Delfina Frers: “Pareciera que si sos rubia, alta y libre merecés sufrir”, afirma la exmodelo

no piensa en Delfina Frers e inmediatamente la palabra que sobrevuela es velocidad. No solo por su vinculación con el mundo del automovilismo (fue piloto y llegó a competir en TC 2000), volar helicópteros o ser ciclista profesional. La velocidad de Delfina está en su cabeza. Los proyectos, los cambios, las decisiones; incluso la sanación con método propio y original. “Eso es cierto. Dos veces me rompieron el corazón y lo solucioné a mi manera. La primera vez dormí un mes entero. Me despertaba, pero volvía a cerrar los ojos porque quería seguir soñando y no admitir la realidad. Pero a la tristeza, cuando le inyectás proyectos, le ganás. La segunda vez, de nuevo con el corazón partido, me contraté a un profesor de taekwondo. Estuve un tiempo largo pegándole a una almohadilla de box. Y la angustia se fue. ¿Sabés qué pasa? La vida pasa volando, así que hay que transitarla de la manera más lúdica que se pueda”, dice la abuela de ocho nietos que no para de viajar y trabajar.

Exmodelo de esas que no se olvidan, Delfina nació en una familia tradicional y estuvo casada con el empresario agrícola Eduardo Blaquier Nelson. Con él tuvo a la modelo y fotógrafa Delfina Blaquier, y a los mellizos Eduardo y Elina Blaquier Frers. Hoy, empapada en los rituales de una familia que adora pero muy lejos de la palabra retiro, la mujer que también coqueteó con la política pincha en una plaqueta de corcho sus deseos-decretos que, muerta de risa, asegura se van cumpliendo.

“Jamás me atrajo la fama”, asegura Delfina Frers

–¿Cómo es el sistema?

–Vengo escribiendo mi mapa de sueños hace cinco años, un mapa que cambié mil veces. Pero que se va cumpliendo. Escribo desde que tengo uso de razón. Era adolescente y lo que aparecía en mi cabeza necesitaba bajarlo a papel. Existen cuadernos enormes que mamá guardó. Lo que yo hago son decretos. Tiene que ver con lo que va a pasar de acá a unos años. El secreto es escribirlos como si ya estuvieran sucediendo. ¿Mi gran sueño del momento? Tiene que ver con mi negocio online actual. Trabajo en una compañía americana de suplementos dietarios. Es algo fabuloso porque consiste en liderar tus equipos. Mi próximo objetivo es India, que tiene un mercado inmenso. En eso estoy.

–Digamos que ahora estás en una carrera antiage…

–Me gusta el tema y me encanta armar equipo, hacer coaching. Es un volver a vivir que me entusiasma mucho. Estaba en ese mapa de sueños. Recomiendo hacerlo. Sólo es cuestión de comprar un corcho, poner lo que deseás y que aún no has logrado.

–Algo así como el poder del deseo…

–Pero si solamente lo deseás es algo vago. Hay que ponerlo como si ya estuviera en tus manos. Uno no puede jubilarse. Qué palabra tan fea, por favor. Todos sabemos que ya va a llegar el pijama de madera. Así que antes de que eso suceda hay que seguir haciendo, moviéndonos. Estar con gente que te gusta, divertirte.

Delfina fue piloto de autos y llegó a competir en TC2000

–¿Pusiste un amor en el mapa de corcho?

–Habría que ir y mirar. Solo sé que lo que venga será algo sano. Ya metí un par de veces los dedos en el enchufe. Ahora ya no me agarran en ese brete. Aprendí. Con la edad y las experiencias uno se torna exigente.

–¿Y solitaria?

–No, reconozco que a veces quiero y disfruto mucho estando sola. Pero me resulta imposible. Estoy llena de gente alrededor. Tengo tres hijos, ocho nietos, hermanos, cuñadas. Mucha actividad familiar. En mi entorno siempre hubo movimiento y algo que resultó esencial en mi vida: risas. Mamá se murió a las carcajadas.

–¿En serio?

–Pero sí. Tenía 92 años y hacía uno que estaba ciega. Ella empezó a despedirse de la vida motu proprio y jamás se quejó. En la última etapa estaba como en estado alfa, entre la realidad y el sueño. Hablaba en italiano sin parar, abundaban las anécdotas, las risas a cualquier hora. Nos dejó una sensación de paz maravillosa. Rezábamos juntas el rosario y jamás protestó por ver sólo negro. Era el optimismo en persona. Y ese es mi ejemplo a seguir. Si tuve la suerte de tener una familia de risas y complicidad, yo no podría adoptar otra filosofía.

–¿Sos católica practicante?

–Voy poco a la iglesia pero tengo mucha fe. Eso es lo que me mantiene tranquila y acompañada. Jamás me siento sola. Creo que la fe es eso, no sentirte que estás sola en el mundo y entender que todos los días sale el sol. Que realmente hay soluciones y eso depende de tu accionar. Que si te equivocás también aprendés algo. Yo te digo que no me enojo más ni discuto. Sólo cambio opiniones.

El ciclismo fue una de sus pasiones

–¿Alguna vez te sentiste juzgada?

–Pero más bien, un montón de veces. Pareciera que si sos rubia, alta y libre merecés sufrir. O te tiene que costar más. Así que si pueden ponerte palos en la rueda, te lo hacen. Esa es la sensación que tuve durante muchos años, en todas las profesiones y proyectos que encaré. Pero ya no. Gracias a la fe, ya que estamos en tema, aprendí a devolver tipo saque de tenis.

–¿Es cierto que cuando estuviste con mal de amores contrataste a un profesor de taekwondo para descargar?

–Sí, los golpes que he dado. Hay que tratar los problemas lo antes posible. Mirá Roberto Giordano. La pena que me dio su partida. Él merecía más gloria al final. Era un tipo genial, generoso como pocos. La pasó muy mal en los últimos años y considero que fue injusto. Una persona con un entusiasmo extraordinario, que de la nada, de barrer el pelo que cortaba otro en la peluquería, logró un imperio. El poder era su imaginación. Hacía en el presente lo que anhelaba en el futuro. Visualizó las cosas.

–¿No le tenés nada de miedo a la muerte? Hay que ser audaz para subirte a esos autos, pilotear helicópteros…

–No, para nada. Siempre pienso que si fuese ahora, ya está. Porque la pasé bomba. Y voy a estar del otro lado ayudando a los míos. Está bueno avisarlo por acá (risas). Igual me da pena que esto se acabe. ¿Sabés qué me sucede? Que se me pasó muy rápido. Entonces ahora más que nunca tengo apuro. Necesito cumplir otros sueños locos. Quiero abusar de mi cuerpo, de mi estado físico, porque no sé hasta cuando se la banca.

Rodeada de amigas, muchas modelos, en su cumpleaños

–¿Cómo te cuidás?

–Hago un poco de fierros pero la corté con los autos y las motos. Ahora estoy en busca de un auto eléctrico. Uno que tenga mucha autonomía, que me lleve por lo menos 600 kilómetros con una carga.

–Tu hija. Delfina, casada con el polista Nacho Figueras, trata con el príncipe Harry, Meghan Markle. Pero una vez dijiste que nada te importa menos.

–No es por ellos. Me refiero a que no soy cholula. Soy superrespetuosa de la gente que tiene vidas especiales. Además de chica siempre estuve rodeada de personajes importantes y viví un poco ese asunto de las persecutas de los medios. Yo no consumo nada de eso. Jamás me atrajo la fama y me impresiona la gente que busca ser conocida falsamente.

–Tampoco se te ve muy voraz con las marcas.

–Ojo, tengo mis marcas preferidas y las uso. Pero es cierto, no soy voraz. En una época si no tenía la última cartera o zapato sentía que me estaba perdiendo algo. Ahora no. Y si llevo algo muy especial lo hago de una manera que no se nota.