El mascotismo de fauna silvestre es una práctica que ganó popularidad en muchas partes del mundo, pero que conlleva serias consecuencias. Muchos individuos adquieren especies exóticas como mascotas sin comprender sus necesidades biológicas y comportamentales, lo que les genera estrés y enfermedades.
Además, esta demanda alimenta el tráfico ilegal, ya que los animales son capturados en su hábitat natural y vendidos de manera ilícita. Este comercio también altera los ecosistemas al sacar a individuos clave de su entorno. Luego de ser extraídos de su hábitat, muchos de ellos enfrentan condiciones de vida deplorables y una alta tasa de mortalidad, mientras que los que logran sobrevivir a menudo no pueden ser reintroducidos con éxito en la naturaleza. Este fenómeno contribuye a la desaparición de diversas especies, muchas de ellas en peligro de extinción.
En un nuevo capítulo de Data Animal, Javier Goldschtein Casariego, ambientólogo y especialista en fauna silvestre, explicó los riesgos que conlleva el mascotizar a un animal silvestre, además de los impactos negativos del tráfico ilegal.
“Es uno de los grandes problemas que hay a nivel global. Está dentro del tercer mercado internacional, con un nivel de facturación gigantesco. Y en Argentina tiene un correlato importante que se da, por un lado, porque tenemos un país con mucha biodiversidad, y porque evidentemente hay una parte de nuestra sociedad que disfruta mucho la compañía animal, no se conforma con perros y gatos y necesita otro tipo de animales en sus casas. Eso ha llevado a que en muchas partes del país se empiece a traficar, primero como algo muy chico, un tráfico pequeño, y después que haya aumentado la escala. Entonces, hoy tenemos incautaciones con gran cantidad de animales”, indicó el experto.
-¿Qué pasa con esos animales incautados?
-Vos tenés dos líneas. Por un lado, los animales nativos que se trafican. Por ejemplo, pensamos en cuando frena Gendarmería Nacional a un auto en una ruta, se abre el baúl y tenés 500 botellas de gaseosa y, adentro de cada una, cinco o seis loritos apretados, loro hablador, que es una de las principales especies traficadas. Y ahí el problema que tenés es que de esos 500, van a sobrevivir solamente un 10% y eso es devastador para lo que es la especie en su ecosistema natural.
Luego, el ambientólogo aclaró que también existe el tráfico de especies no nativas de la Argentina que llegan al país de otros territorios. Se trata de animales que no se encuentran en los ecosistemas de la región y que pueden ingresar tanto de manera legal como ilegal. “En alguna época, alrededor de los ‘90 o principios de los 2000, te podías comprar una iguana verde de Ecuador o una pitón africana y eso era legal, venía una importación, se hacían los papeles y se podían comercializar”, resaltó.
“Y después está toda la otra parte, que es los que sí llegan de afuera, pero de manera ilegal, cruzando fronteras. Sobre todo muchos animales sudamericanos. Probablemente no vaya a llegar un animal africano vía frontera, pero sí de Centroamérica. Y esos animales obviamente entran dentro de lo que es un comercio ilegal porque no está habilitado su ingreso al país”, agregó Casariego,
-Cuando se trata de animales que no son autóctonos, ¿cuáles son los riesgos de ingresarlos a una biodiversidad a la que no corresponden?
-Pasa que muchas veces la gente, cuando los recibe, se imagina un tipo de vínculo o de vivencia con los animales, que puede cambiar mucho. Casos puntuales son algunas pitones, serpientes muy grandes que han venido también de importaciones de la India, de Asia. Una pitón reticulada, por ejemplo, llega a crecer hasta los siete metros. Entonces, eso es un animal de un nivel de impacto, por lo que come y por el espacio que necesita, que muchas veces hace que la gente diga “bueno, la suelto”. Aparece ahí un nuevo problema en un ecosistema que es la inclusión de un súper predador, como puede ser una pitón de esos tamaños, habitando una realidad muy distinta.
“Pero después hay otro montón de animales que también se han traído con finalidades comerciales. Por ejemplo, una de ellas es la ardilla de vientre rojo, también asiática de la India que se introdujo en el país en los ‘50, con fines también de mascotismo y peletero, por su piel, porque son muy bellas, y cuando no dieron los resultados que querían o no pudieron encontrar la veta comercial, las liberaron en Luján”, destacó el especialista.
Debido a esto, en la actualidad estos animales se encuentran en todo el conurbano y zonas aledañas, y su expansión va en detrimento de las especies nativas. Esto se debe a que, en las temporadas en las cuales las ardillas no encuentran frutos para comer, tienden a alimentarse de huevos de aves propias del lugar. Por ende, su impacto en las poblaciones es grande, según remarcó el experto: “Las exóticas invasoras, que son las especies que vienen de otros países y se sueltan en el nuestro, son una de las causas más grandes de pérdida de biodiversidad nativa, de las nuestras”.
-¿Crees que esta obsesión de la gente por tener como mascotas a especies de animales que no son domésticos, es por falta de información?
-Sí, creo que hay un montón de especies que son muy carismáticas. Cualquiera que vea un mono carayá, que es el mono aullador que tenemos en Argentina, va a encontrar en ese animal mucha cercanía porque tiene las manos como nosotros, tiene muchos gestos en su cara. Son especies gregarias, o sea, viven en familias, entonces generan un vínculo muy fuerte con quienes son sus tenedores. La realidad es que cuando uno saca un mono carayá, por ejemplo, de su familia original, se genera un trauma importante en el animal y después, cuando a esa familia se lo sacan al mono porque no se puede, porque es ilegal, genera un nuevo trauma que es la pérdida de su segunda familia.
“Por eso hay un montón de complejidades alrededor de esto. Por un lado esto de la cercanía y por el otro de lo que le pasa al animal desde que sale de su primera familia hasta que después pasa por todos los procesos y termina como en un depositario legal donde el contacto es mucho menor y donde obviamente hay un impacto muy grande en la salud mental del animal”, añadió Casariego.
-Con respecto a la salud de los animales, cuando llegan a un ambiente en el que ellos no están acostumbrados a vivir, ¿se acostumbran o las personas no hacen un análisis de cómo va a sobrevivir en esta biodiversidad?
-Mirá, por lo general, cuando son animales de tráfico local, por ejemplo, como un mono o una tortuga, que son otros de los animales más traficados que tenemos en la Argentina, o un loro hablador, la gente que los recibe no tiene mucha información de cómo mantenerlos. Entonces, la típica de “a la tortuga hay que darle lechuga”, no. La lechuga es muy poco nutricional y hay que darle una dieta muy amplia y variada para que el animal crezca lo suficientemente bien y tenga bien calcificado su caparazón. Bueno, un montón de cosas que son necesarias. Lo mismo con unos monos, una familia de monos que recorre gran parte de la selva buscando distintos frutos, flores, insectos, pequeños mamíferos, reptiles.
Por eso, cuando al animal se lo pasa a una dieta distinta al llegar al hogar, se genera un cambio significativo que puede perjudicar gravemente su salud. Además de desalentar la compra ilegal de especies, el ambientólogo hizo hincapié en entender que cada una de ellas tiene su propia alimentación que es variada y equilibrada: “Por eso lugares que tienen animales como el Ecoparque o el Bioparque Temaikèn, tienen equipos de nutricionistas que hacen un seguimiento conforme, incluso a la temporada del año para que el animal esté bien y saludable”.
-Hablabas de que hay un tráfico ilegal y uno legal. ¿Cómo es el tráfico legal de estos animales?
-El tráfico legal es de especies que son exóticas, porque no hay un tráfico legal de especies nativas. Vos no podes comprar una tortuga de tierra argentina de manera legal. No se puede. O un lagarto overo, un loro hablador, que son especies protegidas porque es fauna nativa. Sí hay animales que vienen por importación. Hablábamos recién de algunos ejemplos, principalmente reptiles, como son iguanas, pitones, algunos geckos (son especies de lagartos chiquitos) que vienen con permiso de importación por parte de fauna nación y se les da a esos animales que ingresan un papel habilitante que es el CITES, y dice que son animales importados de manera legal.
Esto significa que a la hora de comprar un ejemplar de estas especies en cualquier centro habilitado, deben hacer entrega también de ese papel para asegurar que su ingreso al país fue legal. Sin embargo, a raíz de esto, entre los años 2000 y 2010, según comentó Casariego, arribó una gran ola de estos animales que fueron comprados y, posteriormente, sus cuidadores los comenzaron a criar.
“Entonces armaron criaderos que no son legales, pero que son de gente que de pronto ama sus animales, los cría en buenas condiciones, los tiene de buena manera. Entonces, ahora hay un programa que se está viendo en provincia de Buenos Aires de empezar a trabajar con esos criadores para tratar de ver en qué condiciones están criando y, de una u otra manera, legalizar esa práctica”, manifestó el experto.
El afán por legalizar estos criaderos proviene del objetivo de evitar el ingreso de nuevos animales al territorio, ya que, muchas veces, estos son capturados de sus hábitats naturales para ser comercializados. Por el momento, es un trabajo en proceso que se quiere implementar para disminuir el tráfico de fauna.
-¿Qué es lo más loco que te tocó incautar cuando entraste a una casa?
-Muchas cosas. O sea, desde llamarme por una yarará y cuando levanto el balde donde estaba la teórica yarará aparezca una pitón y decir “no es una yarará, tranquilos, no hace nada”, hasta una tortuga mordedora, o tortuga caimán, que es de la zona de Florida, que es una bestia, es un bicho grande, con una capacidad de mordida enorme que el hecho de ir y agarrarla me generaba mucho miedo. Pasaron un montón de cosas, en lo que son las exóticas. Después, en lo que se refiere a las nativas, encontrar en un parque en Pilar un ñandú bebé o gatos monteses.
La creencia de que cualquier animal puede establecer un vínculo similar al de un perro o un gato es errónea, según relató el especialista, ya que cada especie tiene necesidades y formas de relacionarse diferentes. Muchas personas intentan integrar animales silvestres a la familia, lo que genera problemas como la impronta del ejemplar en sus cuidadores, que dificulta su liberación en la naturaleza y extiende el período de tiempo necesario para realizar el proceso de manera efectiva.
“Hubieron muchas cosas que fueron motorizadoras de eso. Por ejemplo, las películas que mostraban animales como parte de esa familia que son Harry Potter y las lechuzas. Todo el mundo quería lechuzas. La lechuza es nativa y es una especie que necesitamos porque come roedores y mantiene muy bien esos ecosistemas. Bueno, empezaron a venderse de manera ilegal lechuzas, que no se pueden tener y que requieren otro tipo de cuidados importantes. Son nocturnas, comen roedores, no comen cualquier cosa. Si vos le das carne, la descalcificas y la lechuza se muere, entonces hay toda una búsqueda de conocer qué es lo que cada animal necesita, que es muy importante hacer. Pero antes que eso es no tener mascotas, que no son perros y gatos, que son las mascotas que debiéramos tener” subrayó Casariego.
Ante esto, el experto indicó que hay una diferencia entre algunos animales exóticos que pueden tenerse como mascotas, y los autóctonos cuya tenencia es ilegal. En el caso de la iguana verde, originaria de Ecuador, Centroamérica y el norte de Sudamérica, puede ser comprada legalmente como mascota si se adquiere en lugares autorizados y con la documentación correspondiente.
En contraste, el lagarto overo, comúnmente llamado iguana en Argentina aunque no pertenece a esa familia, está protegido por la Ley Nacional de Fauna y su tenencia está prohibida. Este animal, típico de zonas naturales de Buenos Aires, Entre Ríos, Misiones y regiones de clima templado, es frecuentemente visto en reservas como la Ribera Norte en San Isidro o la Reserva Costanera Sur en la Ciudad de Buenos Aires.
Además, el ambientólogo enfatizó que, a pesar de su abundancia, no debe ser considerado mascota, tanto por su tamaño como por sus necesidades nutricionales: “Es un animal que crece bastante grande, tiene un montón de requerimientos alimenticios importantes porque son dietas muy variadas. Entonces, dejarlos en la naturaleza y de pronto poder salir a una reserva y contemplarlos ahí y decir che, qué hermoso animal’. Pero lo estoy viendo en su lugar natural y no en una pecera en casa”.
-¿Cuáles son los riesgos para las especies con este tráfico?
-El principal es la reducción de la población en su ecosistema nativo. Algo que vemos mucho con las tortugas de tierra. Obviamente la gente que las trafica tiene claro la época de nidificación, cuándo hacen los nidos, cuándo ponen sus huevos. Esperan a que eclosionen o sacan directamente los huevos y los incuban, pero principalmente recolectan las tortugas cuando nacen. Y estás sacando muchas cantidades de poblaciones que tardan en reproducirse, que tienen naturalmente un ciclo que si vos lo estas impactando, retirándolo de ese ecosistema, tarda mucho en recuperarse.
El tráfico ilegal de fauna también genera graves impactos en especies gregarias que viven en grupos, como los monos. Extraer un individuo de su familia afecta no solo a esa unidad, sino también al ecosistema, y muchas veces provoca la muerte de ejemplares durante el proceso de captura y comercialización.
Entre las aves, el cardenal amarillo, una especie valorada por su canto y belleza, enfrenta una drástica disminución de su población debido a la extracción masiva de su entorno natural, lo que lo llevó al borde de la extinción. “Hoy hablamos de cardenal amarillo como una especie en extinción. ¿Por qué? Por el tráfico de fauna, principalmente. No es que hay otro factor que le afecte más que la cantidad que sacamos de su ambiente natural”, apuntó el especialista.
Este problema persiste a pesar de las estrategias para combatirlo, como campañas de concientización y denuncias. La recuperación de estas especies es lenta, y se ve agravada por la continuidad de estas prácticas ilegales.
“Sin duda, el tráfico de fauna es una de las causas más importantes de extinción de especies, superadas por el cambio climático, por supuesto. Pero hoy es una de las causas importantes por dos razones. Por esto que decimos, que sacamos de la naturaleza y los comercializamos, y muchos mueren para que llegue uno a tu domicilio. Y además, todo aquello que ingresa para sostener ese tráfico ilegal de fauna que no es nativa, cuando ingresa en los ecosistemas nativos, impactan también en la fauna nativa”, expresó el especialista.
“Entonces por las dos vías estamos impactando mucho los ecosistemas. Pero bueno, esta idea de tener el lorito que habla, el loro genera un tipo de vocalización porque son animales que se comunican, porque viven en grupos muy grandes y eso tiene que estar en la naturaleza, no tiene que estar en el hombro nuestro cantando o hablando, pensando que nos están compartiendo sentires y pensares, cuando en realidad no, es una imitación de nuestras voces, y eso no debería existir”, finalizó.