Sam Altman quiere superar a China: qué le pide al gobierno para ser potencia en IA

Sam Altman está ávido de poder. Después de cerrar una gira de financiamiento que recaudó U$S 6.600 millones y consolidar su dominio sobre la conducción de OpenAI en tanto se retiraban otros cofundadores, el director ejecutivo dio con una estrategia para cimentar el liderazgo de su compañía en lo que considera la tecnología más importante que ha conocido el mundo.

Durante una reunión en septiembre en la Casa Blanca, Altman y otros representantes de los grandes nombres de la inteligencia artificial se congregaron en torno a la mesa para hacer su exhortación: precisamos de más energía y con rapidez. Luego del encuentro Altman presentó una propuesta de 15 páginas con más información acerca de lo que considera que debería hacer el gobierno. Allí solicitaba la construcción de varias centrales eléctricas de 5 gigavatios en diferentes estados de la Unión, cada una de las cuales costaría alrededor de U$S 100.000 millones, para que las pudieran usar su startup y otras compañías que están en la vanguardia de la IA. El documento se titulaba “La infraestructura es destino”.

Y vaya que lo es. La historia ofrece ejemplos abundantes de gobiernos que pagaron el costo de iniciativas enormes para sostener a industrias incipientes, desde el sistema de autopistas interestatales con el presidente Dwight Eisenhower en la década de 1950 a las inversiones en banda ancha que hizo Corea del Sur en los años ‘90. 

Si el destino de Estados Unidos es ser la superpotencia mundial en IA y no ceder terreno frente a China, las inversiones en energía de acuerdo a la visión de Altman no sólo deberían ser un objetivo sino el umbral mínimo. La duda es cómo tendrán que solventarse y de qué manera garantizar que los beneficios excedan los intereses empresarios para incluir a la sociedad civil.

Altman no sacó sus metas de la nada. Existen entre cinco y siete firmas de hiperescala -compañías que usan o venden vastas cantidades de recursos informáticos para capacitar y correr modelos nuevos o de avanzada en IA- que necesitarían esas enormes centrales eléctricas. Los 5GW son una aproximación tentativa a las necesidades energéticas futuras de cada una de ellas. 

Hallar la cifra precisa es complicado, advierte Arshad Mansoor, presidente y CEO del Instituto de Investigaciones en Energía Eléctrica (EPRI, en inglés), una entidad sin fines de lucro. El motivo es que la potencia informática necesaria para entrenar a los modelos de la próxima generación de IA será mucho más alta que la actual, y los ahorros por eficiencia compensarán en parte esa carga. El último chip Blackwell de Nvidia Corp ahorra 25 veces más energía que el Hopper, de mayor utilización. Mansoor estuvo presente en la reunión de la Casa Blanca y respalda el pedido de más inversiones de Altman.

Una sola solicitud al ChatGPT utiliza 10 veces más energía que una búsqueda habitual en Google sin IA, indican en el EPRI. Según las proyecciones más extremas del grupo, hacia 2030 los centros de datos emplearán al menos el 9,1% de toda la electricidad que se genere en Estados Unidos, comparado con el 4% de la actualidad. Algunos estados ya hicieron sonar las alarmas. En octubre el titular de la comisión de servicios públicos de Texas le dijo a Bloomberg News que los nuevos centros de datos deben generar su propia energía porque la exigida red eléctrica del estado sencillamente no puede atender un aumento en la demanda.

Las compañías de IA encontrarán esa energía de algún modo y en algún lugar. En ciertos casos será con fuentes no renovables, como las centrales alimentadas a gas, pisoteando las metas previas de llegar a la neutralidad de carbono, como lo reconoció a comienzos de octubre el presidente de Google, Eric Schmidt en una reunión cumbre de la IA en Washington. Hace poco Microsoft Corp firmó un acuerdo para comprar toda la electricidad de Three Mile Island cuando en 2028 vuelva al servicio la central nuclear allí instalada. Mansoor calcula que podría disponerse de al menos 10GW mediante la mejora de las plantas atómicas que actualmente están operativas.

Estas gestiones ni siquiera se acercarán a la capacidad que se necesita para que Estados Unidos retenga en el futuro el liderazgo en IA. Goldman Sachs Group Inc calcula que “hacia 2030 se precisará de un aumento de 47GW en la generación de electricidad para sostener la demanda acumulada de energía de los centros de datos norteamericanos”. Los analistas de la firma entienden que las inversiones de capital necesarias rondarían los U$S 50.000 millones.

El documento “La infraestructura es destino” de Altman esbozaba iniciativas en marcha en China donde decía que en los próximos cinco años se construirán once reactores nucleares a un costo de US$ 31.000 millones. Las necesidades de las compañías de IA se atienden con “apoyo financiero y regulaciones favorables”. La tarea del gobierno chino excede las fronteras del país, ya que hay unos 155 proyectos vinculados a la IA en 64 países que tienen apoyo chino. 

China aspira a superar a Estados Unidos y convertirse en el líder mundial en IA hacia 2030, una posición que, según Altman, hará posible “cambios profundos en los modos humanos de producción, en el pensamiento y el estilo de vida”, para no hablar de la capacidad militar. Hace poco Bloomberg Intelligence anticipó que en los próximos 12 meses China reducirá la ventaja en el desarrollo de IA que mantiene Estados Unidos, en gran medida porque sus principales compañías tecnológicas se benefician de tener detrás el pleno respaldo del Estado. 

China también acumuló de manera inteligente chips aceleradores de avanzada antes de que EE.UU impusiera controles a las exportaciones, y cuenta con tres desarrolladores de software por cada dos en la Unión. En otras palabras, OpenAI tiene razón al advertir en su texto que una competencia dominada por China implicaría que la actitud autocrática de ese país en cuanto a vigilancia masiva y confidencialidad de los datos podría extender a todo el planeta.

Si la posición de la Casa Blanca es que la IA será la pieza central de la economía estadounidense, entonces debería trabajar con Altman para atender las necesidades del sector, en vista de que Estados Unidos tiene las mayores posibilidades de quedarse con la parte del león de los u$s 4 billones que inyectaría a la economía mundial, según cálculos de McKinsey & Co.. 

En un ensayo reciente publicado en su página web, Altman admitió que sistemas como el que está desarrollando su compañía provocarán alteraciones importantes en el mercado laboral, pero agregó que al mismo tiempo fomentará una significativa creación de empleos. El uso de la IA para expandir el acceso a la educación, resolver temas vinculados a la atención médica o trazar modelos más efectivos para combatir el cambio climático hará que valgan la pena tales perturbaciones, escribió.

Las gestiones multimillonarias del gobierno de Biden por traer de vuelta a Estados Unidos la producción de semiconductores debería dar el motivo que se necesita para no perder el tiempo en materia de IA, al menos no mientras sus compañías nativas se encuentran en la vanguardia y van en ascenso. El gobierno debería seguir los instintos de Mark Zuckerberg: hace poco les dijo a algunos inversores que el riesgo de quedarse atrás es mayor que el de excederse en las inversiones.

Pero lo que Altman presentó como una oportunidad propia de un “New Deal” también debería ser buena para los norteamericanos, en particular cuando una cantidad creciente de escépticos se preguntan si la IA generativa, con sus alucinaciones e inexactitudes, además de su costo oneroso, tendrá el efecto transformador que alegan Altman y otros.

La generación anterior de constructores de centros de datos asaltó los presupuestos de los gobiernos estatales, que hacían lo imposible por congraciarse con las Big Tech, aunque con resultados insuficientes. Virginia, el estado norteamericano con más centros de datos del país, cedió U$S 750 millones en ingresos impositivos solo en 2023 debido a los incentivos destinados a centros de datos, indica un informe del contralor del estado. 

En Illinois, datos recabados por la entidad sin fines de lucro Good Jobs First indican que subsidios por U$S 468 millones sólo generaron 399 puestos de trabajo, unos U$S 1,4 millones por empleo. En Nebraska el costo de agregar una mayor generación de electricidad dirigida a instalaciones nuevas de Google y Meta Platforms Inc se está trasladando a sus habitantes, que sufrirán aumentos en las tarifas de entre 2,5% y 3% anuales, indican informes locales.

Estos acuerdos, con frecuencia negociados en secreto, deberían terminarse. Las empresas no necesitan donaciones, y aun así es evidente que se precisarán desgravaciones impositivas, garantías crediticias y otros mecanismos con apoyo estatal para acelerar el progreso en la construcción de la infraestructura necesaria para preservar el liderazgo estadounidense.

Tal vez existan formas más inventivas de que las comunidades locales se beneficien del boom de la IA. Chris Lehane, director de políticas en OpenAI, sugirió que a cambio de incentivos y facilidades regulatorias, “me parece razonable pedir que el 20% o 25% de la (capacidad) informática esté disponible para los sistemas educativos públicos, o las universidades públicas, en una red de IA que se vincule con industrias que ya existen en los estados”.

En otras palabras, OpenAI está abierta a la idea de que a los estados se les podría retribuir con IA; es una respuesta posible a la duda de cómo los organismos públicos y las pequeñas empresas podrían aprovechar para sus propios fines esta tecnología costosa. La idea resulta convincente. Que sea un trato justo dependerá de cuánto confiemos en que Altman y compañía puedan cumplir con sus promesas.