El River de 2014 no jugaba igual que el de 2019. Ambos fueron dirigidos por Marcelo Gallardo, pero los contextos de sus características eran diferentes. Y las prioridades también. El River de 2014 se armó de atrás para adelante, tenía más intensidad y presión que lucidez, pero contaba con futbolistas con oficio que suplieron la falta de elegancia con actitud, cuchillo entre los dientes para recuperar la pelota desde sus duelos individuales y en bloque, y agresividad ofensiva. Así ganó la Copa Sudamericana 2014 y así también se impulsó para conquistar la primera Copa Libertadores del DT más ganador de la historia millonaria, en 2015. Los laterales pasaron a ser claves, más allá de contar con individualidades desequilibrantes. El River 2024, en su regreso, también se está armando de atrás para adelante. Por eso no bien llegó, el Muñeco reforzó la última línea. Y ante Boca, en la Bombonera, volvió a mostrar un estilo más batallador que elegante. Atacó y buscó ganar, pero se impuso desde un costado más aguerrido. El sistema plantado y los posteriores cambios, sumado a la estrategia para vulnerar a Boca este sábado, se asemejaron más a la versión 2015 que a la más elegante, conseguida luego de años de trabajo en un 2019 que tuvo niveles superlativos en Nicolás De la Cruz, Enzo Pérez, Exequiel Palacios y Cía.
La jugada de Marcelo Gallardo de poner tres defensores pareció sufrir una grieta a los seis segundos de iniciado el superclásico. La amonestación de Gattoni, central derecho en una línea defensiva central completada por González Pirez (como líbero) y Paulo Díaz (central por la izquierda) podía romper enseguida la estructura pensada por el DT de River. Sin embargo, nada de eso sucedió. Es que la ubicación de los tres centrales, en un esquema 3-5-2, fue el principio de por qué el conjunto visitante terminó generándole superioridad numérica en la mitad de la cancha, donde se ganan los partidos.
Fabricio Bustos y Enzo Díaz (de muy buen partido, integró el podio de los mejores) no son Mercado y Vangioni, pero se las arreglaron para controlar las proyecciones de Lautaro Blanco y Advíncula, respectivamente, porque además siempre recibían la colaboración de un volante o un defensor central para hacer el 2-1, dependiendo de por dónde venía la jugada.
El gol de River nace de un pelotazo largo de Armani, una pelota dividida para que luchen arriba Bareiro y Colidio con Lema y Rojo (Boca había quedado mano a mano atrás, 2 vs. 2), pero el problema local (y la virtud visitante) es que esa segunda pelota se la anticipó Lanzini a Miramón y -después- lo sabido: aceleración del 10, toque para Colidio y respaldo para terminar la jugada como 9.
Ese anticipo de Lanzini sobre Miramón no fue casualidad. Desde un primer momento, River buscó neutralizarle los tres volantes principales de creación de Boca. No se puede decir que fueron marcas personales, pero… casi. Cada uno tenía su objetivo: así como Lanzini encimaba para no dejar recibir libre a Miramón, Simón lo hizo con Medina y Fonseca con Zenón. Sin receptores en la mitad de la cancha libres (porque Pol Fernández, el más retrasado, estaba presionado por uno de los dos delanteros), la pelota casi nunca le llegó limpia a Cavani y Merentiel, de escasa participación en la primera etapa. El primero tocó 13 pelotas (apenas 8 pases pudo dar) y el segundo 15 (con apenas 8 pases). Los delanteros de River, apoyados por los carrileros y los mediocampistas, tuvieron más participación: Bareiro tocó 26 pelotas (17 pases), según datos de Opta Stats Perform, y Colidio 20, con la función de finalizar más, porque apenas dio 7 pases.
Gallardo leyó bien el cambio de Pezzella por el amonestado Gattoni, y ajustó la línea de 3 corriendo a González Pirez como central derecho y el ingresado Pezzella de líbero. Pero la modificación de Nacho Fernández por Simón le quitó frescura al medio campo, lo hizo más lento porque Lanzini ya estaba cansado (dejó todo en una corrida ante Zenón). Con el ingreso de Acuña por Lanzini (salida obligada) intentó corregirlo. El exRacing le devolvió algo de dinámica para trasladar algunas recuperaciones en contraataques vía Borja y Mastantuono (que entró por un fusilado Colidio).
Lo mejor de River ante Boca
A River le faltó justeza para resolver las recuperaciones en situaciones de riesgo. Ante un Boca cada vez más confundido, que terminó tirando pelotazos al área, el Millonario volvió a controlar el juego en la zona de mediocampistas, en esa donde se impusieron Simón y Fonseca, y donde brilló Lanzini, hasta que el físico le dio. La batalla estuvo, como en 2014 y 2015, en el medio, con los laterales subidos para generarle una superioridad numérica 5 vs. 4. Y la mayoría de los centros que envió el Xeneize fueron despejados por los defensores millonarios, una muralla de arriba.
Quizás la mejor noticia para Gallardo, más allá del triunfo, fue haber visto la vieja versión de Lanzini, esa que hace tiempo no entregaba y que, de cara a la Copa Libertadores, es el refuerzo que le faltaba de la mitad de la cancha para adelante. Manuel se había ido justo al exterior, pero había participado de algunos entrenamientos en 2014. Algo estaba familiarizado con lo que vuelve a ocurrir ahora ante Boca.