A todo o nada. Así, con el acelerador pisado en la curva, el Gobierno dio un paso fundamental para aislar a Pablo Biró, el poderoso líder del sindicato de pilotos APLA, de la conducción de Aerolíneas Argentinas. El Estado nacional, principal accionista de la compañía aérea, llamó a una Asamblea General Ordinaria para el 16 de octubre, a las 11 horas, con un segundo llamado a las 12. En ese momento, la conducción de la empresa que maneja Fabián Lombardo intentará remover del directorio a Biró. Será el fin del gremialista como representante de las acciones de los trabajadores. Es posible que el asunto se sea controvertido y que intervenga la justicia comercial por pedido del gremio. Pero será una cuestión de derecho; de hecho, estará afuera de la mesa de conducción.
La reunión se celebrará en las oficinas de la empresa, en el aeroparque metropolitano, y el orden del día no deja dudas respecto del objetivo: “Designación de dos accionistas para firmar el acta; remoción con causa del director Pablo Biró por violación de los deberes impuestos a los directores conforme el artículo 59, 274 y concordantes de la ley de Sociedades”.
Además, agrega un dato que se tratará en esa reunión: el inicio de una acción social de responsabilidad contra del director Pablo Biró, a efectos de indemnizar los daños sufridos por la sociedad con motivo de su manifiesto accionar contrario al interés social, dirigido a entorpecer el correcto desenvolvimiento de la actividad social”.
La ofensiva será total y, mientras el gremialista mantenga su ascendencia con los pilotos que representa, lo que viene será un aumento de la conflictividad entre la compañía y sus comandantes. Un número antes de seguir: apenas el 0,00001422% de las acciones están en manos de los trabajadores. Por esa milésima, Biró tiene su silla en el directorio. Hasta ahora.
Antes de contar la historia es necesario pasar por la argumentación legal que utiliza el Gobierno para eyectar al piloto. El artículo 59 establece que los directores “deben obrar con lealtad y con la diligencia de un buen hombre de negocios”.
En la Casa Rosada consideran que gran parte de las acciones del comandante atentan contra la empresa, más allá de la inmunidad gremial que ostenta. Pero ese artículo tiene una segunda parte: “Los que faltaren a sus obligaciones son responsables, ilimitada y solidariamente, por los daños y perjuicios que resultaren de su acción u omisión”. Este último párrafo es la llave como para que la empresa intente una acción directa, por daños y perjuicios, contra el piloto. Irán directamente por su patrimonio e intentarán resarcir los daños que causó su accionar con el bolsillo de Biró. Materialmente imposible, pero útil a los fines del Gobierno que quiere acorralar al sindicalista, uno de los comandantes que menos vuela en Aerolíneas Argentinas.
La historia de esa silla en el directorio se remonta a mediados de 2019, cuando el sindicalista fue propuesto como director de la compañía en representación del Programa de Propiedad Participada (PPP), un esquema que se diseñó en los años 90, cuando se privatizó la línea aérea. Entonces se entregaron acciones a los empleados que quisieron tomarlas y que trabajaban en la empresa. Fue el momento del “Director Obrero”, como los propios gremios llamaron al trabajo complementario que tiene el piloto desde entonces.
La historia empezó en 1994. Cuando se decide la venta de la línea aérea, entonces de bandera, se estableció la posibilidad de que los empleados que quisieran pudieran suscribir el 10% de las acciones de la compañía. Era requisito que fuesen trabajadores de la nómina en ese momento. La normativa establecía que la empresa, que pasaría de sociedad del Estado a una sociedad anónima regida por el derecho comercial, iba a mantener ese director siempre y cuando ese paquete accionario supere el 5% del total.
Los años pasaron y los aportes de capital, también. Con el tiempo, la cuota se empezó a licuar, especialmente cuando se decidió contablemente que los subsidios ya no eran préstamos y deuda, sino inyección de capital. Tanto se achicó que actualmente la porción, como se dijo, es 0,00001422% de las acciones. Sin embargo, el Estado permitió mantener ese director pese a que ya se estaba por debajo del cinco por ciento.
En 2018, algunas cosas cambiaron. La empresa aprobó nuevas normas de compliance y transparencia y dispuso que los directores no podían nombrar familiares en la empresa. En septiembre de ese año, un estudio interno de la aerolínea encontró que un familiar del entonces director por la PPP, Rodolfo Casali, había sido nombrado.
Casali renunció a su cargo, ya que prefirió mantener el trabajo de su hijo. La silla vacía y la unidad de los gremios aeronáuticos generaron una oportunidad para tener más poder en la compañía y para sacar provecho de la situación. Fue una de las primeras veces que los sindicatos se unieron y, por consenso, determinaron que sea el piloto el que se siente en el codiciado sillón.
El acuerdo gremial de entonces no solo involucró al nuevo director. Las acciones PPP establecen que el representante es, en realidad, la voz de aquellos trabajadores en la mesa de decisiones. Debajo de él se creó un Comité Ejecutivo de siete miembros que le entrega el mandato en cada una de las posturas que tome. A ese órgano colegiado se sumaron otros dos sindicalistas: Rubén Fernández (UPSA) y Edgardo Llanos, secretario general de APA. El gran ausente fue Ricardo Cirielli, de los técnicos aeronáuticos (APTA), que se retiró de la lista enojado con alguno de sus colegas.
Hay una particularidad. Biró jamás tuvo acciones en la PPP, ya que ingresó a la línea aérea después de aquel reparto. Pero para ser representante en el órgano de decisiones no se necesita ser titular de acciones. Sí, es requisito para los miembros del comité ejecutivo.
La línea aérea jamás ejerció la cláusula que dice que sólo se mantendrá ese asiento siempre y cuando las acciones superen el 5 por ciento. Bien podría ir ahora por esa solución. Pero que se sepa: cualquiera sea el camino elegido, habrá conflictividad y la operación aérea sufrirá. Al menos mientras Biró maneje a toda la tropa de comandantes. Por ahora, nadie desobedece al poderoso líder sindical que en pocos días se quedará sin silla en el directorio y tendrá que lidiar con un cuantioso juicio.