Paula Escalada Medrano
Washington, 2 nov (EFE).- El próximo 5 de noviembre no solo Donald Trump y Kamala Harris estarán en las papeletas electorales como candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Nombres como Claudia de la Cruz, Jill Stein o Chase Oliver también aparecerán en algunos estados tras haber logrado el hito de convertirse en candidatos.
“Es muy evidente lo difícil que puede ser presentarse como candidato fuera del sistema bipartidista. Se crean toneladas de barreras que dificultan llegar a las urnas”, cuenta a EFE Chase Oliver, candidato del Partido Libertario.
Gracias a una recaudación de unos 440.000 dólares –irrisoria, comparada con los 1.000 millones largos que han recaudado y gastado Trump o Harris-, Oliver ha logrado estar presente en 47 de los 50 estados. Todo ello tras superar las distintas leyes estatales para poder presentarse, que es a lo que ha destinado gran parte del dinero.
“El efecto saboteador a terceros partidos” existente en la democracia estadounidense deja fuera de juego a partidos menores y a candidatos independientes, afirma.
En un sistema electoral “de mayoría simple”, creado para favorecer a los dos grandes partidos históricos, el Republicano y el Demócrata, es muy difícil tener alguna representación real, explica a EFE Kirk A. Randazzo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Carolina del Sur.
En los países que utilizan sistemas de “votación proporcional”, sin embargo, los partidos más pequeños “tienen una probabilidad mucho mayor de lograr que sus candidatos sean elegidos porque necesitan márgenes más pequeños”.
Chase señala también este como uno de los motivos. Igualmente la existencia de “la práctica de manipular los distritos electorales, donde los demócratas y los republicanos se crean distritos muy seguros para sí mismos”.
Según recuerda a EFE el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Florida Stephen C. Craig, “prácticamente todas las leyes estatales para acceder a una elección están escritas por republicanos y demócratas, que no quieren facilitar la competencia a partidos minoritarios o candidatos independientes”.
Claudia de la Cruz, aspirante del Partido Socialismo y Liberación (PSL), estará en 21 estados. En su opinión, estar presentes en los escenarios políticos para poder impulsar los cambios es prácticamente imposible.
“El Partido Demócrata este ciclo electoral ha apartado 100 millones de dólares solamente para batallas legales para que los partidos de tercera línea no puedan participar”, afirma a EFE.
“Hay una devoción de recursos de todo tipo desde el Partido Demócrata y el Partido Republicano para no tener esa presencia de partidos independientes dentro de los espacios de votación ni de los espacios de debate”, agrega.
Es “un proceso bien antidemocrático que margina de muchas formas a los grupos independientes, las voces socialistas y las progresistas”, afirma.
Aunque a priori los candidatos de partidos menores tienen imposible ganar, recuerda Thomas Whalen, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Boston, “históricamente han marcado la diferencia”.
Por ejemplo, Ralph Nader en 2000. “Aunque recibió solo el 1 % de los votos en Florida, eso fue suficiente para inclinar la balanza a favor de George W. Bush, que superó por poco a Al Gore en el Colegio Electoral y ganó la Casa Blanca”.
O Ross Perot, que en 1992 le quitó suficientes votos a George H.W. Bush para permitir que Bill Clinton venciera.
El profesor Randazzo los bautiza como los “aguafiestas” de los partidos mayoritarios por los votos que les restan. Y recuerda a Jill Stein, candidata del Partido Verde, que fue clave para que Hillary Clinton perdiera en 2016.
Con las encuestas totalmente empatadas entre Harris y Trump, Stein vuelve a sonar como una posible piedra en el zapato para la demócrata, especialmente por el apoyo de EE.UU. a Israel en la guerra de Gaza.
En un encuentro virtual con un reducido grupo de medios en español, entre ellos EFE, arremetió contra quienes la critican por “robar” votos a los demócratas.
Su nombre figurará en las papeletas de una treintena de estados, incluido el decisivo Míchigan, que tiene una gran población árabe y donde los demócratas temen que el apoyo de la Administración de Joe Biden a la guerra de Gaza les pase factura.
Un temor que se ha puesto de manifiesto en campaña, con los demócratas lanzando un anuncio de televisión en contra del Partido Verde en el que advierten de que “un voto para Stein es realmente un voto para Trump”. Para ella, recibir la embestida demócrata, cuenta, es “un motivo de orgullo”. EFE