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22-02-2025 Vol 19

¿De qué están hechos los sueños? Los científicos hurgan en los misterios del dormir

La fascinación de los humanos por los sueños se remonta a miles de años.

“Qué extraña y maravillosa experiencia es la de ser arrojados a esos mundos virtuales donde nos encontramos con otros, interactuamos con ellos, y podemos sentir todo tipo de emociones”, dice Antonio Zadra, investigador del sueño y de los sueños de la Universidad de Montreal.

Hoy, ante la creciente evidencia de los vínculos entre los sueños y la salud, los investigadores siguen buscando respuesta a las preguntas de siempre: ¿Por qué soñamos? ¿Cuál es el mecanismo de los sueños?

A finales del siglo XIX, los científicos comenzaron a investigar la base neurológica de los sueños. En 1893, a la luz de las velas, la psicóloga Mary Calkins dirigió un estudio del sueño en el que despertaba a los participantes —un hombre y una mujer— durante toda la noche, para preguntarles si estaban soñando y para que describieran la intensidad de sus sueños.

De Calkins a Freud

Calkins fue la primera en cuantificar los elementos que componían los sueños y el momento en que se producían.

Descubrió que lo que soñamos suele tener lugar en el presente y que “cuando un sueño es sobre la casa de la infancia o sobre alguna persona a la que no ha visto durante muchos años, la edad visible del soñador nunca se reducía para evitar el anacronismo… Es evidente, por tanto, que el sueño está conectado con la vida de vigilia, y en la experiencia de estos observadores, por lo general con la vida reciente”.

Pero poco después de las investigaciones de Calkins, el interés se desplazó hacia el significado de los sueños, señala Zadra, en parte debido a Sigmund Freud.

Sigmund Freud

A partir de 1900, el fundador del psicoanálisis planteó los sueños en el contexto de los deseos reprimidos. Freud escribió, por ejemplo, que algunos sueños con contenido de ansiedad se originan “en la excitación psicosexual, en cuyo caso, la ansiedad corresponde a la libido reprimida”. Y para Freud, si alguien soñaba con la muerte de un familiar que estaba vivo, era porque “en algún momento u otro de su infancia el soñador había deseado su muerte”.

El interés volvió a cambiar en 1953 con el descubrimiento de la fase del sueño conocido como movimiento ocular rápido (REM) y la posterior observación de que cuando las personas se despiertan en medio de la fase REM, suelen recordar vívidamente los sueños. Las investigaciones posteriores demostraron que los sueños pueden ocurrir durante diversas fases del sueño. De hecho, hasta las personas que tienen lesiones cerebrales o toman medicamentos que prácticamente eliminan la fase REM, igualmente siguen soñando.

Una mente errante

Aunque los científicos han vinculado ciertos patrones de actividad eléctrica en el cerebro con la presencia o ausencia de sueños, todavía no hay un biomarcador definitivo que indique que una persona está soñando. En la última década, las investigaciones le han prestado más atención a la “red neuronal por defecto” (RND), un grupo de regiones cerebrales que se activan cuando la mente de una persona divaga, por ejemplo, mientras mira por una ventana.

“Muchos de los modelos más recientes que intentan explicar por qué soñamos consideran los sueños como una forma intensificada de divagación mental”, señala Zadra. Pero el punto de controversia en ese campo sigue siendo el mismo: por qué soñamos.

Una hipótesis sostenida desde hace tiempo es que soñar sirve como un medio para simular amenazas potenciales y prepararnos para los peligros que se nos puedan presentar.

“El problema es que muchos, muchos sueños no incluyen amenazas físicas o psicológicas”, responde Zadra. En su opinión, soñamos para dar sentido a nuestras experiencias de vigilia en el contexto de nuestro pasado, estableciendo asociaciones vagas, algo que nos permite hacer la red neuronal por defecto.

“Cuando nos despertamos, esas cosas no relacionadas entre sí se han integrado de una manera extraña a nuestra comprensión de nosotros mismos, del mundo, de nuestro lugar en él”, apunta Zadra. “¿Y eso en qué nos ayuda? Bueno, nos ayuda a predecir, o más bien a adaptarnos a lo que nos espera”.

Procesamiento emocional

Otra explicación importante es que los sueños nos ayudan a procesar y regular las emociones.

Sara Mednick, científica cognitiva de la Universidad de California en Irvine, dice los sueños son “como un espacio seguro donde podemos recordar experiencias potencialmente cargadas de emociones” y jugar con las diferentes posibilidades de elaborarlas. “Durante los sueños, lo que se advierte es un aumento en la excitación, pero a continuación también un aplacamiento de ese sistema de excitación que produce primeramente el sueño”, señala Mednick.

Las investigaciones de Mednick han revelado que para las personas que han vivido un hecho emocionalmente negativo, soñar con ese evento puede ayudar a apaciguar las emociones que desata.

Las personas más estresadas o con ansiedad tienen más sueños negativos

“El que sueña con determinado hecho conservará un recuerdo vívido y detallado de ese evento, pero con el tiempo también tendrá menos excitación emocional cada vez que lo recuerde”, apunta la investigadora.

Mednick también considera que los sueños son como una especie de “terapia nocturna”, y menciona un estudio del sueño que reveló que las personas divorciadas que sueñan con sus ex tienen menos síntomas depresivos después de un año de separación. Para Mednick, eso muestra que soñar puede tener “repercusiones benéficas a largo plazo, que permite tener una relación más saludable con nuestro pasado emocional”.

Perspectivas de los sueños

Pero algunas personas pasan por la vida sin recordar jamás un sueño. Los participantes en estudios donde son despertados cada cinco minutos durante la noche informan que han tenido docenas de sueños, por eso las personas que experimentan “microdespertares” durante la noche suelen recordar más lo que han soñado.

El interés de nuestra mente por un sueño en particular también puede influir en si seremos o no capaces de recordarlo, señala Zadra, lo mismo que cuando nos despertamos sin que suene la alarma del despertador.

“Si te despertás de forma natural, hay mayores probabilidades de que te hayas despertado en medio de la fase de sueño REM”, señala Jing Zhang, científico cognitivo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y del Hospital General de Massachusetts. Despertarse durante la fase REM aumenta las probabilidades de estar en medio de un sueño. Zhang sugiere escribir los sueños que recordamos no bien nos despertamos, ya que los estudios muestran que ponerlos por escrito ayuda a recodarlos mejor.

Los sueños también pueden brindar información sobre el bienestar general de una persona.

Las personas más estresadas o con ansiedad “tienen más sueños negativos y con contenido onírico más negativo”, dice Zadra. “En los sueños de esas personas hay más interacciones agresivas que interacciones amables, y también contienen más hostilidad, más fracasos que éxitos. Pero a medida que mejora el bienestar de una persona, el contenido de sus sueños manifiesta cambios en el mismo sentido.”

“Muchas personas con trastornos anímicos —depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático (TEPT)— informan un patrón de sueño diferente, con exceso de actividad onírica”, que puede ser el resultado de un REM prolongado, señala Zhang, quien está comenzando a investigar el papel de los sueños en las poblaciones psiquiátricas, particularmente en las personas con esquizofrenia.

Si alguien con TEPT experimenta pesadillas a repetición, “tiene peor pronóstico en relación con sus síntomas de TEPT. “Esa es la señal de que el sistema no se está adaptando tan bien como podría”, apunta Zadra. Pero esto puede replantearse de manera positiva, como una oportunidad y una llamado de atención para que esa persona busque ayuda. “Necesitan terapia, medicación, algo que los ayude”, concluye Zadra.

Por Sam Jones

(Traducción de Jaime Arrambide)

M.M