Máximo Kirchner desembarcó el viernes en La Plata decidido a marcar públicamente que su sector, de momento, no piensa plegarse a la construcción de un kicillofismo incipiente en el que trabaja un sector de la dirigencia de la provincia de Buenos Aires para 2027, con escala en 2025. Lo dejó explícito cuando habilitó a que sus seguidores cantaran contra el gobernador. “Cristina es la conducción, vamos a ver si lo entienden. Somos soldados de Perón y la Patria no se vende. Yo siempre te voy a seguir, no me importa lo que digan. Y si querés otra canción, vení te presto la mía”. Armar de nuevo, rezaba un cartel blanco y celeste atrás. Nada sin Cristina, decía una bandera que desplegaron.
La clara embestida hacia el gobernador no pasó desapercibida en la administración bonaerense, donde cuentan hasta diez para evitar una confrontación directa con el hijo de la expresidenta desde hace rato. “Se quejan de las ‘nuevas canciones’ cantando nuevas canciones”, exclamó una fuente cercana al mandatario provincial ante LA NACION. En las filas de Kicillof hay tres planes de acción claros: gobernar, oponerse a Javier Milei y construir una alternativa para las próximas elecciones. Dicen que, también, hay una conducción indubitable: la de Cristina Kirchner. “Pero no la de sus delegados”, aclararon.
El día después de un acto que se hizo en la capital de su provincia pero al que el gobernador llamativamente no estuvo invitado, sus más allegados alegaron que la jefa del espacio está por sobre todos. “Nuestra conducción es Cristina, no va a cambiar eso, nunca nos corrimos de ahí. Pero no lo que digan que dijo”, resumieron, pese a que dentro de los que apoyan a Kicillof hay algunos dirigentes cansados de la exmnadataria, que le exigen autonomía. “Esta buenísimo que hagan un acto, nosotros también los hacemos”, comentaron con ironía, aunque marcaron: “Sí nos pareció raro que no lo invitaran al gobernador”.
Desde el Ejecutivo bonaerense trinaban con que Kicillof construye pero convoca, mientras tanto, a todas las terminales. Contabilizaban que invitaron a La Cámpora tanto al acto en Florencio Varela, como también al que hicieron en San Vicente y Mar Chiquita. A este último, Cristina Kirchner lo eclipsó con una clase magistral un día antes en Merlo. Con respecto al de San Vicente, cerca de Kicillof recordaban que el gobernador hasta conversó con Máximo Kirchner antes y después.
“Cuando hay que hablar, se habla. Son como los primos que ves en Navidad, que cada tanto hay peleas pero pasan Navidad todos juntos. Estamos en ese punto”, intentaron graficar, cuando la comunicación ya no se da ni de un lado ni del otro. Dicen que la relación se instrumenta de la misma manera con el diputado nacional que con el senador Eduardo “Wado” de Pedro, otro de los que estuvo en la primera plana de la grada política de ayer junto a la intendenta Mayra Mendoza, y a quien Cristina puso en el escenario con Kicillof el viernes de su último discurso. Había sido su preferido para las presidenciales de 2023. Con Mariano Recalde, en tanto, el gobernador tiene una relación de amistad desde que ambos hacían militancia universitaria.
De momento, en las huestes de Kicillof pretenden evitar un choque mayor y dicen que no van a impedir estos despliegues del camporismo. No obstante seguirán con sus actos propios. “No hay dos demonios [con Máximo Kirchner], Axel no se va a pelear; no lo hicimos nunca y no lo vamos a hacer. No vamos a estar pendientes de una pelea que no existe como tal. Para eso debería haber dos que quisieran pelear y Axel jamás se va a poner en ese lugar, no es lo que queremos”, aseguraron, convencidos de que el frío que en este momento también prima en la relación con Cristina Kirchner se matizará ya que Kicillof y ella tienen una relación personal de años y no solo política.
Seguros además de que el gobernador está “por encima” de las rencillas que plantea la orga, pero también sin adjudicarse los movimientos de algunos personajes que orbitan en sus filas (como el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, que ya hizo una serie de actos en municipios gobernados por la organización K y desató la ira), desde la gobernación justificaban que Kicillof tiene “su propia línea”, basada en estos tres preceptos que repiten como un mantra. “Gobernar, que es un quilombo, no distraernos de eso, que lleva muchas energías; ponernos frente a Milei, diferenciarnos, con el espíritu más federal que tenemos; y construir una alternativa mostrándonos desde otro lugar, con otra forma de manejar el Estado, que es muy difícil porque venimos de una derrota dura”, resumió una fuente ligada al gobernador.
Los movimientos que abrevan al tercer punto (articulados, entre otros, por el ministro excamporista Andrés Larroque, que se escindió y ahora tiene una nueva organización, y por otros actores como los intendentes Mario Secco y Fabián Cagliardi) es lo que irrita al kirchnerismo de Kirchner, que salió a la carga contra el gobernador a menos de 24 horas de que su madre en el Instituto Patria junto a dirigentes sindicales dijera que siempre estará “donde haya que unir” y advirtiera que ella va a jugar en la discusión porque “va a hablar hasta que se muera”. Planteó asimismo Cristina Kirchner que hay que “armar” (el verbo que también usó su hijo) y que “rediscutir”. Además, que el individualismo “ha hecho estragos”.
Hasta ahora todavía en la idea de matizar las diferencias indisimulables, en las filas del kicillofismo no dudaron de que en algún momento lograrán confluir todos los espacios en un mismo frente. “¿Ellos no cantaban ‘si todos los traidores se van con Massa’? ¡Y mirá!”, resumieron, con una reminiscencia al viejo cantito de La Cámpora que desde hace años está dado de baja.