¿Es mejor Cristina que Victoria Villarruel?

Javier Milei activó premeditadamente la crisis institucional más importante que puede suceder en una república: el enfrentamiento directo entre el Presidente y su vicepresidente (vicepresidenta, en este caso). Aunque el mileísmo lo niegue con unánime insistencia, lo cierto es que el jefe del Estado está obsesionado con algunas encuestas que muestran a Victoria Villarruel con iguales o mejores índices de popularidad que el propio Milei. ¿Celos porque seduce a la opinión pública? Sí. ¿Pruebas? Desde febrero pasado, Villarruel no forma parte del organigrama oficial del Gobierno, aunque formalmente es una funcionaria del Poder Ejecutivo. La página web oficial que da cuenta del organigrama del Gobierno coloca al Presidente en primer lugar; a su hermana, Karina Milei, en segundo lugar, y en la tercera posición está el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Sucedía lo mismo cuando el jefe de los ministros era Nicolás Posse. “¡Afuera!”, como suele decir Milei. Todo tiene el color y las formas de la arbitrariedad. Antes del secretario o la secretaria general de la Presidencia, que es el cargo de Karina Milei y que tiene jerarquía de ministro, están protocolarmente el vicepresidente de la Nación, el jefe de Gabinete y el canciller. El mileísmo dice que el Presidente pegó sobre Villarruel en el momento oportuno porque, en realidad, tenían ganas de azotarla desde hacía rato. La realidad indica que concedió esa entrevista periodística para hablar mal de su vicepresidenta. Y habló muy mal según el lenguaje del mileísmo y sus significados: “Está cerca de la casta”, dijo de Villarruel. No hay muchos insultos del oficialismo más importantes que ese. La oportunidad es extraña porque la última noticia pública que se tuvo de Villarruel fue que había cerrado el recinto del Senado para evitar que la oposición le armara una reunión del cuerpo y comenzara a rechazar leyes y decretos de necesidad y urgencia como quien descarta papeles inservibles. La decisión es legal, porque el reglamento interno de la cámara establece una serie de requisitos para reunir al cuerpo, pero no es legítima ni mucho menos democrática. El recinto de un cuerpo parlamentario está precisamente para que los legisladores de distintas extracciones políticas puedan debatir y aprobar o rechazar las leyes. Dicen que la propia vicepresidenta tomó esa decisión molesta con ella misma por haber cerrado el recinto, aunque resolvió hacerlo, cuentan que razona, para blindar a su gobierno de las tretas opositoras. En diciembre del año pasado, Villarruel logró reunir a 39 senadores no peronistas ni kirchneristas que le permitieron integrar las comisiones sin la prepotencia política de los seguidores de Cristina Kirchner. El peronismo tiene 33 senadores y la mayoría se alcanza en el Senado con 37. Solo le faltan al peronismo cuatro senadores para la mayoría absoluta. Con todo, aquellos 39 senadores con los que Villarruel se pavoneó hace un año ya no están. “A esa mayoría la dinamitó la constante mescolanza política que arma y desarma Santiago Caputo”, dicen altos funcionarios del Senado.

Los políticos desconfiados eligen primero a sus adversarios y después, o nunca, a sus aliados

¿Cuál es, entonces, la culpa de Villarruel? Funcionarios del Gobierno deslizan que a Milei le molesta la impotencia del oficialismo en la Cámara alta del cuerpo. El Presidente nunca se detiene para ver qué errores cometieron los suyos antes de culpar a otros. ¿Por qué Villarruel pudo reunir 39 senadores hace un año y ahora queda solo un puñado insignificante de miembros de esa cámara en condiciones de acompañar al Gobierno? No es, desde ya, consecuencia de que al Gobierno le vaya mal. Al contrario, Milei aprovechó su mejor semana, si bien se miran los datos de la economía, de las encuestas y sus encuentros internacionales (Donald Trump, Emmanuel Macron y la italiana Giorgia Meloni en menos de una semana), para despacharse contra los periodistas y, lo que es peor, contra su vicepresidenta. También le hizo a Villarruel una crítica pública por su reunión con Isabel Perón en Madrid, un encuentro cuya justificación, es cierto, le complicó la existencia a la vicepresidenta. La viuda de Perón representa todo lo malo de la política argentina y de su historia reciente, pero ella suele decirles a sus íntimos que el mayor problema de su gobierno, en los años 70, no fueron los militares, sino la insoportable presión sanguinaria de las organizaciones guerrilleras. Es verdad que tanto el ERP, primero, como los Montoneros, después, se levantaron en armas contra un gobierno elegido por la sociedad, aunque haya sido pésimo, y que esa insurgencia armada les abrió las puertas del gobierno a los militares. Villarruel, que es hija de un oficial del Ejército que murió en 2021, suele poner especial énfasis siempre en la acción de los grupos guerrilleros en la década del 70 como el precedente que explica la posterior irrupción de los militares. En esa coincidencia implícita se explica su reunión con la expresidenta afincada en España desde hace más de 40 años.

Otro reproche de Milei a Villarruel consiste en la oposición de esta, también pública, a la nominación del juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia. “No creo que haya sido la mejor elección, siempre fue una candidatura controversial”, se despachó sobre Lijo en una reciente disertación en el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, algo podría estar sucediendo en el Senado con el acuerdo por parte del kirchnerismo y la candidatura de Lijo. Este polémico candidato y Manuel García-Mansilla, el otro candidato, ni polémico ni cuestionado, necesitan del aporte de al menos una parte del peronismo. El acuerdo senatorial de esos candidatos requiere de los dos tercios de los votos de los senadores presentes en el recinto. Son 48 votos eventuales, imposibles de alcanzar sin una parte del peronismo. El viernes se sumó Lucía Corpacci, senadora peronista y exgobernadora de Catamarca, a la firma del despacho de la Comisión de Acuerdos del Senado, indispensable para que la propuesta del Gobierno sea tratada por el plenario del cuerpo. Corpacci, familiar de la otrora poderosa dinastía catamarqueña de los Saadi, no haría nada sin la aprobación previa de Cristina Kirchner, mucho menos en un tema de tanta repercusión política y pública. La supuesta alianza de Milei con Cristina Kirchner sucede en un momento raro, porque el Presidente acaba de privarla a ella de jubilaciones, pensiones y suplementos por “vivir en zona austral” por valor de 35.000 dólares mensuales. La vergüenza no existe para algunos políticos: Cristina Kirchner vive en la Capital (o en Olivos) desde hace por lo menos 30 años. En Santa Cruz es solo una turista frecuente. De todos modos, ciertos trazos de un acuerdo subterráneo comenzaron a percibirse con el tratamiento de la ley de ficha limpia. De aprobarse, esa ley dejaría a la expresidenta fuera de la competencia electoral el año próximo. Se necesitaban 129 diputados para abrir la sesión de la Cámara de Diputados, pero el presidente del cuerpo, el mileísta Martín Menem, la levantó por falta de quorum cuando había 128 diputados (faltaba solo uno) y había transcurrido un minuto después de la hora establecida. Las esperas interminables hasta iniciar una sesión plenaria son lo más común que suele ocurrir en el Congreso. Más aún: había 129 diputados en el recinto, pero algunos no estaban sentados. Cuando los legisladores se sientan, un mecanismo da cuenta de sus presencias en una pantalla gigante de la cámara. Hay antecedentes, con todo, de que los legisladores que están de pie dentro del recinto también forman parte del quorum. Sucedió, además, algo curioso: había 128 diputados cuando ingresó el socialista Esteban Paulón, que gastó tiempo buscando su banca en lugar de sentarse en cualquiera. Cuando Paulón la encontró y el número de asistentes marcó los 129 necesarios, en el acto se levantó de su banca Marcela Coli, una diputada radical que está en el bloque de Facundo Manes. Otra vez 128 diputados, uno menos. Entonces, Menem decidió levantar la reunión. También merodeaba dentro del recinto, aunque no se sentó nunca, el presidente del bloque peronista, Germán Martínez, seguramente para observar la suerte de su jefa. Martín Menem debió emplazarlo a sentarse o a abandonar el recinto. No hizo nada. Los diputados enfermos están obviamente justificados, pero hubo varios que no son kirchneristas y que se ausentaron de la reunión porque tenían enfermos a familiares, amigos o vecinos. Un caso llamativo fue el de Florencio Randazzo, supuestamente con un pariente enfermo, cuya presencia hubiera permitido la reunión para aprobar la ficha limpia.

Ni García-Mansilla ni Lijo están dispuestos a responder hoy si aceptarían una designación en comisión. “Sus pliegos están en tratamiento parlamentario y una nueva firma en la comisión señala que el Gobierno está buscando un acuerdo político para sus designaciones”, argumentaron cerca de ellos, y agregaron: “Eso de que los designarían en comisión son puras hipótesis”. ¿Quién está trabajando en ese acuerdo? Versiones coincidentes señalan que los diálogos secretos existen entre Santiago Caputo, que controla gran parte del Gobierno sin cargo, sin firma y sin responsabilidad formal, y Eduardo “Wado” de Pedro, un cristinista fanático que durante algún tiempo fingió cierta cortesía política. El Gobierno impulsó también la eliminación de las elecciones primarias y obligatorias. Esa fue una aberración política de Néstor Kirchner para encerrar al peronismo en un corral, pero que le cuesta mucho dinero al Estado y que tortura a la sociedad en los años electorales. Sin embargo, la primera interesada ahora en eliminar las PASO es Cristina Kirchner porque luchó por la presidencia del Partido Justicialista para tener el monopolio de la confección de las listas de candidatos a legisladores en 2025. Las PASO les darían a sus opositores dentro del peronismo la alternativa de desafiarla en una elección interna. Milei está haciendo todo lo posible para que eso no le suceda a Cristina. Los políticos desconfiados eligen primero a sus adversarios y después, o nunca, a sus aliados.