Se hace relevante analizar los últimos ciclos de easing monetario (política monetaria relacionada a la baja de tasas de interés) encarados por la Reserva Federal de Estados Unidos cuando el mismo comienza bajando su tasa de referencia en “50 puntos básicos o más” (0,50%), tal como aconteció durante este septiembre.
Resulta relevante considerar que en 2001 fueron 50 puntos básicos; también en 2007; y en 2020, con el Covid, resultaron en 150 puntos básicos. Lo normal de acuerdo con su historia reciente es que la Fed vaya por 25 puntos básicos de recorte (0,25%). Si va por más, es como que el mercado olfatea que la Fed percibe que algo se rompió y ‘podría haber llegado tarde’, estando lo tardío relacionado, en este caso, al concepto de recesión.
Lo que suele acontecer luego de estas bajas que, en términos relativos, se consideran ‘grandes’, en general apunta a fuertes retornos negativos en el mercado de acciones de EE.UU.
En 2001, el S&P entra en corrección luego del evento y le lleva 644 días para hacer mínimos con un retorno en dicho lapso de -42%. Al Nasdaq le lleva 642 días para hacer mínimos con un retorno en dicho lapso de -68%. En 2007, al S&P le lleva 538 días para hacer mínimos con un retorno en dicho lapso de -55%. Al Nasdaq le lleva 429 días para hacer mínimos con un retorno en dicho lapso de -49%.
Y en 2020, al S&P le lleva 20 días para hacer mínimos con un retorno en dicho lapso de -26%, mientras que al Nasdaq le lleva 17 días para hacer mínimos con un retorno en dicho lapso de -19%.
La historia a veces nos da una perspectiva más que razonable, al menos para tenerla en cuenta, si es que se quiere imaginar lo que el 2025 podría depararnos.
Frente a esta coyuntura, resulta útil tener en cuenta que las bajas del mercado en 2007 y 2020 se frenaron con quantitive easing (o QE, la emisión indiscriminada de dólares por parte de la Fed contra la compra de bonos).
De cara al año próximo, ya han venido ocurriendo eventos que apuntan hacia un proceso de descuento de Wall Street en este frente, ya sea por rotaciones en favor de posicionamientos defensivos (utilities overperformando al Nasdaq en 2024) o a través de una significativa desinversión de curva, lo cual se suele correlacionar a eventos de recesión inminente.
Las últimas dos desinversiones de curva de tasas de interés (prolongadas) ocurrieron respectivamente durante los períodos del 2000 y el 2007 y, en ambos casos, resultó en una formidable crisis con pérdidas para el S&P de aproximadamente 50%.
La primera fue la dot com bubble (2000) y la segunda la housing bubble (2007), esta última resultando en la quiebra de Lehman Brothers en septiembre 2008 y generando un caos global nunca visto antes.
En ambas crisis, el S&P perdió aproximadamente 50% de valor en los meses/años siguientes a la finalización de la inversión de curva. En este contexto incierto que se nos viene encima para 2025, es útil tener bien presente a la historia, especialmente con la formidable complacencia que vienen mostrando los mercados desde octubre 2023, momento en que se aceleró el concepto de inteligencia artificial (IA).
Si ahora llegase a pincharse la ‘burbuja de IA’, ya sabemos a dónde podría irse el S&P, recordando que, desde los mínimos del Covid (marzo 2020), el índice exhibe un retorno superior al 100%.
El contexto en el que se da la reciente baja de tasas de interés es el que corresponde a una notable hiperinflación de activos financieros que ha generado a su vez un imparable rally en el mercado de acciones, especialmente el Nasdaq.
Estamos frente a un proceso hiperinflacionario global e histórico en activos financieros iniciado en 2008 con el primer QE de la Fed y, como alternativa de ahorro preferente, el mercado huye hacia acciones, metales preciosos y criptomonedas.
Se ha creado desde el QE1 (2008) un perverso equilibrio de mercado en donde los bancos centrales del G10 obligan a escapar de la licuación del dólar a través de la compra de hard assets (activos con valor intrínseco real) alternativos, generando un proceso gigantesco de reflación global.
De esta manera, el dólar norteamericano es una moneda ‘estable’ según como se lo mire: obviamente que, contra sus dos monedas competidoras por tradición, yen y euro, más o menos la viene surfeando bien, pero, si se analiza la evolución del dólar desde los mínimos del Nasdaq por marzo 2009, el mismo se ha ‘megadevaluado’ contra acciones.
El 4 de marzo 2009 el QQQ cotizaba en 25,71 o sea, u$s25,71 compraban una unidad de QQQ. Actualmente la cotización del QQQ ronda 475, o sea, u$s1 compra solamente el 5% de lo que pudo adquirir 15 años atrás.
La contrapartida de todo esto es la generación de una burbuja global que hoy estamos viendo y no tiene por qué implosionar en la medida que no se supriman los estímulos monetarios oportunamente inyectados al mercado.
El plan probablemente será dejar inalteradas las distintas megaemisiones monetarias implementadas y que, a lo largo de los años, el crecimiento global y la inflación las licúen.
Lo que hoy vemos es una nueva trampa de liquidez, una en donde la Fed no puede salirse porque, de lo contrario, todo colapsa y, para muestra, basta recordar lo que aconteció semanas atrás con el carry unwind de Japón que duró menos de una semana y torció la voluntad de su banco central.
Si, en este contexto, China pudiese rebotar económicamente, la reflación también podría beneficiar a los commodities agrícolas como la soja, el trigo y el maíz, que al tener también valor intrínseco podrían servirle al mercado como instrumentos para evitar la perversa licuación del dólar. Este último evento depende de una recuperación de la economía china que pareciera no querer ocurrir nunca.