Hijo de una madre que confeccionaba trajes a medida y de un padre italiano que diseñaba muebles, José Bianco se crió rodeado de arte. De joven estudió ingeniería química y trabajó por 20 años en la fábrica de Ledesma.
Sin embargo, su verdadera pasión era la joyería: “Estaba en el segundo año de la facultad cuando me compré las primeras herramientas y los primeros rollos de alambre para empezar a trabajar con metal”, recuerda.
Fue a sus 46 años que decidió dar el salto y abrir su joyería, De Dios. Al proyecto lo fue creando mientras todavía trabajaba en Ledesma: con una inversión de 50.000 dólares diseñó el packaging, su página web, y empezó a producir, en sus tiempos libres, las primeras tandas de piezas.
Hoy están en pleno crecimiento y desde hace un año y medio operan, también, en España.
De Dios no se dedica a una sola pieza, sino que trabajan con un rango de productos en cada categoría: desde aros, anillos, collares y pulseras, hasta colecciones personalizadas.
“Si bien hoy en día las joyas tienen que ser industrializadas para que sean todas iguales y cumplan estándares, la mitad del trabajo es artesano y siempre las joyas se terminan a mano”, explica
Su diferencial, cuenta Bianco, está en el diseño. Buscan hacer algo distinto a lo que hay en el mercado y adaptar las tendencias internacionales al gusto argentino que, sostiene, ” es diferente del resto de América”.
En Argentina trabajan un total de 13 personas. En un buen mes pueden fabricar 25 kilos de plata – así son las mediciones que usan en el negocio – lo que equivale a alrededor de 5 mil joyas. Sin embargo, debido a la caída en los volúmenes de venta, están trabajando entre 8 a 10 kilos, unas 1800 piezas.
Del otro lado del mostrador: cómo es la fabricación de una joya
Fabricar una joya, explica el emprendedor, tiene muchas etapas: “El proceso empieza con el diseño de una pieza y una colección. En nuestro caso nos gusta diseñar como una familia de piezas”.
Desde el diseño hasta los últimos detalles que sufre la pieza pasan entre cinco y siete días; para el proceso de desarrollo de toda una colección, unos tres meses aproximadamente.
“Nadie te enseña a poner una fábrica. En este negocio todo es muy secreto, tenés que venir del palo para conocer los procesos. Yo soy un outsider”, confiesa.
Entrar a este nicho no es tan sencillo: normalmente son negocios que vienen de familia y el conocimiento no está abierto al público. Bianco estudió mucho para entender el negocio. No solo los materiales que se usan, el proceso de fabricación y las técnicas, sino también lo que menciona como la “psicología del lujo”, por qué una persona elige una marca y no otra.
En De Dios -y como en las mayorías de las joyerías- algunas etapas del proceso de fabricación se tercerizan. Ellos se encargan, puntualmente, de la primera y última etapa, es decir, del diseño de las piezas y del pulido final que es lo que termina de dar la calidad de la joya.
“Una vez que está el diseño, se hace una matriz de la joya, que es como un negativo. Después de la fundición de la joya, empieza el trabajo manual: se cortan con una sierra, se las lima y se las pule mecánicamente – se deja entre 6 y 12 horas con diferentes tipos de abrasivos – para dejar la pieza semiterminada. Ahí empieza el último trabajo de los joyeros que es ensamblar o poner las piedras, y por último, pulir”, resume.
Ahora buscan seguir creciendo. Su nueva apuesta es España: “Pusimos el foco en expandir De Dios. Elegimos España, y especialmente Valencia, porque tiene mucha tradición joyera y conectividad con el mundo”.
Mientras que el año pasado facturaron $ 180 millones, este año proyectan ingresos por $ 330 millones.
En cuanto a las diferencias entre el mercado español y el argentino, Bianco señala que el primero mantiene una gran tradición joyera, a diferencia de Argentina.
“El mercado español es otra liga y un desafío porque es hiperexigente. Son empresas de muchas generaciones que fabrican gran parte de su producción en otros países y que mantienen precios muy competitivos”, cierra.