Su último año ha sido una vorágine de éxito, galardones y alabanzas externas. Presentó su disco Manual de romería, una fusión muy folclórica de la tradición y la vanguardia electrónica (previa a la era Brat, eso sí), y recibió el Premio Nacional de las Músicas Actuales. “Tengo que ir a recogerlo todavía”, dice. Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) ha estado de gira y poniendo el foco en cosas futuras (que no puede desvelar en su entrevista con Infobae España) y actuales. Una de ellas es La Benéfica, en Piloña (Asturias), su pueblo: un proyecto de vida para el cantante y compositor con el que quiere restaurar un teatro antiguo (reconvertido en parquin) junto a tres amigos.
“Estamos con las obras todavía”, dice resignado, aunque ha seguido organizando eventos fuera del espacio para mantener el espíritu artístico en la zona. Este viernes, Cuevas actuará en el Festival B de Barcelona, un enclave en el que hará probar a sus seguidores de las delicias de su proyecto. “Mi público me quiere mucho, me da mucho cariño”, explica. “’Rodri, te queremos cuidar, te queremos traer un Cola-Cao caliente a la cama por la mañana’”, entona para mostrar lo mucho que se preocupa su fandom de su bienestar.
Ganar el Premio Nacional de las Músicas Actuales ha sido la guinda de un pastel que llevaba cociéndose en el horno desde hacía tiempo, pero Cuevas no olvida al grueso de músicos y artistas que han puesto el foco en el mantenimiento de la tradición antes de su irrupción. “Mucha gente que ha hecho folklore antes que yo no lo recibió y lo merecían perfectamente”, afirma, pero no olvida el “reconocimiento” que dicho galardón supone para el asturiano, la música tradicional y “la gente que baila y toca la pandereta”.
“Podría estar tocando en los bares o trabajando en la panadería en la que estaba antes, pero es una bendición poder vivir de la música”
Lidiar con la fama le resulta “raro”, pero no quiere ser “soberbio” y pensar que su situación merece de un alegato a favor o en contra. “Es una suerte que me haya tocado esto a mí, podría estar tocando en bares o trabajando en la panadería en la que estaba antes, pero es una bendición poder vivir de la música”, indica. A Rodrigo Cuevas le “encantaría ir a Broncano”, es decir, a La revuelta, el nuevo programa del presentador que se emite en La 1. “Me parece una fantasía lo que está consiguiendo”, dice sobre los buenos datos de audiencia en sus dos primeras semanas de convivencia con el access prime time liderado por las hormigas.
“Yo hace mil años que no tengo televisión, vamos, no me acuerdo de cuándo tuve una por última vez, creo que fue en casa de mi madre”, cuenta, para mostrar su admiración por cómo el conductor ha conseguido atraer a los “menores de 40 años” a la pantalla (y no precisamente la del ordenador o el móvil). “Haciendo un programa tan punk, tan natural, tan moderno, tan de internet, de repente se va a la cadena pública y consigue que la gente joven vea la televisión otra vez”, dice. “Es increíble”, apostilla.
“Decir que te vas al norte es algo muy de Madrid”
Rodrigo Cuevas nunca abandona su interés por hablar de las problemáticas que se gestan dentro y fuera del mundo rural. La última, y quizá reducida a una anécdota de la población que habita en el espectro de lo chronically online (lo que viene siendo el mundo de internet), fue la de aquellos turistas que convirtieron ‘el norte’ en un viaje homogéneo en el que no se diferencia a Galicia de Asturias, el País Vasco o Cantabria. Vacaciones en el norte: un plural que ofende. “Decir que te vas al norte de vacaciones es algo muy de Madrid, de desconocedor”, dice en tono cómico el cantante. “‘Me voy al norte’. ¿Al norte de qué? ¿A la sierra? ¿Al Polo Norte? Es una forma de hablar y no tiene mayor importancia”, añade.
El turismo también ha sido protagonista en regiones de España que no están acostumbradas a recibir una copiosa cantidad de visitantes durante los meses estivales. “El mundo urbano no sabe relacionarse de una forma que no sea abusiva con las cosas”, dice el cantante. Hay una “idealización” en la idea de que el campo es un espacio de descanso y desconexión, y que esconde una “calidad de vida peor” para sus habitantes. “El problema del turismo masivo para las ciudades es el mismo para el mundo rural”, indica.
“En las zonas rurales no existe el alquiler ahora mismo, como no tengas una forma de pagar un adelanto para una compra, no hay forma de irse a vivir al campo”
Cuevas pone sobre la mesa lo complicado que es encontrar una vivienda en enclaves como Piloña, una realidad que se puede trasladar a otras localidades colindantes. “En las zonas rurales no existe el alquiler ahora mismo, como no tengas una forma de pagar un adelanto para una compra, no hay forma de irse a vivir al campo”, relata. “Las fincas están abandonadas y llevaría muchísimo trabajo, mucha inversión, acceder a ellas”, añade. El compositor cree que él y sus vecinos tienen que tirar de “autoestima colectiva” para realzar su estilo de vida, identidad y cultura, un actitud que supondría un “revulsivo tremendo” para el campo. “Tenemos que darnos cuenta de lo privilegiados que somos de vivir donde vivimos, porque existe ese relato de abandono, de que aquí no hay nada que hacer”, explica.