Saturday

22-02-2025 Vol 19

“La Mirtha Legrand de Olmos”: su abuela italiana le dio un consejo que nunca olvidó y, pese a una dura realidad, mantiene una tradición con las hortalizas

En 1948, cuando la devastación de la Segunda Guerra Mundial aún pesaba en el alma de Europa, Emilio Chiaraluce y Bruna María Piernia Montenovo emprendieron un viaje lleno de esperanza y desafíos. Provenientes de Ancona, Italia, dejaron atrás un mundo de incertidumbre para llegar a la Argentina, la tierra prometida, como sucedió con miles de extranjeros que deseaban forjar un nuevo futuro. Comenzaron como quinteros en Olmos, La Plata, y con la predisposición de trabajar la tierra y construir, desde cero, un legado que con el tiempo se transformaría en el orgullo de la familia. Hoy, su nieta, Rosa Mansilla, es una de las encargadas de producir las 50 hectáreas que la familia fue adquiriendo con el paso del tiempo, fruto de su trabajo. Cuenta los desafíos que conlleva la producción de verduras, donde tienen que lidiar con las altas tasas de la provincia, y lo que necesita el sector para salir de la vulnerabilidad en que trabajan.

Hidrovía: en el agro piden hacer pronto un nuevo proceso de licitación y que sea “claro y transparente”

Emilio y Bruna se esforzaron día a día, como los recuerda hoy la joven, y tras años de sacrificio, consiguieron comprar un “pequeño terrenito” en la localidad de Olmos, donde, poco a poco, lograron construir no solo una casa, sino un hogar cargado de sueños. A los dos años y medio de haber comenzado esta nueva vida, nació María Teresa, la primera hija de la pareja que comenzó la historia de la familia Chiaraluce en La Plata, marcada desde el inicio por la pasión por la horticultura y el compromiso con la tierra que hoy tiene su segunda generación.

Mansilla recuerda que el verdadero giro en esta epopeya se dio cuando, en aquel viaje desde Italia a Buenos Aires, su abuelo trajo consigo esquejes de alcachofa. Sin imaginar la magnitud de aquel gesto: se sembraron las semillas de lo que hoy se reconoce. La joven sostiene que fue a partir de esto que La Plata se convirtió en la primera ciudad productora de alcachofas, cultivadas con un tratamiento único, muy al estilo platense. La dedicación de aquellos pioneros se extendió a otros cultivos, como el tomate, que con el tiempo se sumó al legado de innovación y tradición que caracterizó a la familia.

Emilio Chiaraluce y Bruna María Piernia Montenovo junto a Rosa

En los 90 nos volcamos un poco más a la ganadería, somos una familia. Mi primo se dedica más a la parte ganadera y yo me dedico más a la horticultura, como se dedicaron mis abuelos. Me formo y capacito, siendo profesional. Y, por sobre todo, recordando mis raíces y comienzos, que eso nunca nadie se tiene que olvidar”, señaló.

La familia siembra 50 hectáreas de tomate redondo, dentro de ellas tienen 23 hectáreas en las que están produciendo tomate cherry. También hacen berenjena, rúcula, brócoli, repollo, entre otras hortalizas.

“El horticultor no tiene la facilidad de un productor de soja que tiene un silo donde puede almacenar los granos, el horticultor no puede acopiar. Si no comercializamos nuestra producción se pudre o se tira qué es peor. Estamos en una situación muy precaria. Nadie da mucha bola o no le da interés. Me puse en el compromiso hace varios años de empezar a impulsar un poco más el sector acá en la región, de hacerlo un poco más visto, de aportar ese desarrollo que nos estancamos en la precariedad y que también estamos mal vistos. Nos han mancillado o ensuciado de alguna forma que capaz que no es la correcta o no se implementaron cosas correctas como lo que es verdaderamente el sector”, relató.

Rosa Mansilla, productora hortícola de La Plata:

La horticultura no tiene rentabilidad. “A veces nos pagan menos de lo que nosotros invertimos, que es el 100% y vivimos al día. No hay un impulso a nivel de valor agregado, de industrialización, no se tiene conciencia, no hay proyectos tampoco a nivel municipal o a nivel provincial que digas esta gente sabe como abarcar el tema. Lo más fácil es la parte social. Intentamos sobre todo cuidar la tierra porque es un tema que tenemos bastante complicado de contaminación de suelos y hasta de agua. Entonces pedimos explícitamente que se hagan buenas prácticas agrícolas”, advirtió.

La joven cuenta que, entre los desafíos que tienen los productores hoy son las tasas municipales que se disparan — en 2025 han aumentado hasta 200% — y una falta de infraestructura básica como caminos rurales, luminarias o seguridad, la lucha diaria se vuelve una constante. A pesar de todo, cuenta, son resilientes. “Desde los primeros años en Olmos, mis abuelos no solo labraron la tierra, sino que también contribuyeron al crecimiento de la comunidad: junto a otros inmigrantes italianos, impulsaron la construcción de la iglesia San Benito y la fundación de la Escuela 119. Su espíritu de colaboración y servicio comunitario sigue inspirándonos a seguir adelante. Fuimos una familia muy inquieta y de movilizarnos, por lo que nos apasiona, que es el campo y es cultivando el suelo y sirviendo a la patria”, contó.

Además de cultivar la tierra, Mansilla forma parte de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y trabaja en la Comisión de Sustentabilidad a nivel nacional. “Mi compromiso es luchar por políticas públicas que reconozcan el valor del sector frutihortícola, un rubro fundamental para un país más sustentable y amigable con el medio ambiente. Abogo por que se impulse la creación de valor agregado en nuestros productos, que se implementen buenas prácticas agrícolas y que se promueva una Ley de Fitosanitarios y de Arrendamiento que brinde soluciones a los desafíos que enfrentamos”, siguió.

La producción hortícola que había antes en la región, dijo, era maravillosa y se hacía pensando en el desarrollo en el futuro, en las generaciones que venían y cuidando siempre el medioambiente. “Mi abuela era la Mirtha Legrand de Olmos, falleció hace un mes y medio con 96 años: trabajó siempre pensando en el futuro y hasta el último momento: ella siempre dijo ‘cuiden la tierra, nunca la vendan, por más de estar bastante ajustado, siempre apuesten a eso, que es el futuro. Hay que ser sustentable y lo más amigable con la naturaleza, que en buena hora’”, afirmó.

La producción de tomates del campo de la familia

Hoy, a pesar de la precariedad y los obstáculos que enfrentan, ya que como sector primario muchas veces, consideró, son ignorados, siguen trabajando. “No pedimos subsidios; solo exigimos que se nos saque el pie de encima. Las ambulancias no llegan y hay escuelas rurales que necesitan fácil acceso. Sabemos que la horticultura, a diferencia de otros rubros, no tiene la facilidad de almacenar su producción. Cada verdura, cada fruto, lleva impreso el esfuerzo y la tradición de quienes la cultivan. Se necesita hacer algo con esos alimentos, impulsarlos desde los diferentes ámbitos a que se cree un valor agregado”, resumió.

La productora sostienen que desde la Rural están trabajando mucho a nivel de políticas públicas y los problemas que acarrean de más de 20 años en el sector por el olvido de los gobernantes o de la indiferencia, o no conocimiento que tiene la gente y la sociedad sobre lo que implica ir a una verdulería y comprar un morrón, sin conocer el esfuerzo que conlleva.

M.M