Wednesday

19-02-2025 Vol 19

Las estructuras esclerotizadas escolares y la violencia digital

Anthony Giddens ha explorado la relación dinámica entre la estructura y la agencia en la sociedad. Afirmaba que el individuo construye la sociedad y, a su vez, la sociedad moldea al individuo.

En ese incesante diálogo, el individuo se encuentra atrapado en la estructura social, una maraña de normas y expectativas que se impone desde fuera y simultáneamente esculpe su fisonomía interna. En una sociedad como la nuestra, dicha estructura se define por la desigualdad, la distribución asimétrica de recursos y la aguda distinción entre los actores que emergen y se dinamizan en su seno.

El individuo, acuciado por sus necesidades, confronta una realidad que no solo descubre, sino que también transforma y recrea constantemente, engendrando nuevas realidades a partir de sus necesidades insatisfechas. La realidad, entonces, es una construcción colectiva, un vasto tapiz donde los actores convergen, trascienden el presente y proyectan sus acciones y decisiones hacia un futuro incierto, pero cargado de potencial. Este proceso se inscribe en la historia personal y colectiva de cada uno de nosotros.

Al abordar la problemática de las estructuras sociales, desentrañamos el conjunto de reglas y recursos que intervienen en el ordenamiento institucional de los sistemas sociales. Discutir sobre estas estructuras es ubicarse en el corazón mismo de la necesidad humana, un territorio de transformación y mutación, donde el tejido social se entrelaza en un frágil equilibrio mediado por relaciones de poder y fuerzas que pugnan en la arena de la sociedad.

Esta sociedad, profundamente maniquea, refleja su sombra en el ámbito educativo, un espacio asediado por la violencia digital escolar y el ciberbullying, fenómenos naturalizados y casi legitimados por figuras políticas que ejercen el poder sin escrúpulos. Estas formas de violencia se han convertido en moneda de cambio, contempladas por los actores políticos, culturales y educativos, y padecidas por los jóvenes, quienes no pueden evitar verse atrapados en su red. En su visión maniquea, en su valoración dicotómica, en sus discursos hegemónicos y farisaicos, estos actores no logran dibujar con precisión la sociedad en la que vivimos. Proyectan su imaginación hacia un imaginario que no encuentra eco en la realidad que desean transformar. Se ha tejido una malla de acciones e intereses solipsistas que inevitablemente impactan a los más jóvenes. Directivos que, desde su zona de confort, no permiten que otros actores institucionales participen en la “cadena de valor” para construir una convivencia pacífica y respetuosa de los derechos de toda la sociedad.

El paradigma del miedo, exacerbado a partir de la” plandemia “del 2020, dificulta la integración y la rápida disolución de las desigualdades sociales, la pobreza, la exclusión y el incremento de la violencia, especialmente entre los escolares. La legitimidad del poder de cambio, ejercida con responsabilidad, solo será absorbida por la historia si adoptamos el paradigma de la oruga. Como señala Edgar Morin, “la metamorfosis de la oruga en mariposa nos ofrece una metáfora interesante: cuando la oruga se envuelve en el capullo, comienza un proceso de autodestrucción de su organismo de oruga, y este proceso es, al mismo tiempo, el de la formación del organismo de mariposa, el cual es, a la vez, igual y distinto del de la oruga. Esto es la metamorfosis. La metamorfosis de la mariposa está preorganizada. La metamorfosis de las sociedades humanas en una sociedad mundial es aleatoria, incierta, y depende de los peligros de un caos que, sin embargo, le resulta necesario”.

Esa necesidad, construida pero incierta, no deviene en caos si los protagonistas diseñan el escenario desde una perspectiva inclusiva que involucre a toda la sociedad y se comprometan con la construcción de vínculos sanos y respetuosos. Si los nuevos y jóvenes actores se quedan atrapados en la tensión de las relaciones del poder violento digital en las redes, sin horizontalizar este poder social, esta sociedad, con sus concepciones maniqueas, continuará con sus estructuras esclerotizadas, una patología donde los hilos del entramado social se deshilachan y descomponen.

Estas concepciones maniqueas son las que generan las enormes dificultades que enfrentan las instituciones educativas argentinas. Explican, a través de sus estructuras esclerotizadas, por qué estas instituciones son abordadas siempre con la misma base discursiva y reglas de juego procedentes de soluciones extranjeras, como programas antibullying inviables cuyos orígenes son de sociedades e idiosincrasias totalmente diferentes a la nuestra.

La transformación real exige un reconocimiento profundo de nuestras propias particularidades, apartando la mirada punitiva de nuestros estudiantes y un esfuerzo concertado para tejer un nuevo entramado social desde los ámbitos educativos, donde cada hilo, aunque frágil, contribuye a la fortaleza del tejido colectivo.

M.M