La relación estaba rota y se sabía. Pero que se exprese tan claramente fue una novedad. Esta semana, en diálogo con LN+, Javier Milei disipó cualquier duda que pudiera quedar: ya no hay vínculo con Victoria Villarruel.
“No tiene ningún tipo de injerencia en la toma de decisiones. Hace mucho tiempo que decide no participar en las reuniones de gabinete”, explicó Milei. Y fue más allá, agregó que “está más cerca del círculo rojo, lo que nosotros llamamos casta”.
Los problemas no son nuevos. De hecho, comenzaron durante la campaña presidencial, cuando la actual vice organizó un acto con logos e insignias propias, por fuera de la Libertad Avanza. Los cruces poco a poco se incrementaron: ella no lo acompañó en su cruzada contra “la casta” del Congreso, cuando dio la espalda a los legisladores en su discurso de asunción.
El episodio del “jamoncito” profundizaría el conflicto, que ahora no parece tener retorno. El propio Milei se encargó de confirmar que la relación con Villarruel será solo institucional. Quedó afuera del armado político libertario.
Se lanzaron juntos a la política en 2021, compartieron esa lista y también la fórmula presidencial de 2023. Llegaron al poder y luego se enemistaron. Podría parecer una rareza esta ruptura, aunque si se observa la historia está lejos de ser el primer conflicto entre un Presidente y su vice. Y está lejos, por ahora, de ser el más grave.
Desde el retorno a la democracia, en 1983, hubo diez fórmulas ganadoras. Por lo menos la mitad resultaron ser conflictivas. “La que más sufrimos los argentinos fue la decepción de Carlos ‘Chacho’ Álvarez”, asegura el historiador Eduardo Lazzari.
En diciembre de 1999, Álvarez había llegado a ser vicepresidente de Fernando De la Rúa. Provenían de partidos distintos, la UCR y el Frepaso. Pero en octubre de 2000, luego de un escándalo de corrupción en el Senado -justo en el área de acción del vice-, el antes diputado peronista optó por renunciar. “Un caso único de defección política grave”, añade Lazzari. Esa decisión jaqueó al gobierno de la Alianza, que concluiría de forma abrupta al año siguiente.
A pesar de que no tuvo las mismas consecuencias políticas, la relación entre Néstor Kirchner y Daniel Scioli tampoco fue idílica. El actual secretario de Turismo planteó alguna mínima diferencia y fue enviado al ostracismo. “Kirchner le saca todas las dependencias de Turismo, la influencia que tenía en el gobierno y hasta el despacho del vice en la casa de gobierno”, recuerda el historiador Jorge Ossona.
A Scioli los kirchneristas lo acusaban de menemista, mote del que nunca renegó. Lo llamativo es que, a pesar de que fueron cuatro años tensos, en 2007 le pidieron que sea candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Igualmente, peor fue lo que vino después. La búsqueda de amplitud del kirchnerismo llevó a Julio Cobos, de la UCR, a ser el compañero de fórmula de Cristina Kirchner. Todo se detonó rápidamente con la resolución 125 y la famosa frase del mendocino. “Mi voto no es positivo, mi voto es en contra”, sostuvo aquella noche en el Senado para desempatar la votación. Ya no habría retorno hasta el final del mandato.
Otro vínculo complicado que tuvo consecuencias políticas fue el de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. “Fue contra natura. El poder no estaba en el lugar que institucionalmente correspondía, falló ese sistema”, asegura Lazzari, con el recuerdo fresco para todos.
A contramano, hubo varios casos que se podrían catalogar como no conflictivos, como el de Víctor Martínez con Raúl Alfonsín. “A pesar de que venían de dos radicalismos distintos y de que había tensión entre ellos, no escaló, no hubo problemas”, recuerda Ossona.
Otros casos pacíficos fueron los de Carlos Ruckauf con Carlos Menem, Gabriela Michetti con Mauricio Macri y el de Amado Boudou con Cristina, más allá de los problemas propios de corrupción que tuvo el extitular de Anses.
En el medio hubo un caso más difícil de catalogar, el de Eduardo Duhalde con Carlos Menem. Duró solo dos años, ya que en 1991 el oriundo de Lomas de Zamora pasó a ser gobernador de la provincia de Buenos Aires. “Menem se sacó de encima a Duhalde o Duhalde se sacó de encima a Menem, fue una salida decorosa”, recuerda Ossona.
Los mayores conflictos entre ambos llegaron hacia el final de la década, cuando Duhalde tuvo aspiraciones presidenciales. “En el 99, Menem apostó fuerte por De la Rúa, para ser jefe de la oposición y después volver”, agrega el historiador.
Los conflictos entre Presidentes y vices en la historia
A pesar de que se hicieron más frecuentes a partir de 1983, los cruces entre presidentes y vices tienen antecedentes más antiguos en la historia argentina. Lazzari recuerda que “el primer conflicto surge entre (Domingo) Sarmiento y (Adolfo) Alsina, ya que había un sector autonómico que respondía al vice. Sin embargo, Sarmiento lo puso en vereda y Alsina aceptó”.
Desde aquel entonces, hace un siglo y medio, viene la frase de que el vice “se limite a agitar la campanita en el Senado”, pronunciada por el propio Sarmiento.
El siguiente caso se produjo luego de la Revolución del Parque, que conduciría a la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman, quien “piensa que su vice lo va a acompañar en la renuncia, pero Carlos Pellegrini se quedó como presidente”, sostiene Lazzari.
Ya en el siglo 20, un caso resonante se produjo en medio de la Segunda Guerra Mundial. El presidente, Roberto Ortiz, era “probritánico y aliadófilo” según Ossona. El problema fue que Ortiz tuvo reiterados problemas de salud y finalmente renuncia, por lo que continúa el mandato Ramón Castillo. A contramano, según Ossona, el catamarqueño “se inclina por el bando nacionalista pensando que Alemania podía ganar la guerra”, hasta que finalmente es depuesto por un golpe militar en 1943.
En la década siguiente, otro con problemas de vice fue Arturo Frondizi. “Su vicepresidente, Alejandro Gómez, renunció al poco tiempo de asumir. Por eso, cuando cae en 1962 recurren al presidente provisional del Senado, José María Guido. Toma la presidencia y cierra el Congreso por orden de los militares”, detalla Ossona.
Si observamos toda la historia constitucional argentina, hubo siete vicepresidentes que luego fueron presidentes: Juan Pedernera (después de la renuncia de Santiago Derqui, en 1861), el mencionado Pellegrini, José Uriburu (renunció Luis Sáenz Peña), José Figueroa Alcorta (falleció Miguel Quintana), Victorino de la Plaza (murió Roque Sáenz Peña), el citado Castillo y María Estela Martínez (luego de la muerte de Juan Perón).
De ellos, tal vez el caso más destacado sea el de Figueroa Alcorta, la única persona que encabezó los tres poderes del Estado. Además de ser presidente (1906-1910) y presidente del Senado (1904-1906), también fue presidente de la Corte Suprema entre 1929 y 1931.
A la lista de vices que fueron Presidentes podrían sumarse dos casos más. Uno es el de Cristina Kirchner, que invirtió el orden: después de sus dos mandatos en la Casa Rosada, encabezó el Senado durante la presidencia de Alberto Fernández. El otro es el de Juan Perón: además de haber sido elegido presidente tres veces fue vice pero durante un gobierno de facto, entre 1944 y 1945.
Los cuestionamientos al diseño institucional
Para la Argentina, la figura del vicepresidente tal cual la conocemos parece dada, pero no funciona igual en todos lados. Miguel De Luca, director de la carrera de Ciencia Política en la UBA, recuerda que fue creada en la convención de Filadelfia, en 1787, “rápido y sin detenerse en los detalles. Estaba pensada para presidir el Senado y así no afectar la igual representación de los estados. Y para desempatar. Con una función adicional: suplir al Presidente de forma temporal o definitivamente”.
En esa línea, muestra que hay variaciones. Por ejemplo, en Chile y México no hay vices y tampoco había en Venezuela durante el siglo 20. En Costa Rica y Perú, a contramano, hay dos vicepresidencias. Y en Colombia y Filipinas el vice no preside el Senado.
Ese país asiático tal vez tenga el modelo más problemático del mundo según el politólogo, quien explica que “Presidente y vice se votan separadamente. Por eso, los ganadores a veces pertenecen a partidos contrarios. Incluso el vice puede reelegir y el presidente no”.
El politólogo noruego Leiv Marsteintredet, especialista en analizar las crisis presidenciales en Latinoamérica, muestra cuál es el problema de origen en muchos casos. En su trabajo “La vicepresidencia y los problemas de la sucesión presidencial en América Latina” sostiene que “la suerte de un presidente y un vicepresidente es inversa. Cuando, como suele ser el caso con los vicepresidentes, el presidente no puede destituir a su sucesor, el vicepresidente podría hasta trabajar dentro del gobierno para conspirar en contra del presidente, o mostrarse desleal de otra manera menos dramática”.
En diálogo con El Cronista, De Luca no cree que el modelo argentino sea en sí un mal diseño, “sino que está pensado para otra época. No había sufragio extendido, campañas mediáticas ni partidos políticos modernos”. En esa línea, asegura que en rigor “no está entre los cambios prioritarios de una agenda de reformas constitucionales a encarar. Pero sí bastaría con tomar nota de que es un potencial problema”.
Finalmente, analiza que, en la actualidad, los vices “son más bien pensados como parte de la construcción de la fórmula, no como un engranaje de la maquinaria de gobierno. Se lo piensa más como parte de una estrategia para llegar al poder y no en relación al rol que ocupará cuando haya que ejercer el poder”.