SAN FRANCISCO, Estados Unidos.– En el show que propone la NBA en todos los partidos, el Juego de las Estrellas que se desarrollará este domingo en San Francisco es, sin dudas, el punto máximo de autocelebración de la liga de básquetbol más importante del mundo. Lo tiene todo: figuras globales, equipos cuyos nombres son marcas registradas y números que impactan. La estadounidense es la tercera de las liga deportivas más importantes del mundo, superada económicamente sólo por la National Footbal League (NFL, fútbol americano) y la Major League Baseball (MLB, béisbol), y muy por encima de la Premier League, la Champions League y la Bundesliga.
La NBA atraviesa un momento de enorme exposición de su juego y sus figuras, en el que todo se hace viral: la llegada de los jugadores al estadio (transformada en una pasarela), las jugadas individuales, los nuevos modelos y colores de zapatillas, y las estadísticas, cada vez más espectaculares. Más triples, más puntos, más jugadores capaces de hacer todo. Ahora bien, ¿qué hay más allá del show y de los números?
Hay quienes dicen que la liga perdió gran parte de su encanto cuando, primero, se volvió tan políticamente correcta, y segundo, cuando el juego se tornó aburrido. Hasta fines de los años noventas el trash talk (“conversación basura”: provocaciones e insultos entre basquetbolistas) agregaba un condimento; hoy es sancionado. El atractivo de un partido que se definía en los últimos segundos –y en el que ese juego sucio cumplía su parte– quedó en el pasado cuando los tripleros empezaron a definir los encuentros en los terceros cuartos y los rivales dejaron de ser rivales para ser apenas oponentes. Ya no hay lugar para un Michael Jordan que odiaba a Isiah Thomas cuando LeBron James y Stephen Curry poco menos que comen asado juntos cada domingo.
En ese contexto, el NBA All Star Game y todo lo que lo rodea –una San Francisco a su servicio, lanzamientos de cientos de productos deportivos especiales para la ocasión, medios del mundo que concurren para ver a las mayores figuras en un mismo partido– todavía resultan el show ideal para que la NBA se autocelebre, con sus virtudes y defectos.
Compacto de la segunda jugada del All-Star Weekend
El Juego de las Estrellas encuentra a la liga en un momento de convulsión tras el traspaso de Luca Dončić a Los Angeles Lakers en el medio de la temporada, algo permitido por una de esas reglas que siempre priorizan el negocio y el espectáculo, y que serían impracticables en, por ejemplo, el fútbol argentino. Dončić ahora comparte equipo con LeBron James, que tal vez –con él nunca hay certezas– protagonice su último All-Star, con 40 años. Otro astro maduro es Curry, dueño de casa, que acusa 36. James Harden tiene 35, uno menos que Kevin Durant y uno más que Damian Lillard. La longevidad es un beneficio para la humanidad, pero puede ser un problema cuando se trata de sostener un negocio.
Afortunadamente, los nuevos talentos nunca se agotan, y si la liga les permite madurar como jugadores sin poner sobre ellos la presión de ser figuras instantáneas, seguramente podrán explotar juntos y hacer sinergia. Entre esas figuras de veintipico sobresalen el canadiense Shai Gilgeous-Alexander (Oklahoma City Thunder; firme candidato al MVP), Anthony Edwards (Minnesota Timberwolves; todo lo que se puede encontrar del estilo old school en la liga) y Jayson Tatum (Boston Celtics; el novio que todo padre querría para su hija).
Otros dos jugadores se salen de lo normal: Nikola Jokić y Victor Wembanyama. El serbio viene de ser nombrado MVP en tres ocasiones y no deja de sorprender que con ese físico tan poco atlético haga todo lo que hace en la cancha. Y el francés, con 2,21 metros, se aleja de la clásica figura del pivote y sorprende con un manejo de pelota y una agilidad infrecuentes para su posición. ¿Estará el futuro de la NBA en los jugadores extranjeros en plena era de “America first” (“Estados Unidos primero”)? Que uno de los productos estadounidenses más perfectos y globales apoye su porvenir en estrellas foráneas es todo un signo de que negocios son negocios.
Mientras tanto, el Juego de las Estrellas de la NBA se adapta y busca alternativas para que las audiencias dejen de caer. El acontecimiento de esta noche (ya no es correcto hablar de un partido) será un cuadrangular, del que resultará el campeón de la noche. Como siempre, los jugadores fueron votados por el público, y con ellos tres, “general managers”, Shaquille O’Neal, Charles Barkley y Kenny Smith, armaron tres equipos, que se enfrentarán con un cuarto, que surgió del partido de novatos de primer y segundo años de la liga, realizado el viernes. Cada encuentro tendrá por ganador al primer conjunto que anote 40 puntos. El clásico Este vs. Oeste ya no corre. ¿Será éste el formato definitivo? No lo decidirá el nivel del juego, sino las estadísticas que entreguen la televisión, las plataformas y las redes sociales.