Los demócratas se hacen los que están felices, pero no pueden tapar que le hicieron un golpe a Biden

NUEVA YORK.- Allá vamos a la ventosa Chicago montados en una ola de euforia exuberancia, exultación, excitación, y hasta podría decirse que de éxtasis.

Vamos a presenciar una gloriosa coronación, el problemita es que están todos furiosos con todos.

Aunque en el United Center donde se celebrará la convención intenten mostrar un frente unido, entre los máximos dirigentes del Partido Demócrata cunde el odio y el resentimiento.

Una camarilla de demócratas con poder operó en las sombras para dejar fuera de carrera a un presidente en ejercicio.

Los que pasó en la casa de vacaciones de los Biden en Rehoboth Beach no fue exactamente una traición tipo “Julio Cesar”, pero fue un terremoto y era obvio que las repercusiones serían serias. Y por más que fuera lo que tenía que ocurrir —porque Joe Biden no estaba en condiciones de hacer campaña y mucho menos de gobernar otros cuatro años con la vitalidad necesaria— de todos modos era un golpe de Estado para quedarse boquiabierto.

La convención de mañana dejará en evidencia la despiadada interna que enfrenta el partido demócrata, donde los principales líderes se

Se ve que en determinado momento y ante el derrumbe en las encuestas, los capitostes demócratas decidieron poner el bienestar del partido, y del país, por encima del ego del presidente y ponerle freno a su ombliguista fantasía de ser el único que podía ganarle a Donald Trump. Además, todos ellos podían ver que Biden se estaba volviendo más lento mucho más rápidamente de lo que su familia, su círculo íntimo y él mismo reconocían.

Y así, entre un viernes y un lunes, Biden pasó de “no ver la hora de volver a retomar la campaña” a ser historia vieja, con una palmadita en el hombro de Barack Obama, Nancy Pelosi, Chick Schumer y Hakeem Jeffries. Y cuando Kamala Harris consolidó hábilmente su posición para alzarse con la candidatura, en el partido hizo erupción una embriagadora sensación de que todavía todo era posible.

¿Cómo podría Biden no sentirse herido, si la convención demócrata pasó de ser “cuatro días de duelo para recibir a los amigos”, como dijo James Carville, a convertirse en una caravana triunfal con Kamala al frente de la fórmula?

Todos los demócratas que estuvieron cerca de Biden antes de conspirar en su contra para dejarlo fuera de carrera tuvieron con confesarle al periodismo que no habían podido hablar con el presidente, que estaba masticando odio en su madriguera.

Los dirigentes partidarios le dieron una lavada de cara a su golpe adornando a Biden con toda clase de elogios.

James Clyburn le dijo a la cadena CNN que Biden tenía un historial “que ningún presidente de Estados Unidos podría igualar jamás”, y en el programa “Sunday Morning” de CBS, Nancy Pelosi llegó a plantear que la cara de Biden debería ser tallada en el Monte Rushmore. “Ahí arriba lo tenés a Teddy Roosevelt”, dijo Pelosi. “Y me parece bien, no digo que lo derriben, pero bien podrían agregar a Biden.”

A pesar de los grandiosos halagos, ni Joe, ni Jill ni Hunter Biden se dejaron engañar ni apaciguar.

Por más que los demócratas decidieran dejar su mala sangre en el pasado, el desagradable hombre que encabeza la fórmula del Partido Republicano se las recordará hasta el último día.

Donal Trump apuntó a la cúpula demócrata por

“Kamala no quiere tener nada que ver con el corrupto Joe Biden”, se despachó Trump el jueves en la red Truth Social. “Lo están pateando del escenario un lunes por la noche, día conocido como el Valle de la Muerte. ¡Ahora odia a Obama y a la loca Nancy más de lo que me odia a mí! Es un hombre enojado, y con razón. Le robaron la presidencia: ¡Fue un golpe de Estado!”

Por mucho que le importaba y le importa el presidente, Pelosi nunca elegiría ayudar a la Camarilla de Biden en vez de ayudar a su amada Cámara de Representantes. La conflictividad de sus sentimientos encontrados quedó clara en las entrevistas que hizo para promocionar su nuevo libro, El arte del poder.

Allí una de las estrategas más despiadadas y exitosas de la historia del Congreso parecía avergonzada de apuñalar a su amigo y al mismo tiempo no sabía si atribuirse el mérito. “¿Y tú también, Nancy?”, habrá pensado Biden…

Cuando David Remnick le preguntó a Pelosi si después de esto su larga relación con Biden podría sobrevivir, ella respondió: “Espero que sí. Rezo por que así sea. Lloro mucho”. Y agregó: “Sí, me quita el sueño.”

No fue una canción de paz y amor, y a Biden le deben haber importado muy poco “las tres generaciones de amor” que Pelosi dijo que su familia sentía por él.

El presidente ya estaba resentido con Obama por haberlo relegado para favorecer a Hillary, y resentido con Hillary por desperdiciar esa oportunidad y perder frente a Trump. Aunque Obama trató de hacer todo por abajo para preservar su estatus de santo, Biden estaba furioso con Obama por estarlo dejando de lado por segunda vez.

La relación de Michelle Obama con los Biden se agrió cuando la familia condenó al ostracismo a Kathleen, primera esposa de Hunter Biden y amiga de Michelle: ese es uno de los motivos por los que la popular Michelle no participó de la campaña electoral de Biden.

Y Kamala tampoco debe estar demasiado contenta de que Obama, Pelosi y Schumer dudaran en apoyarla porque querían una mini-primaria abierta donde tuviera que competir con rivales más moderados. Y los equipos ya existentes de Biden y Harris también están irritables, porque ahora Kamala superpone a su propia gente.

Biden sigue pensando que podía vencer a Trump, ¿cómo reconciliarse entonces con la idea de ser empujado fuera del bote? El miércoles, Ron Klain, histórico asesor de Biden, le expresó al presentador de noticias Anderson Cooper cómo se vive y cuáles son los sentimientos dentro del “mundo Biden” sobre la revuelta que terminó con su candidatura.

“Me parece lamentable, porque creo que el presidente se había ganado la nominación con todas las de la ley”, dijo Klain. “Catorce millones de personas habían votado por él y por la vicepresidenta como vicepresidenta”. Agregó: “Creo que el presidente se vio empujado por los pedidos públicos de funcionarios electos para que se retirara, de los donantes que pedían que se retirara. Y creo que eso estuvo mal.”

Los que expulsaron a Biden deberían estar orgullosos: lo salvaron a él y a su partido de una probable derrota aplastante, permitiendo que Trump se escurra de nuevo por la puerta y entre a mancillar la democracia.

Con eso debería alcanzar para excluir a Biden del monte Rushmore.

Traducción de Jaime Arrambide