Sunday

23-02-2025 Vol 19

La historia de una pareja inseparable, 79 años juntos y una despedida con horas de diferencia

Hubert y June Malicote construyeron una vida juntos con esfuerzo y amor, enfrentando cada desafío con paciencia y respeto, demostrando que las relaciones duraderas se basan en pequeños gestos cotidianos (Malicote family)

La iglesia estaba llena aquella tarde de septiembre de 1941. El sonido del sermón flotaba en el aire, pero Hubert Malicote, de 19 años, apenas prestaba atención. Sus ojos vagaban por el templo hasta que se detuvieron en una joven de cabello oscuro, sentada unas filas adelante. En un momento, ella giró la cabeza y le sonrió. Fue solo un instante, pero suficiente para cambiarle la vida.

Según People, después del servicio, como era costumbre, los jóvenes estadounidenses caminaron hasta la heladería del pueblo. Hubert se las ingenió para quedar cerca de ella, escuchar su risa, encontrar cualquier excusa para alargar la conversación. No había autos esperándolos afuera, no había prisa. Se despidieron sin promesas, pero él ya había decidido volver el domingo siguiente. “Si ella no me hubiera sonreído ese día en la iglesia, me pregunto cómo habría sido mi vida”, recordaría Hubert muchos años después en una entrevista con The Washington Post.

Las semanas pasaron con la expectativa silenciosa de los primeros amores. Se sentaban juntos, se buscaban con la mirada. Su primera cita oficial fue en la feria del condado, entre luces parpadeantes y el olor del algodón de azúcar. Cuando Hubert la acompañó a casa esa noche, su corazón latía con fuerza. Se sentía torpe, inexperto, pero ella estaba ahí, con su vestido rojo, mirándolo con dulzura. Se inclinó y la besó. Y después, sin saber cómo reaccionar, salió corriendo.

Durante una semana entera, se preguntó si ella pensaría que era un idiota. Cuando la vio nuevamente en la iglesia, ella simplemente le sonrió. No hubo reproches. No hubo rencor.

En tiempos de guerra y distancia, su amor se fortaleció a través de cartas y promesas inquebrantables, una conexión que ni la incertidumbre ni los años pudieron debilitar (Malicote family)

Un año después, el mundo estaba en guerra y Hubert decidió alistarse en la Marina. Era noviembre de 1942 cuando partió a su entrenamiento en Illinois. Mientras tanto, June trabajaba en una fábrica de maquinaria en Ohio, ensamblando suministros para el ejército. No podían verse, solo escribirse cartas que tardaban semanas en llegar. Fue en una de esas cartas cuando tomaron una decisión: se casarían antes de que él partiera definitivamente.

El matrimonio no tuvo preparativos grandiosos. Viajaron a Indiana para hacerse el examen de sangre obligatorio y, al día siguiente, regresaron a su iglesia para casarse. June usó un vestido prestado y confeccionó su propio ramo con las rosas del porche del templo. Hubert, vestido con su uniforme, la miró con la certeza de que, sin importar lo que pasara, siempre volvería a ella.

Y después, la separación. Hubert fue enviado a Pearl Harbor, donde trabajó en el mantenimiento de torpedos y submarinos. No podían hablar por teléfono ni enviar telegramas que revelaran su ubicación. Pero él encontró la manera de hacerle saber dónde estaba. Le envió un paquete con una falda de césped hawaiana. Semanas después, recibió de vuelta una foto de June usándola. Sonrió. Su mensaje había llegado.

La guerra terminó en 1945. Según Washigton Post, el tren que lo llevaba de regreso a casa redujo la velocidad en la estación de Anderson, Indiana. No había multitudes en el andén, ni pancartas, solo una mujer. June, vestida con su mejor ropa, caminando junto a las vías. El conductor del tren lo miró y le dijo: “Esa chica está esperando por ti”. Hubert bajó con prisa. Ella estaba ahí. Como siempre.

Construyeron su hogar en un rancho de cinco acres en Hamilton, Ohio. Tuvieron tres hijos: Jo, Sam y Theresa. Hubert trabajó en una fábrica de cajas fuertes hasta su retiro en 1990; June dirigía el coro en la iglesia. Criaron gallinas, cultivaron sus propios vegetales, vivieron una vida simple y tranquila.

Su historia de amor trascendió generaciones, dejando como legado a sus hijos, nietos y bisnietos un ejemplo de unión inquebrantable y el verdadero significado de la familia (Malicote family)

El secreto de su amor era sencillo. “Nunca hemos tenido una sola pelea”, dijo Hubert en una entrevista con el canal WLWT. “Si hay desacuerdo, nos damos unos minutos y luego volvemos y lo resolvemos”. Cada noche, sin excepción, se daban un beso antes de dormir. Cada mañana, al despertar, sonreían al verse.

En 2022, ambos cumplieron 100 años. Para celebrarlo, la iglesia donde se conocieron organizó una gran fiesta con 130 invitados. Comieron pastel, rodeados de hijos, nietos y bisnietos. “Nosotros simplemente vivimos el día a día, y de repente nos dimos cuenta de que teníamos 100 años”, dijo Hubert en una entrevista con Fox News Digital.

Pero el tiempo no perdona. June comenzó a debilitarse después de sufrir varios derrames cerebrales. En noviembre de 2022, poco después de Acción de Gracias, su cuerpo ya no resistía más. Fue ingresada en un hospicio.

Cuando Hubert vio que su esposa se iba, algo dentro de él se rompió. El hombre que había construido su hogar con sus propias manos, que había esperado pacientemente el final de la guerra para reunirse con ella, simplemente no podía concebir la vida sin June. En la habitación del hospital, la respiración de June era leve, apenas un susurro. Hubert se quedó a su lado, sosteniendo su mano.

Con 100 años de vida y 79 de matrimonio, Hubert y June celebraron su amor rodeados de hijos, nietos y bisnietos, disfrutando juntos hasta sus últimos días (Malicote family)

“Se derrumbó”, dijo su hijo Sam en una entrevista con The Dayton Daily News. “Murió de un corazón roto.”

Veinte horas después, el 1 de diciembre, June lo siguió. Se fueron juntos, como siempre habían estado.

M.M