Corría 1990. Hacía menos de 10 años que Carlos Herminio Blaquier, había ingresado a Ledesma y ya era gerente general. La empresa afrontaba severos problemas de rentabilidad. Charlie, como le dicen para diferenciarlo de su padre, tenía 36 años y cargaba con la responsabilidad para la que lo habían formado, prácticamente, desde que nació. Y, pese a su diploma de abogado (UBA, con diploma de honor), él tampoco se imaginaba trabajando en otro lugar. De hecho, se moría de ganas por estar ahí, confesó en alguna entrevista.
Lo concreto es que debía tomar una decisión crucial. Ledesma, el gigante agroindutrial que habían forjado su bisabuelo, Enrique Wollman, y su abuelo, Herminio Arrieta, tambaleaba y él ya tenía ideado el salvataje. Era una carpeta que, entre otras medidas drásticas, recetaba 3200 despidos. Faltaba lo fundamental: la aprobación de su padre, Carlos Pedro, quien ejercía la presidencia del grupo desde hacía más de 20 años.
El “azucarero consorte” -como ironizaba el patriarca sobre sí mismo- se llevó la carpeta un fin de semana. “Esto te va a generar muchos problemas. Pero, si estás seguro, eso avanza”, le respondió cuando se la devolvió. Fue la primera mano sobre el hombro, de muchas, que su hijo recibiría en adelante.
Segundo de los cinco hijos -mayor de los varones- que tuvieron Blaquier y Nelly Arrieta, la dueña real de Ledesma, Charlie fue la mano derecha de su padre hasta septiembre de 2013, cuando lo sucedió en la presidencia. Escala prevista de un viaje que la familia había iniciado con el nuevo siglo: la profesionalización de una empresa que, pese a que sus acciones cotizan en la Bolsa porteña, le pertenece en más del 90 por ciento.
No fue fácil. Personaje enciclopédico, estrella con brillo propio, Carlos Pedro sumaba seis décadas en Ledesma, las últimas cuatro, con el mando absoluto. Pero era lo que requería esa hoja de ruta trazada por sus hijos, quienes debían dejar la línea gerencial para estar sólo en el directorio -donde se regirían colegiadamente- y delegar el management en otras manos. Una auténtica revolución cultural para una organización con, hasta ese momento, 90 años de dueño único, acostumbrada a que “los presidentes de Ledesma morían en el cargo”, como definió uno de ellos. Así había pasado con Wollman (fallecido en 1927) y su yerno, Arrieta (1970).
La mudanza de Charlie a la presidencia significó la búsqueda de un CEO. Los headhunters de Spencer Stuart cazaron a Javier Goñi, de Alpargatas, uno de los más reconocidos del mercado local. Asumido formalmente en junio de 2017, Goñi lideró la ejecución del Proyecto Génesis XXI. Elaborado con la asistencia de la consultora Bain, este plan estratégico se orientó a la reconversión del negocio, a mediano y largo plazo, y a la eficientización operativa y financiera de corto. Fundamentalmente, a reducir la abultada deuda del grupo, que superaba los $ 2400 millones, casi el doble de su patrimonio. Unos u$s 150 millones de entonces. Significó focalización de actividades, venta de activos y turnaround de otros.
“Nuestra misión es pensar la Ledesma de los próximos 20 años”, decía Charlie Blaquier hace una década. Con medio tramo recorrido, la foto ya es otra. Después de tres ejercicios en los que acumuló más de $ 3000 millones en rojo, en 2021, cerró por primera vez un balance positivo: $ 735,9 millones. Desde entonces, se mantuvo en consistente rentabilidad. En el año fiscal más reciente -junio de 2023 a mayo de 2024-, ganó $ 39.160 millones. La deuda, que superaba los u$s 40 millones hace un año, hoy ronda los u$s 30 millones. Ya se cubre con el ebitda que genera el grupo, en torno a los u$s 130 millones.
En este presente dulce, el 8 de julio de 1954, Charlie, quien trabajaba en el viejo y sólido escritorio de madera que usó su abuelo, cumplió 70 años. En la reunión de directorio del martes, además de la aprobación del pago de $ 2300 millones en dividendos, el board aprobó la renuncia de quien fue su presidente en los últimos 11 años. Lo reemplazó su hermano Alejandro, tres años menor (clase ’57), siguiente en la línea familiar.
También abogado (UCA), Alejandro entró a Ledesma en 1983 como “universitario en entrenamiento”. Trabajó entre 1989 y 1991 en el estudio Nicholson y Cano. Retornó a casa en 1992, como gerente corporativo de Asuntos Legales. Se sienta en 2009 desde el directorio.
Alejandro encabeza un Comité Ejecutivo ahora integrado por Juan Ignacio Pereyra Iraola, vicepresidente, hijo de María Helena, “Mimi”, la primogénita de Carlos Pedro y Nelly. También están otros dos hermanos: Santiago e Ignacio. Y la novedad: Carlos Alberto, hijo de Charlie, quien por primera vez en cuatro décadas no tiene vínculo formal con el grupo. Al igual que su padre, fallecido en marzo del año pasado, se convirtió en otro presidente de Ledesma que no morirá en el cargo.
En cambio, ya son dos los integrantes de la quinta generación sentados a esa mesa. Homenaje a la leyenda que, grada en la pared, se lee en el piso 11 del edificio de Corrientes y Reconquista: “Continuar la obra, conservar la tradición”. Con las banderas nacional y de Jujuy como solemnes escoltas.