La quinta Los Robles, en Moreno, fue el epicentro de una reunión cargada de nerviosismo y desconfianza entre Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner y Axel Kicillof y que terminó ratificando todo lo que el mundo sabe. Que no hay diálogo sincero ni abierto entre ninguno de los protagonistas del encuentro que pretendía ser una imagen de unidad.
Sergio Massa fue el infatigable armador de una jornada en la que fueron convocados unos sesenta dirigentes de Unión por la Patria, entre los que hubo legisladores, intendentes y funcionarios que representaron las ocho secciones electorales en los que se divide políticamente la Provincia de Buenos Aires.
Ahí quedó claro que había dos sectores. El de Kicillof, solo, contra el mayoritario, dominado por el tándem Massa – Kirchner, que no quiere saber nada del plan pensado por el gobernador que incluye el desdoblamiento electoral. Con sentido político, pero reservándose más chances en la confección de las listas futuras, el candidato presidencial último y la ex presidenta coincidieron: “Perdimos las elecciones pasadas por tres puntos. Esos votos podríamos haberlos conseguidos si los gobernadores no hubieran votado antes de tiempo”.
Nadie les avisó que el ministro del Interior de aquel momento, Wado De Pedro, fue quien más fogoneaba en favor de los jefes provinciales en desmedro de las pretensiones presidenciales del oficialismo cuyas chances, a principio de 2023, todos suponían desastrosas para el Frente de Todos.
“El gran problema lo empieza a tener Sergio. Se le acaban los tiempos y si no cierra rápido, pierde su magia”, reconoció esta semana un viejo conocido suyo que, en plena negociación en la legislatura bonaerense, se preocupa porque lo único que puede conseguir es la presidencia de la Cámara de Diputados bonaerense, “que por supuesto, no es poca cosa”.
Efectivamente, si bien el escándalo de Chocolate Rigau los desnudó, legalmente corresponde que las autoridades del cuerpo sigan administrando un porcentaje nada despreciable del presupuesto bonaerense que, por ahora, no tiene aprobación para el año próximo.
En Moreno, además, esta semana se produjo otra puesta en escena que grafica el extravío por el que atraviesa Unión por la Patria. Mientras que la intendenta Mariel Fernández, que casi huye del encuentro del lunes porque perdía el avión que la llevó a una audiencia con el Papa Francisco, se reunía con una importante comitiva con el sumo pontífice, su ex esposo, Esteban “El Gringo” Castro, rodeaba el supermercado COTO ubicado al lado del bingo local para exigir que le entreguen comida.
Castro, jefe de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), también cercano al Papa, forma parte del oficialismo local más allá del divorcio familiar. Por eso no llamó la atención que los trescientos manifestantes quemaran gomas acercadas por vehículos que dependen del municipio. En la movilización le dieron un ultimátum al híper. Si la semana que viene no hay entrega de alimentos, se pudre todo.
Ese mismo día se agudizó la imagen de descomposición del peronismo kirchnerista cuando en la UMET se presentó como presidenta formal del peronismo nacional Cristina Kirchner. Sin gobernadores presentes y solo acompañada por sus legisladores nacionales y un puñado de intendentes, dedicó una frase hiriente pero que habla más de ella que del aludido cuando habló de “peronistas tardíos” que “ahora quieren venir a enseñarnos como se hace peronismo”.
Lo dijo la misma persona que hasta hace un tiempo no muy lejano, aunque en política todo lo es, se vanagloriaba de no haber votado a Juan Domingo Perón porque había elegido a Abelardo “Colorado” Ramos cuando ambos compartían el lema que representaba al FREJULI en 1973 y había mandado a meterse el partido en el más allá cuando algunos pretendían discutirle un acuerdo electoral con lo que el kirchnerismo representaba.
Al día siguiente, en Morón, parte de la pelea que ya se advierte en Quilmes, Lanús, y General San Martín entre los que apoyan la creación de una “nueva canción” y los amantes del folclore clásico llegó al extremo. Sugestivamente, y por primera vez en casi 25 años de gobierno, solo interrumpidos por el mandato 2015- 2029, en los que gobernó el PRO, el oficialismo de Nuevo Encuentro, a cargo de Lucas Ghi, no pudo aprobar la ordenanza fiscal e impositiva que proyecta los recursos para el presupuesto del año próximo. Por ende, tampoco pudo tratarse la ordenanza madre de un municipio.
Ghi ya mostró su voluntad de acompañar al gobernador en su deseo presidencial, mientras que Martín Sabbatella, aún funcionario provincial, quiere que éste se subordine a las decisiones de Cristina Fernández de Kirchner, quien fue el que lo puso en el poder.
Esta misma lógica fue la que parece que aplicó en el plano local. El ex intendente y ex jefe de ACUMAR es el presidente que puso a Ghi como intendente pero maneja 20 de 22 secretarías. Nunca el actual jefe comunal podría haber estado ahí sin el apoyo de Nuevo Encuentro. Pero, como en el cuento del huevo y la gallina, jamás Sabbatella podría haber vuelto a ser parte del oficialismo local si no llevaba a Ghi como candidato.
La tensión, que escaló cuando el jefe comunal designó a Hernán Sabbatella, hoy peleado con su hermano, como su mano derecha, desplazando al primer concejal y ex jefe de Gabinete Diego Spina a un rol solamente protocolar, provocó que Martín anunciara su deseo de suceder a Ghi y en la sesión más importante del año mandó un mensaje inequívoco. Los acuerdos en un concejo deliberante sin mayorías pueden ser imposibles sin su intervención.
Esta dificilísima convivencia interna entre kicillofistas y kirchneristas, que se da en distintos municipios, hace que la oposición legislativa no tenga otra alternativa que mirar para un costado y no acordar nada de lo que antes hacían porque, llevados por la fuerza de los números en su contra, no tenían más alternativa que acordar para que sus intendentes no quedaran tan postergados en el reparto presupuestario.
Al no haber un único interés entre los actores de Unión por la Patria, radicales, PRO, libertarios y Pro Libertarios se plantan en lo que creen adecuado y no ingresan en ninguna negociación por miedo a quedar descolocados por algún arreglo de último momento en el seno del oficialismo bonaerense.
Uno de los puntos más calientes que quedó trabado por estas diferencias internas que la oposición no quiere ayudar a destrabar por miedo a quedar en offside con la opinión pública es el tema de las reelecciones de los intendentes, avaladas por todos en la reunión del lunes, aunque Massa haya dicho que prefiere que vayan por la vía judicial… En otro momento, la mayoría de los bloques hubiesen hecho una pirueta para reinsertarla en la vida institucional.
Por eso es que el oficialismo se vio obligado a convocar a tres sesiones para el mes de diciembre, algo inédito. Esta semana se trató la media sanción del laboratorio provincial de medicamentos. La semana que viene se elegirán las autoridades y, quizás, se llegue a tratar el presupuesto. Y para el 27 está pendiente la designación de jueces, las re – re, la suspensión de las PASO y la modificación del sistema electoral. Al estar cada tema relacionado con un interés puntual, si no se le cumple a uno con algo, el otro tiene derecho a oponerse.
Esto está sucediendo por primera vez en el seno del oficialismo, con un gobernador que ya no quiere hacer favores a “quienes mañana jugarán en contra mío” y sus aliados yendo contra reloj para demostrar que pueden juntar las partes mejor que nadie.