Jimena Cyrulnik decidió iniciar una odisea en la cual se animó a realizar una cabalgata por el cruce de Los Andes. Fue así como se subió a un caballo y, acompañada por su marido, emprendió esta aventura que le llevó varios días y en la que incluso pasó año nuevo.
Con el afán de realizar nuevas actividades Jimena Cyrulnik se animó a sumergirse en la Cordillera de Los Andes desde Mendoza. “Fuimos con mi marido y con un grupo de gente”, contó sobre esta aventura. Fue así como expuso que no eran los únicos en esta cabalgata sino que los acompañaban unas “veintipico” personas.
Entrando en detalles de esta experiencia, la actriz contó que el guía de esta expedición era Darío Gallardo, un gaucho correntino con una enrome experiencia para poder guiarlos a todos en este camino: “Es un gaucho de pura sangre, un crack. Esta fue su cabalgata número 193”. Sumado a esto, los acompañaban 3 baqueanos: “Ellos son los que arman todo, te guían y están atentos a que no te falte nada”.
Ante la duda respecto a cómo se llevaba ella con la cabalgata, expuso que tenía experiencia en el tema: “Aprendí dos años, y estando allá arriba me di cuenta que me sirvieron bastante”. Por lo que incluso destacó a su compañero de travesía: “Parecía una cabra. Trepaba, subía y bajaba por las rocas que pensabas: por acá no pasa, pero pasaba”.
“Desde donde acampamos la tercera noche, podíamos ver la montaña donde cayó el avión de los uruguayos en Los Andes. Estábamos a tres kilómetros”, contó sobre el sitio exacto por el cual pasaron durante esta experiencia.
Asimismo, reveló que más allá de la belleza del paisaje, también tuvieron algunos problemas: “Igual, por más que usabas todo, el viento te corta, te lastima, y el sol te hace doler. Terminabas con los ojos hinchados por la tierra, los labios agrietados, las manos rasposas y la cara como castigada, como si la montaña te golpeara todo el tiempo”.
Más allá de esto, celebró por la posibilidad de pasar allí el Año nuevo: “Brindamos por el Año Nuevo entre las montañas, a 2800 metros de alturas, con cero grados, con viento, sin luz, a la luz de las estrellas, comiendo chivito frito y mirando satélites que pasaban como pájaros”.
“Es una travesía para hacer una vez en la vida. Te ponés a prueba, aprendés a valorar lo esencial: desde una sombra, una ducha caliente, una cama”, concluyó Jimena Cyrulnik sobre esta experiencia recorriendo la Cordillera de Los Andes.
