De la vida en Atenas con sus mellizos a una gran proyección internacional: quién es Zoe Zeniodi, la nueva directora de la Filarmónica

Zoe Zeniodi es griega, directora de orquesta, madre de mellizos de 8 años y, desde hace dos meses, la titular de la Filarmónica de Buenos Aires. Llegó la última semana en viaje fugaz para la presentación de la temporada 2025 del Teatro Colón, que no solo trae la programación del año próximo sino la puesta en marcha de un nuevo plan para el gran coliseo argentino de la lírica. Se trata de la renovación de la mayor parte de su plantel directivo. Es, casi, un barajar y dar de nuevo. Y Zeniodi es una parte importante en esta nueva ecuación.

En los papeles, no viene a reemplazar a otra persona que estaba en ese puesto porque el último director titular de la Filarmónica de Buenos Aires, Arturo Diemecke, dejó su puesto hace dos años. Las nuevas autoridades decidieron que alguien debía volver a marcar el rumbo de la orquesta, desde la titularidad de su dirección.

De sus años en Londres y en Salzburgo donde compartió mucho tiempo con colegas hispanohablantes, Zoe cultiva un buen español, que habla con fluidez y naturalidad. Ahora le queda aprender “argentino” para afrontar su nuevo trabajo con la orquesta porteña. “Y es lo que pienso hacer”, dice, recién llegada a Buenos Aires.

Zoe Zeniodi, directora de orquesta griega que se pone al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón

Con esa misma naturalidad que le sirvió para adquirir la lengua castellana se metió en el mundo de la música orquestal. Porque hasta los treinta años se ganaba la vida como pianista. Muchas veces acompañaba cantantes de la lírica. De algún modo haber tomado la batuta se lo debe a un tío radicado en Miami. Porque cuando quiso visitarlo terminó haciendo un doctorado en una universidad estadounidense. Allí un profesor le dijo que iba a dirigir orquestas. Y ella le respondió: “No es posible porque soy mujer”.

El resto lo cuenta durante la charla con LA NACIÓN. Y tiene mucho para contar. Porque no solo lleva casi dos décadas dirigiendo, además, es la responsable artística de una orquesta social de Atenas, impulsó una orquesta juvenil griego-turca, participa en proyectos como Women Conductors y Taki Alsop Conducting Fellowship Mentee y es una de las protagonistas de Maestra, el documental sobre un concurso realizado años atrás en París para directoras. Todas estas actividades están enfocadas a la promoción de la mujer en el mundo sinfónico.

Ahora Zoe también está enfocada en cuestiones profesionales y domésticas: la flamante temporada de 18 conciertos que tendrá en 2025 la Filarmónica de Buenos Aires, y en comenzar a descubrir el argot porteño. “Tengo que encontrar en algún website el porqué de acentuar tanto el final de las palabras”, dice y sonríe. “Aquí me dijeron que no es necesario [hablar en “argentino”] –dice en un español con cierta pronunciación ibérica-. Pero quiero hacerlo”.

-¿Por qué?

-Porque me encanta la Argentina. Me sentí en casa la primera vez que vine. Me siento de aquí en esta tercera visita. Y no sé por qué. La diferencia la hace la comunidad, la gente. Puedo comunicarme bien. Creo que todos aquí tenemos la misma manera de pensar. Grecia y la Argentina son cercanas en muchos aspectos. Hay algo común y que entendemos todos.

–Todo esto pasó en poco tiempo.

-Sí, vine en 2023, para un concierto muy interesante. Hubo un rapport muy especial con la orquesta y por eso me invitaron para abrir la temporada de 2024. Y ahora estoy aquí de vuelta. Un año y medio de relación, pero con dos visitas poderosas. Creo que eso fue lo que evaluaron y por eso me convocaron.

-Tu relación con la dirección orquestal parece mostrar mucha pasión: le quitó el lugar a la actividad de pianista.

-Sí, trabajé como solista y como acompañante de cantantes. Era un trabajo íntimo, porque a veces hay que crear un mundo en canciones de tres minutos. A los 30 vivía en Londres y quería ir a visitar a mi tío en Miami. Pero no tenía visa para los Estados Unidos. Le escribí a la Universidad de Miami para pedirle información para hacer un doctorado y cuando mandé mi currículum y mis grabaciones, la respuesta fue: “Te invitamos a hacer aquí tu doctorado y te pagamos todo, por lo que tú eres”. ¡Qué americanos locos!, pensé. Y me fui para Miami a los 31. Cuando vi el seminario de dirección me anoté. Me fascinó y en un momento me llamó mi profesor, Thomas Sleeper y me dijo que tenía que dirigir orquestas. “Yo lo veo aunque tú no”, me dijo. Mi respuesta fue: “No es posible porque soy mujer”. Se enojó mucho. “Yo sé la carrera que vas a tener –me dijo-. Pero tienes que trabajar como loca”. Y bueno, OK, le dije y acepté el desafío. Así empezó todo.

“El cambio ya ocurrió”

También echémosle la culpa al tío de Miami, que seguramente algo de responsabilidad ha tenido, al impulsarla para que haga su doctorado. Por otro lado, algo habrán resonado en Zoe las respuestas de Sleeper, porque hoy es una directora totalmente vinculada a los proyectos de dirección generados por mujeres. Y es la que programó obras escritas por mujeres en el 30 por ciento de las funciones que la Filarmónica tendrá en 2025.

-¿Cómo son recibidas las directoras de orquesta? ¿Existe mucha competencia entre ellas?

-Creo que el cambio ya ocurrió, solo que muchos no se han enterado. Necesitamos cinco o diez años más. Entre 2006, cuando comencé y hoy, el cambio ha sido tremendo. Y en diez años creo que solo hablaremos de quién puede hacer el trabajo, más allá de su género. En cuanto a la competencia, cuando fui al concurso de la Philharmonie de París, diré que todavía tenemos una relación muy buena entre la que estamos en la película [Maestra]. Sin duda, es un trabajo competitivo, aunque no lo queramos de ese modo. Ahora estamos hablando de la mujer y de la diversidad. Todo es importante para ponerlo en el juego. Pero cuanto tengamos la cantidad tenemos que pensar en la calidad. El próximo paso es trabajar mejor para mejorar el arte y el ser humano. Yo no hago arte por arte, sino por el ser humano. Por otro lado, la música no debe ser algo competitivo. La música no es ajedrez, fútbol o básquet donde uno va a ganar y otro no. En el coro y en la orquesta todos son importantes. Por eso necesitamos música para los niños.

Zoe Zeniodi:

-¿Tenés un hogar en el mundo?

-Hoy es Buenos Aires. Construí una temporada que me implica venir todos los meses. Mi familia está en Atenas y allí también está el Sistema de Orquestas, del que soy su directora artística. Comenzó en la gran crisis de refugiados e inmigrantes, por 2016. Ahora tenemos 500 niños cada año y cinco lugares de clases gratuitas e instrumentos gratuitos. En mi país no trabajo tanto como directora porque nadie es… ¿cómo se dice?

-¿Nadie es profeta en su tierra?

-Sí. Pero trabajo mucho para los niños y jóvenes.

-¿Encontraste una explicación al hecho de trabajar muy poco en Grecia como directora de orquesta?

-Es un país pequeño y tiene problemas en lo estatal, que van de la corrupción a esa gente que se sienta en una silla durante 70 años, hasta que se muere. Además, tenemos una sola ópera y tres orquestas.

-Es curioso, con semejante historia cultural.

-Sí, pero tiene una explicación. Estuvimos bajo el poder de los turcos desde 1453 hasta 1821. Y luego bajo el poder de los europeos hasta 1900. Más tarde, dos guerras mundiales y dictaduras y guerras civiles. A Grecia llegó la democracia en 1974. Por otro lado, no tuvimos música clásica porque no teníamos la influencia de Europa sino de Oriente, de los turcos. La clásica llegó a nosotros con los italianos, recién en 1900.

-También trabajaste con una orquesta de jóvenes grecoturca, aun cuando se trata de dos culturas que han mantenido una relación de grandes vaivenes, de enemistad y amistad.

-El tema es la política. Ahí es donde está la tensión. Es normal porque alguien tiene que manejar las cuestiones del mundo. Pero, en realidad, nadie está en contra del otro a menos que siga órdenes. Para mí, ser la directora de una orquesta greco-turca es muy importante. El centro es el ser humano, más allá de las miradas, la religión y la política. Lamentablemente, por cuestiones económicas ya no existe más. También fui directora de Musa, primera orquesta que tuvimos en Tesalónica, hasta que “me dejaron ir”, cuando quedé embarazada. Pero hay una parte de mí que necesita trabajar con ese futuro que le pertenece a los niños y los jóvenes. No puedo ver el mundo de otra manera, quizá porque tengo un hijo y una hija que están viendo lo que hace su madre.

Zoe Zeniodi:

-¿Qué ven?

-Bueno, un día fuimos a un concierto de la orquesta del Sistema. Yo allí no dirijo, soy la directora artística. En ese concierto, cuando la directora dijo si alguien [algún niño] quería subir al podio para dirigir, mis hijos levantaron la mano. Los dos. Subieron a dirigir la orquesta y entendí que querían saber cómo era lo que hacía la mamá. Me pareció impresionante, aunque por ahora ninguno de los dos quiere dedicarse a la música.

-Imagino que los traerás más adelante.

-Sí. En realidad, este próximo año no, porque tengo que concentrarme mucho en la primera temporada. Pero el siguiente sí. Porque en el invierno de aquí ellos están de vacaciones del colegio. O sea que podemos venir para conocer Buenos Aires y el resto del país.

-¿De dónde viene ese español tan perfecto?

– No es tan perfecto. Tampoco lo estudié. Pero viví en Londres con venezolanos, en Salzburgo con mexicanos y argentinos y luego diez años en Miami. Aprendí el idioma de manera natural.

-Volvamos al Colón. ¿Cómo será la temporada?

-La relación de un director con la orquesta cambia en cada lugar. Con esta orquesta hablamos el mismo idioma. Para mí, lo importante es la excelencia artística. Aumentar las calidades de esta orquesta, que es la mejor de la Argentina. Desde mi punto de vista, además de inspirar y dar aliento se debe crear un espacio para que el músico se sienta libre para trabajar el sonido y las estructuras de toda la música. Darle la responsabilidad y la libertad del sonido de la orquesta. Esa es mi responsabilidad. Hay que hacer una temporada interesante para contagiar inspiración y fantasía. Esta temporada tiene pequeños ciclos y conceptos grandes. Incluí de todo, también obras nuevas. Hay muchas obras de mujeres; de Missy Mazzoli, Gabriela Ortiz, Gabriela Lena Franck, Louise Farrenc, Stefanía Macchi y [Sofía] Gubaidulina. Al mismo tiempo, habrá programas sudamericanos, ciclos de mundos sinfónicos (al principio y al final, con Haydn, Bruckner, Stravinsky y Tchaikovsky). Vamos a trabajar el repertorio estándar en maneras nuevas.

-¿Qué tan difícil es atraer al público?

-El trabajo es conectarse con algo. Pasa en todo el mundo. El enfoque es compartir. La energía que tomo del público es lo que llega al escenario. Hablo con el público [en los conciertos] para que sepa qué estamos haciendo. Dar la oportunidad de entender es la manera de llevar más gente a los conciertos. Y entender de una manera holística. Por eso la temporada se va a llamar Methexis, que viene del teatro griego. Viene del verbo “participar”, de una manera completa, desde el alma. Porque tiene un sabor filosófico. Es la manera de compartir en un evento, en un drama, en un teatro. Nunca usamos esta palabra en el día a día, porque es la manera de conectarse con algo especial que te da el arte. Esta palabra es el inicio de mi trabajo aquí.