Rodrigo Duterte, el polémico presidente filipino detenido por su cruenta guerra antidrogas

Manila, 11 mar (EFE).- Deslenguado, violento y muy popular, el expresidente de Filipinas Rodrigo Duerte impulsó desde el poder (2016-2022) una cruenta guerra contra las drogas que dejó miles de muertos en el país y por la que este martes fue detenido tras ser acusado de crímenes contra la humanidad.

La Policía filipina arrestó hoy a Duterte dentro del avión en el que el exmandatario regresó a Manila tras un viaje a Hong Kong, obedeciendo una orden de detención emitida por la Corte Penal Internacional (CPI).

Duterte, de 79 años y con aparentes dificultades al caminar, salió escoltado por las autoridades desde la puerta de desembarque.

El desenlace de hoy tiene su origen en su llegada al poder, el 30 de junio de 2016 y por un mandato único de seis años, cuando Duterte puso en marcha su promesa electoral de erradicar las drogas en el país y alentó para ello a la Policía a disparar a matar a presuntos adictos y traficantes.

Las cifras de fallecidos durante esta violenta campaña antinarcóticos varían notablemente entre las oficiales, que apuntan a más de 6.200 víctimas mortales, y las de las ONG, que elevan las muertes a entre 27.000 y 30.000.

El reguero de sangre que dejó atrás su guerra contra las drogas, vinculada en muchos casos a asesinatos por parte grupos de vigilantes armados que actuaban bajo aparente impunidad, le valió a Duterte una investigación de la CPI por presuntos crímenes de lesa humanidad, que ha derivado en la detención de hoy.

El exdirigente, conocido por su incontinencia verbal que dejó una ristra de polémicas declaraciones durante su mandato, pretendía regresar a la arena política y se había presentado como candidato a la alcaldía de Davao, la sureña ciudad de Mindanao que regenta su clan familiar, para los comicios a mitad de mandato del próximo 12 de mayo.

Desde que dejara el poder, y tras unos meses de tranquilidad, el líder del clan político había regresado a la palestra para insultar en numerosas ocasiones al actual presidente del país, Ferdinand Marcos Jr., a quien calificó repetidamente de “drogadicto”.

Las ofensas dejaron patente el profundo cisma entre los clanes políticos reinantes en Filipinas, tras la alianza de conveniencia durante las elecciones de 2022, donde la hija de Duterte, Sara, hizo tándem con Marcos Jr. y ganó los comicios para la vicepresidencia del país.

Sara Duterte, quien desde el año pasado no lidera ninguna cartera ministerial, se enfrenta ahora a un proceso de destitución acusada de utilizar fondos de manera indebida, en el marco de su divorcio político de Marcos Jr.

Chistes sobre la violación de una monja, comentarios machistas y graves insultos dirigidos contra personalidades como el Papa Francisco o el expresidente estadounidense Barack Obama, han sido otro de los legados que dejó el periodo de Duterte en el cargo.

Sus defensores aseguran que las salidas de tono y las formas jocosas y toscas del expresidente son malinterpretadas y derivan de su personalidad vehemente, característica de su Mindanao natal, en el sur del país, mientras sus críticos condenan sus excesos y deriva autoritaria.

El mandatario filipino protagonizó polémicas casi mensuales durante sus primeros años en el poder, pero a medida que fue consumiendo el mandato poco a poco redujo sus explosiones dialécticas.

Miembro de uno de los clanes políticos del archipiélago y nacido en la provincia central de Leyte en 1945, Duterte es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas a pesar de que fue expulsado de dos colegios por mala conducta.

Sus familiares lo recuerdan como un adolescente irresponsable, mujeriego y bravucón, que llegó a volar una avioneta sobre el instituto donde estudiaba para impresionar a una de sus compañeras, por lo que fue reprendido.

Tras sus estudios universitarios ocupó durante una década distintos puestos en el consistorio de la ciudad de Davao, hasta que en 1988 accedió a la alcaldía.

En esta ciudad, donde sirvió como regidor durante 22 años, Duterte puso en práctica su guerra contra las drogas a una menor escala, pero con unas consecuencias similares.

Las crónicas periodísticas de la época reflejan un político que pistola en ristre patrullaba las calles con los agentes del orden en busca de criminales, actitud que le valió el sobrenombre de “Harry el sucio”.

Organizaciones en favor de los derechos humanos denunciaron entonces que Duterte ya toleró numerosos asesinatos extrajudiciales en Davao de supuestos traficantes de droga y otros presuntos delincuentes por parte de grupos vigilantes catalogados de “escuadrones de la muerte”, delitos de los que entonces salió impune. EFE

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