 personas, se aprobó hace dos años. “Tiene que ver con la mirada de largo plazo en el negocio de la cerámica. Por eso, se hizo la inversión en un contexto de alta incertidumbre”, explica Tiburzi. “El plan está alineado con lograr más eficiencias en la elaboración de productos de alto valor agregado, con mejores terminaciones, para captar un segmento en el que hoy dominan las marcas internacionales, principalmente, de España e Italia”, describe. Aclara que, por esta inversión en porcelanatos, no se descuidará el negocio de cerámica.

San Lorenzo emplea a 500 personas: 50 en la sede central de Buenos Aires, 200 en Azul y 250 en San Juan. Azul 1, hoy, opera a full capacity. San Juan, en tanto, mantiene niveles de actividad gracias a la implementación de un esquema de turnos entre su dotación. “Eso significa que hay un gap extra para crecer”, observa Tiburzi.

Es que, contextualiza, en el primer semestre, el mercado de cerámicas y porcelanatos cayó 35% en volúmenes. “A partir de junio y julio, vemos alguna reactivación todavía incipiente”, dice. Es optimista. “La industria de la construcción tiene una estacionalidad positiva a partir de la primavera. Para nosotros, vienen los mejores meses del año. Y, después del verano, con la planta en funcionamiento, ya iremos hacia otro escalón de demanda, con el que nos sentimos cómodos”, amplía.

La nueva planta, de u$s 50 millones, hará productos de porcelanato de alto valor agregado.

El cambio no sólo será cuantitativo. “Apuntaremos al ‘mercado institucional’: no tanto la vivienda uno a uno, sino el desarrollo de viviendas, hoteles, clínicas, comercios…”, enumera. En ese sentido, menciona tres pilares para esa demanda proyectada: el impulso que dará a la construcción el blanqueo de capitales; la recuperación del crédito, tanto el hipotecario como el personal; y el RIGI. “Este último tendrá impacto en grandes proyectos de inversión en el interior, que es a donde apuntamos”, explica. Proyecta un crecimiento a partir de una recuperación de 4% en el PBI del próximo año, con el efecto multiplicador que tiene la industria de la construcción sobre la actividad económica.

En junio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) cayó 35,2% interanual, con un acumulado del 32,7% en el semestre. En tanto, en julio, el Índice Construya (IC), elaborado a partir de las ventas en volúmenes al sector privado de productos para la construcción fabricados por las empresas que conforman el Grupo Construya, bajó 16,5% contra el mismo mes de 2023 pero creció 12,09% desde junio de 2024. 

Por cuarto mes consecutivo, el índice reflejó una recuperación gradual de la demanda, con mayores niveles de despachos para obras nuevas y refacciones. No obstante, en siete meses, acumuló una pérdida del 30,6 por ciento.