Ingeniero White, el barrio fabril frente al puerto de Bahía Blanca que fue el más castigado por las inundaciones

BAHÍA BLANCA.— Para llegar a Ingeniero White hay que desviarse. El camino más directo está cortado por personal de seguridad, indican tomar una bifurcación por Vieytes, que equivale a dar muchas vueltas. El agua sigue alta por sectores. La policía y la gendarmería trabajan en lugares anegados, buscan sacar camiones volcados, buscan gente. Los puentes están cortados en su mayoría.

La imagen más repetida del día es la limpieza. No hay ninguna actividad, el foco está puesto en poner orden al caos que persiste en los hogares. En esto se abocan los vecinos y comerciantes de la localidad, una de las más afectadas, junto con General Cerri, por la tormenta que el viernes pasado provocó que rebalsaran el canal Maldonado y el arroyo Napostá. En White, contaron los vecinos, este domingo a la noche empezó a bajar el caudal, y esta mañana, los restos de humedad, el barro y los muebles destrozados muestran el 1,40 aproximado al que habría llegado, en algunas casas, el agua.

La solidaridad, una imagen que se repite en Ingeniero White, el barrio más castigado de Bahía Blanca

Otra imagen que se repite en el mismo escenario es la solidaridad. Se intercambian herramientas, se buscan y llevan donaciones. Todo lo hacen a pulmón y los protagonistas son los propios locales.

Sobre la calle Belgrano al 3600, Maximiliano Gastón Chaves trabajaba en el desastre que quedó en la casa de su suegra, junto con su esposa, Magalí Lorena Otero y su hermana Ana Otero. Los muebles estaban, en su mayoría, en un patio lateral. La madera en muchos de ellos levantada, y los electrodomésticos, completamente perdidos. Aunque impacta, y duele, eso no es lo que más los afecta: “Perdés todo. Todo. Los animales. Las fotos. Todo lo que no es solamente material”, dijo Magalí, mientras empujaba el agua hacia afuera.

La tristeza también afecta en el recuerdo. El viernes, cuando empezó el temporal, la mamá de Magalí, una señora de 80 años, estaba sola en esa casa que hoy intentaban secar. Cuando todo se empezó a inundar, ella y Maximiliano salieron a buscarla, resguardarla en un centro para evacuados. El agua llegaba al pecho, le pidieron ayuda a un señor que trabajaba sobre una pala mecánica, a la entrada del pueblo, para que los alcanzara, pero “había terminado su turno”.

Recién hoy bajó el agua en Ingeniero White y las familias empezaron a limpiar sus casas, como hacen en la imagen Magalí y Ana

“Nosotros veníamos caminando, descalzos, con el agua hasta acá. Y nos decían ‘tráiganla caminando’. A una señora mayor. Si no la hubiésemos buscado esa noche, no sé si la volvíamos a encontrar”, contó Maximiliano.

Después de un rato pasó el ejército y los ayudaron. Cuando llegaron, la mamá de Magalí estaba durmiendo sentada sobre una mesada de la cocina, los pies arriba de una silla. Se había posicionado al lado de las hornallas, porque además hacía frío. Se quedó a cuidar de sus perros y gatos.

A pesar de que Bahía Blanca viene sufriendo de fuertes inundaciones en los últimos años, y que, como contaron, es una zona de emergencia, muchos de los centros no estaban los suficientemente preparados para recibir tanta gente. Algunos dormían sobre mesas, en el piso otros, faltaban colchones, comida, agua. Faltaban generadores, por lo que a la noche no tenían luz.

Magalí los recorrió buscando a su madre, pensando que se había acercado a uno de estos. “Con la desesperación de buscar a tu familia, no sabés si se ahogó, todo fue inoperancia y confusión. Y no es la primera vez que pasa. Tengo 47 años y ya vi cinco inundaciones. Y no se toman medidas de evacuación, que los centros estén mínimamente preparados”, sostuvo.

Barrio fabril

Lo localidad, ubicada frente a la costa, donde está el puerto de Bahía Blanca, es una zona fabril. Y por eso, continuó Magalí, hay protocolos de evacuación, ante posibles contingencias, que enseñan cómo llevar a cabo estos procedimientos de forma ordenada. “Se supone que tenés pautas a seguir en una situación así. La desorganización se ve en la situación”, se lamentó.

La angustia de Alfredo Cardona, vecino de Ingeniero White

La mamá de Magalí estuvo dos días “bajo el agua”, producto, sobre todo, de la caída desde la Sierra de la Ventana, la crecida del Maldonado y la sudestada. “Cuando pasaron levantando gente, mi mamá, que tiene dos perros y un gato, se quedó con ellos. ¿Cómo nadie le dijo: ‘Los llevamos’? Uno además se quiere quedar en su casa. También le da miedo que entren a robar. Hay oportunistas, en el supermercado acá a la vuelta rompieron los vidrios para robar televisores”, agregó Magalí.

Ejemplos como este hay varios. Pero las historias se completan, este lunes, con el lado B: la recuperación y la voluntad de la gente que entendió que Ingeniero White necesita ayuda. “El tema de las donaciones, la ropa, la comida, fue todo a pulmón. Una ayuda entre ciudadanos, no entre organizaciones. La ayuda fue entre todos”, detalló Maximiliano.

Los comercios del lugar también empezaron a limpiar

Caminar por White, como le dicen los locales, es también una imagen repetida tras la otra: colchones, mesas, sillas, sillones, restos de todo lo que el agua destrozó, en las veredas, en las puertas de las casas. Hay poca gente dando vuelta, pero bastantes camionetas con las cajas cargadas de bolsas, mantas, bebidas. Es la ayuda a la que se refería Maximiliano.

En una esquina se juntó un grupo de amigos y uno de bomberos voluntarios. Son parte de esa gente que está haciendo lo posible por dar una mano en las zonas más alejadas, que este lunes se encontraban en pésimas condiciones, aunque ya sin agua en las calles, todavía dentro de algunas casas, con caminos de tierra vueltos un lodazal, sin comida. Sin ropa. “Vemos que mucha gente acá [en White] ya se están autoabasteciendo, por eso vamos a la parroquia a ver si tienen un estado de las zonas más difíciles, como El Saladero, del otro lado del puente, que es todo bajo y lleno de tierra, con familias de bajos recursos”, contó Pablo, uno de los bomberos que, aprovechando que terminó su turno, pudo encarar esa otra labor de ayuda.

La ayuda es constante en cada cuadra del barrio

Aunque en varios sectores se ve personal del ejército, no están apostados para asistir, sino sobre todo para poder hacer evacuaciones en caso de que sea necesario. Se los puede ver con camiones, algunos tienen un gomón preparado por las dudas. Pero a pocas cuadras, Gabriel Soso perdió absolutamente todo lo que tenía en su casa, en la que el agua todavía llegaba hasta los tobillos, pero con marcas en las paredes que evidencian un crecimiento que superó el metro de alto. Hay ropa flotando por todas las habitaciones. Un televisor, una heladera y un microondas en el suelo. El jardín, al fondo, completamente cubierto.

En esa zona se enfocan los voluntarios. “Yo terminé mi turno. Vengo laburando desde el viernes. Me dieron una hora de descanso, pero no puedo descansar así. Vamos a los centros a buscar donaciones. Están trayendo mucho, de todos lados. Esta semana y la que viene va a estar lleno porque viene un tren de seis vagones de Buenos Aires. Hay camiones que van a venir de todos lados”, comentó Pablo.

Ayuda estructural

Están agradecidos, pero hay un faltante clave que destaca: si bien es necesaria la ropa, la comida y el agua, todo eso es lo que más llega a la región. La gente, sostuvo, necesita también “ayuda estructural”: mesas, sillas, camas.

“Si alguien tiene dos mesas y no usa una, o sillas que quizás están medio rotas. Si tenés el caudal económico podés cambiarlas y entregar esas. Yo soy bombero, y veo catástrofes todo el tiempo. Esa satisfacción de poder colaborar y contener a la persona, eso no te lo va a pagar nadie”, aseguró.

Un vecino, que se identificó como

Ya en Bulevar Saladero, los jóvenes y bomberos reparten bultos. Pasan consultando qué necesitan, cuánta gente hay en la casa. Otros chicos que llegan más tarde preguntan si necesitan servicios veterinarios, suministros de salud. Andrea, una vecina que se acercó a buscar algo de ropa, contó que hace dos días empezaron a llegar grupos repartiendo donaciones. “Mucha gente, gente de todos lados. Pero del Municipio no vino nadie. Son todos civiles. Ayer vino un gendarme que estaba en su franco. Llamó a un conocido, se prendió, y vinieron a traer cosas”, contó. Del Municipio pidió que “aunque sea traigan velas”, porque siguen sin electricidad.

Sebastián Tombessi es parte de otro grupo de jóvenes que llegó en una camioneta cargada de bultos. Son vecinos de Bahía que vinieron a ayudar. Estuvieron ayer trabajando en una capilla desde el domingo. Son amigos o conocidos, parte de la iglesia católica y, algunos, de los scouts. “Hoy fuimos a buscar donaciones que llevaron para Calle Belén. Agarramos las bolsas que pudimos, las que nos dieron. Y vinimos a Ingeniero White porque nos dijeron que había zonas donde todavía no había llegado la asistencia. Trajimos lo que pudimos: agua, ropa, lo que sea. Y ahora vamos a intentar hacer un relevamiento por el barrio, para ver la necesidad de cada uno y qué les falta. Ver cómo podemos clasificar esto [las donaciones] y darlo a quienes lo precisen”, explicó.

Una vecina tira libros, relojes y ropa que quedaron inservibles a la vereda

Cuanto más se alejan las casas del barrio de las fábricas, más agua queda en las casas, más barro en las calles. Una señora tiraba libros, relojes, ropa, agranda una pila de escombros que eran sus muebles. Una chica sacaba agua con un balde. Carla recibió abrigo en la puerta de su casa, y zapatillas para su hijo, que está descalzo. También un buzo para su padre, que está recién operado de una hernia. Mientras tanto, repasa los resultados de la catástrofe: los fallecidos, desaparecidos, las pérdidas. “A mí me duele esto. Me duele White”, dijo mientras, le probaba el abrigo al papá.