Camila Stahl y Alicia Rosso quedaron para reunirse en la semana: almorzar juntas, charlar un rato y hacer algunas compras para el cumpleaños que se celebrará en unos días. Camila le podrá prestar las velas de su última torta: Alicia cumple 82. Y su nieta hace unos meses festejó los 28. Los preparativos son la excusa perfecta para salir juntas: ir a comprar ropa, tomarse una pausa en la semana y conversar de sus cosas, de la vida.
La escena no es para nada infrecuente. El argumento “no puedo el sábado porque salgo con la abuela” se cuela cada vez con más frecuencia en las conversaciones de amigas. Y lejos de ser un plan aburrido o en tonos sepia, el vínculo de los abuelos y sobre todo de las abuelas en la vida de los adolescentes y jóvenes está mucho más aceitado que en generaciones anteriores. Los especialistas consideran que esta es en parte consecuencia de las llamadas abuelas cuidadoras, que dedicaron muchas horas a sus nietos en la infancia, a llevar y traer del colegio, a servirles la leche y hasta recibir a amigos de sus nietos en casa, o ir a reuniones de padres, en reemplazo de ellos. Así, al llegar a la edad adulta, en plena vitalidad y con proyectos, siguen disfrutando de la compañía de sus nietos, a quienes conocen mucho, pero con quienes ahora comparten otro tipo de relación, lejos de las obligaciones, los deberes y el cuidado. Hoy comparten un vínculo de amistad y complicidad que otras generaciones no conocieron.
“Hay un aumento de la esperanza de vida, y de la calidad de vida de esos años que van entre los 60 y los 80. Y aún más. Hoy tenemos muchos abuelos que están muy activos y que pasaron muchas horas con sus nietos durante su infancia, y que en esta etapa están viviendo una nueva adolescencia, disfrutan de salir a pasear con los nietos, para quienes son parte activa de su vida. Esto es lo que llamamos parentesco activo. Y por supuesto que es una fuente de alegría y de motivación para los adultos mayores. Algunos empiezan a estudiar un instrumento, un idioma o hasta una carrera universitaria y comparten con sus nietos esa etapa de la vida. Algo que hasta hace 20 años era impensado”, apunta Julián Bustín, jefe de la Clínica de Gerontopsiquiatría y Memoria de Ineco.
Hace poco, justamente Alicia tenía ganas de hacer pilates, pero no se animaba. “Nunca fue mucho de hacer ejercicio físico, no se animaba a empezar. Por eso, la acompañé para que se anotara, con ese apoyo se animó y ahora está feliz, le encanta”, cuenta Camila.
“Somos muy amigas. Y mis amigas todas la conocen y aman el vínculo que tenemos, que es muy especial. Ella es la mamá de mi papá y siempre estuvo muy presente en nuestra vida. Y sobre todo, para mí fue muy especial. No es de esas abuelas que les gusta cocinar, de hecho no le gusta, pero siempre te espera. Pide algo, comemos algo juntas. Cuando era chica, era un planazo ir a dormir a su casa. Mi abuelo se iba a dormir al sillón y ella me llevaba la bandeja a la cama, cosa que mis papás no me dejaban. Además, como ama salir de compras, siempre íbamos a comprar algo lindo o a pasear. Como ella era la que me buscaba en el colegio, mis amigas la conocen todas y ella también las conoce a ellas. Por eso, cuando le cuento algo ella sabe de qué le estoy hablando, es parte de mi mundo actual”, cuenta.
Cuando la familia de Camila se mudó a Pilar, los abuelos decidieron mudarse también y siempre estuvieron cerca de su vida cotidiana. Primero, cuidándola cuando era chica y los padres trabajaban, y después siempre presentes en la adolescencia y juventud. Son muchas las horas de “abuelidad”, de abuela presente que Alicia tiene acumuladas en la vida de Camila. Y por eso sigue estando vigente durante esta etapa, aun cuando su nieta tiene 28, es psicopedagoga, con agenda completa y tiene un emprendimiento de fotolibros. “Somos muy parecidas, físicamente y a veces hasta coincidimos en la forma de vestir”, dice Camila.
Los “matching outfits” de abuelas y nietas no parecen improbables, como en otra época se podría haber interpretado. Justamente, en estos días, Carolina Herrera se presentó en la New York Fashion Week, y su nieta Olimpia Báez, de 19 años, fue vestida en la misma gama de colores rojos y negros, lo que resultó en una revolución de comentarios. “Abuela y nieta comparten inquietudes, estilo innato y pasión por la moda”, dijeron.
La herencia de las abuelas es un hecho comprobable. En promedio, los seres humanos comparten aproximadamente el 25% de su ADN con sus abuelos. Científicos de la Universidad de Cambridge publicaron investigaciones relacionadas con el vínculo entre la abuela y sus nietos. Según esa investigación, esta conexión ocurre debido al cromosoma X. Las abuelas maternas pasarán el 25% de sus cromosomas X a todos sus nietos, lo que les permitirá heredar sus genes. Según el ensayista chileno Alejandro Jodorowsky, que se respalda en un estudio realizado por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental con sede en Carolina del Norte, Estados Unidos, las mujeres heredan su información genética y su temperamento de parte de sus abuelas maternas.
El vínculo que tienen María Vázquez, de 30 años, y su abuela Silvina, de 78, es inseparable. Las amigas de María saben que es sagrado. Si ese fin de semana, la abuela avisa que se viene desde Rosario a Buenos Aires, que es muy probable que María les diga que esos días va a salir con la abuela. “A ella le encanta ir a comprar, es muy generosa, siempre me quiere comprar cosas, yo trato de frenarla un poco. Pero nos divertimos mucho juntas. Vamos con ella, a veces con su amiga, o mis amigas también vienen con nosotras. Porque ella es muy copada. Yo la amo, y mis amigas también”, cuenta.
Al menos una vez al día, María la llama por teléfono, de forma que el contacto es muy cotidiano. Aún ahora que viven en ciudades distintas. Si no la llama, la abuela le manda un mensajito, preguntando cómo va todo, o qué anda haciendo. “Ella estuvo muy presente siempre, desde chica. Es la mamá de mi mamá. Y siempre fue muy presente con todos sus nietos. Conmigo desarrolló una relación especial, quizás porque por diez años fui la única nieta mujer. Pero siempre tuvo gestos muy especiales con nosotros. Siempre fue ella la que trataba de acercarse a mi etapa. Por ejemplo, cuando era chica, como a mí me encanta el helado y amaba comprar helado al señor que venía con la bicicleta a la puerta del colegio, una vez lo trajo para mi cumpleaños y nos repartió helados a todos. Otra vez, como de chica a mí me gustaba Casi Ángeles, nos llevó con todas mis amigas al teatro. Siempre ella tratando de ponerse en mi lugar. Pero no es por lo que me daba, sino por todo lo que hacía para tratar de entenderme. Es una genia”, dice María.
Cada vez son más frecuentes este tipo de vínculos en las nuevas generaciones de abuelos y nietos, sobre todo en la vida adulta de los nietos, lo que da lugar a una nueva “abuelidad”, explica Enrique Amadasi, autor del capítulo Adultos Mayores del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) e investigador de la Fundación Navarro Viola.
“El telón de fondo es el de vínculos y relaciones intrafamiliares que se han hecho mucho más horizontales. Vemos el cambio, pasamos de abuelos sacralizados o desvalorizados por sus propios hijos, nueras y yernos, a abuelos que cuidan su autonomía, que disfrutan de dar y recibir, que cultivan otro vínculo con sus nietos. Sobre ese telón de fondo vino la pandemia. Casi dos años donde la supervivencia fue lo principal y un tiempo que servía para discernir, consciente o inconscientemente, entre lo esencial y lo secundario. En ese escenario de aislamiento ese timbrazo de la nieta para preguntar si necesitaba algo o simplemente, aquí estoy, tuvo un registro único. Hubo ahí un clic, una especie de descubrimiento mutuo”, dice Amadasi.
Y agrega: “Hay además un ángulo que permite otra visión. La creciente presencia de los abuelos en los niños en edad escolar. Para entender la presencia de los abuelos en la vida de los adolescentes y jóvenes, hay que entender un marco más general, de los abuelos y los nietos. Hace una década su presencia lubricó los engranajes tanto de las familias monoparentales como de parejas de doble ingreso. Jornadas laborales de mucha duración restan tiempo para el cuidado de los niños. Allí estuvieron las abuelas y los abuelos para reemplazar a las madres y los padres que no pueden retirarlos de la escuela, asistir a la reunión de padres, los festejos escolares, la consulta médica, la merienda, alguna otra actividad extraescolar, acompañarlos hasta el regreso de los padres al hogar, reemplazarlos si tienen algún compromiso social. Los niños se han acostumbrado a ver a sus abuelos y que sean parte activa de su cotidianeidad”, apunta el especialista.
“Años más tarde, podemos ver que los vínculos de los mayores con los adolescentes tienen impresos esos antecedentes, pero se construyen con una naturaleza diferente. En primer lugar, son relaciones sociales mucho más simétricas cuando se trata de adolescentes. Cruzados por lo tecnológico, el universo cultural de unos y otros es bien diferente. En segundo lugar, son más libres, sin rutina, sin necesidades, sin obligaciones, y por eso hay más espacio para los afectos. Son para expresar sentimientos, y eso, si gratifica, abre el corazón. Allí se da y se recibe. Para los abuelos, es un modo de referirse al pasado inmediato, cuando sus nietos eran niños. Para el adolescente, es un recurso para construir su identidad. ¿Cómo me veías? ¿Cómo me ves? El abuelo es interrogado sobre su experiencia”, agrega.
La cantidad de horas que generaciones anteriores pasaban efectivamente en lo cotidiano con sus abuelos era mucho menos. Los veían los fines de semana, los pasaban a visitar. La cantidad de horas que pasó esta generación con sus abuelos por esta situación de la abuela cuidadora los llevó a compartir muchas horas, están más presentes en lo cotidiano de la vida de los nietos, conocen a sus amigos, a sus novios, están más conectados con ellos, saben cómo piensa, de qué es lo que habla, qué es lo que mira, desarrollan una complicidad y se vuelven compinches.
“Esta es una relación muy distinta a la de generaciones anteriores. Es un vínculo que podría haber llegado hasta la edad escolar. una vez que se eximen de los cuidados, ya no son más necesarios. Sin embargo, sin obligaciones, sin rutina, se reedita en la vida adulta de los nietos, bajo otro formato y con otros ingredientes. El vínculo no se fosiliza, sino que se actualiza”, agrega Amadasi.