En las primeras horas de este jueves, y con el paro convocado por la Confederación General de Trabajo (CGT) en marcha, las paradas de colectivos, el único medio de transporte público que no se adhirió en la práctica a la medida de fuerza contra el Gobierno, se colmaban de personas que buscan una manera de llegar a sus lugares de trabajo o que querían regresar a sus hogares. Si bien la gente consultada reconocía la necesidad de mejorar las condiciones laborales, reinaba sobre todo el descontento entre los usuarios y muchas quejas contra los gremios.
Eran las 6 de la mañana y aún era de noche en la Estación de Transbordo de Moreno, donde una de las filas para tomar el 302 con destino a Liniers se extendía más de 150 metros. El último pasajero llegaba a la altura del paso a nivel de las vías por las que cruza el Tren Sarmiento, hoy fuera de funcionamiento por el paro general.
Esa línea de colectivos, propiedad de la Empresa del Oeste S.A.T., dispuso de un refuerzo de hasta diez dotaciones extras para “desagotar” el aumento del servicio en uno de los principales epicentros del transporte público del Conurbano.
“Soy electricista. Si no voy hoy a trabajar, pierdo alrededor de 120.000 pesos”, dijo Aristóbulo González, de 65 años, en relación con su no adhesión al cese de actividades por 24 horas. “Yo no puedo porque soy autónomo, no tengo un empleo registrado como alguien que trabaja en una fábrica. Pero creo que, por un lado, está bien porque, la verdad, que con este gobierno cada vez estamos peor los que estamos en mi condición”, completó.
A pocos metros, a la altura del andén vacío del tren de la estación homónima de la localidad que conduce la peronista Mariel Fernández, el gobierno nacional volvió a descargarse con mensajes desafiantes contra los sindicatos en el tercer paro general en lo que va de la gestión del presidente Javier Milei.
“Ataque a la República. La casta sindical atenta contra millones de argentinos que quieren trabajar. Si te extorsionan o te obligan a parar, denunciá al 134”, se pudo leer en los monitores que en el resto de los días suelen marcar el tiempo de espera y llegada de las formaciones.
En el Acceso Oeste, en dirección a Capital, la cantidad de tránsito saturaba la autovía a la altura del peaje de Ituzaingó desde la primera hora de la mañana. En una jornada que comenzó con una incesante garúa, los autos particulares fueron “una solución” a la que varios trabajadores monotributistas o autónomos acudieron para llegar a sus empleos de todos los días al margen de la medida de fuerza de la central obrera. Además de la 302, ese trayecto también es atravesado por el 57 del Grupo DOTA, que iban repletos en su interior con destino a Capital Federal.
La acumulación de personas detrás de las garitas de colectivos contrastaba con la marcada ausencia de actividad comercial que suele haber en los alrededores de la lindante plaza Mariano Moreno, donde la mayoría de los negocios de ropa, tecnología y bazares, que allí funcionan mantuvieron sus persianas bajas. La excepción fueron algunos kioscos, así cómo también puesteros y vendedores ambulantes, que como el resto de los que integran el universo del mercado laboral informal aseguraban: “No nos queda otra”.
“Ni me interesan los sindicalistas”, dijo un hombre a LN+ mientras, en el barrio de Constitución, esperaba el colectivo de la línea 51 para regresar a su casa después de ocho horas de trabajo nocturno. “Recién salgo del laburo. Estoy cansado, pero en vez de ir para adelante vamos para atrás. La gente está cansada de esto; estamos todos cansados”, se quejó.
Otro hombre en la misma fila también lanzó su reclamo: “Estoy yendo a trabajar. No permitimos que esta gente nos lleve adonde nos quiere llevar. Así no se hace un país. Si no me levanto temprano, nadie me trae la plata. No me interesan los gremialistas; ellos ganan mucho más de lo que gano yo y tienen un montón de beneficios que yo no tengo”.
“Es complicado. Volver a casa me lleva más tiempo. Siempre es lo mismo. Los sindicatos se llenan de plata ¿y nosotros?“, se quejaba otro pasajero que había terminado de cumplir sus tareas laborales luego de 12 horas. Sin trenes en funcionamiento, no le quedaba otra chance que tomarse alguna línea de colectivo que lo acercara a zona sur.
La escena de Constitución se repetía en los principales centros de trasbordo del centro porteño y del conurbano bonaerense. Como cada vez que los sindicatos ferroviarios se suman a una paralización de actividades, las terminales se encontraban cerradas al público. En el Aeroparque Jorge Newbery la postal era la misma: pasillos vacíos y mucho silencio.
“Llegamos tarde al trabajo. Es un desastre cuando no funciona el tren”, se lamentaba una mujer que iba a trabajar a San Antonio de Padua y que, por cuestiones económicas, había desestimado utilizar una aplicación de viajes. Detrás de ella, una joven médica aguardaba la misma línea de colectivo que la acercara al hospital. Tenía que llegar a las 8 de la mañana, pero eran las 7.55 y aún esperaba para viajar. No solo se complicaba ella, contó a LN+, sino que su compañero no se podía retirar hasta que no llegara su relevo.
Fernando, que no podía usar el tren Sarmiento (que une la ciudad con el oeste del conurbano) y es trabajador independiente, se quejaba porque por el paro de esta jornada podría perder unos 70 mil pesos de ingresos.
Los accesos a la Ciudad comenzaban a complicarse más de lo normal porque muchas personas se volcó a utilizar sus propios rodados o servicio de aplicaciones para movilizarse en tiempo y forma.