Santiago Bal: de crooner de cabaret a comediante, un hombre de amores, infidelidades y delicada salud

Santiago Bal era un comediante nato, uno de esos que llevan el humor en la sangre y le saben sacar provecho. Nació en Buenos Aires el 5 de enero de 1936 y se metió en el teatro como cantante, sin imaginar que se iba a convertir en uno de los actores más requeridos y festejados durante muchas décadas. Fue un referente del teatro de revistas y comedias, y trabajó junto a grandes cómicos y vedettes de la época. Se lució en decenas de películas, obras de teatro y programas de televisión y también fue un prolífero autor y director teatral. “Yo soy cómico por oficio, pero dramático por principios; hago un poco de todo, con 62 años de trabajo”, dijo en una de sus últimas entrevistas a LA NACION, mientras hacía la obra con la que se despidió, Nuevamente juntos, con Carmen Barbieri y dirigida por Federico Bal. Así cumplió su último deseo, volver a trabajar en familia.

Santiago Bal era un dandy que estaba impecable de la mañana a la noche, y un porteño de ley que gustaba de las conversaciones con sus amigos mientras compartía un whisky después de un día de trabajo, escuchaba música clásica y a Frank Sinatra. Le gustaban mucho las mujeres, según él mismo solía reconocerlo, y tuvo varios líos de polleras de los que a veces no supo salir. Tuvo, además, muchos problemas de salud que minimizaba porque no era fatalista. Falleció a los 83 años, el 9 de diciembre de 2019.

Santiago Bal, un porteño de ley

Estaba estudiando Arquitectura y apenas le faltaban algunas materias para recibirse y darle el título que tanto deseaba su padre Gregorio, que fue un habilidoso orfebre, engarzador de diamantes en la firma Ricciardi. Pero los sueños de Santiago eran muy diferentes. Ya tenía una banda en la estudiantina de Hebraica, junto a Joel Grey, protagonista de Cabaret, y el músico Lalo Schifrin; Bal tocaba el violín. Alguien se contactó con Santiago y le propuso trabajan en un cabaret, que por entonces eran lugares de lujo. Empezó siendo crooner, el cantante que presentaba el show. Claro que en su casa no sabían nada; por meses lo hizo a escondidas. Era todo un galán, un seductor. Alguien lo vio y le propuso hacer teatro. Esa fue su entrada al mundo del espectáculo, cuando apenas pasaba los 20.

Nació con estrella y todo lo que hizo tuvo éxito. Su don llegó a oídos del creador de Los Campanelli, Héctor Maselli, y después Juan Carlos Mesa lo convocó para protagonizar Gorosito y señora, con Susana Brunetti. Al mismo tiempo formó un dúo cómico con Alberto Anchart y por mucho tiempo fueron cortineros de los espectáculos de calle Corrientes. Trabajaron juntos por muchos años e hicieron gira por Europa durante cuatro años. Actor dúctil, hizo comedias, pero también se lució en dramas. En teatro hizo ¿Qué nos sucede, vida?, Cuatro rubias… son demasiado, Un dúo inolvidable, Hola, mami, hola, señor, El champagne las pone mimosas, La revista está que arde, Tocata y fuga de Bal, Los años locos del Tabarís, Increíblemente juntos, Que noche de casamiento, Vedettísima, Barbierísima, y también La zapatera prodigiosa, La importancia de llamarse Ernesto, Fausto.

Santiago Bal con Alberto Martín, en Los hijos de López, de 1980

En televisión hizo, además, La tuerca, Tropicana Club, Corrientes y Marrone, Gorosito y señora, Comedias para vivir, Tango y goles, Como en el teatro, Mesa de noticias, García ama a Garzía, Las mellizas Rivarola, Operación Ja ja, Voy a pagar la luz, Como pan caliente, Mi familia es un dibujo, Socios y más, Muñeca brava, Ilusiones, Los simuladores, Resistiré, El hombre de tu vida, La Peluquería de Don Mateo, y acompañó a su hijo Federico y a Laurita Fernández bailando un ritmo en Showmatch, en el 2016. Fue su última aparición en televisión.

Filmó también muchas películas, entre ellas La casa de Madame Lulú, Chúmbale, El caradura y la millonaria, El verano de los Campanelli, Estoy hecho un demonio, He nacido en la rivera, Los hijos de López, Las colegialas y Rumbo al mar, su último trabajo en cine junto a su hijo Federico, que se estrenó en 2020. La trama de la película que cuenta cómo un padre al que le queda muy poco tiempo de vida decide emprender un viaje con su hijo para conocer el mar.

Santiago amaba su profesión y en su última temporada en Mar del Plata, a sus 82 años, decía que jamás iba a jubilarse: “Quiero morir en el escenario”, decía. Casi un año más tarde le llegó su hora y murió internado, pero rodeado de sus tres hijos.

Sus amores

Su primer amor fue María Isabel Andina, que era bailarina del Teatro Colón. Estuvieron juntos algunos años y de esa relación nació Mariano. La pareja se rompió cuando Bal conoció a su compañera en el Teatro Nacional, Thelma del Río. Fue un flechazo. Enseguida se mudaron juntos, vivieron en Europa durante cuatro años y fueron felices hasta que otra compañera le movió el piso al cómico: Silvia Pérez. Al principio el romance fue un secreto a voces que se oficializó con la llegada de la segunda hija del actor, Julieta. Al poco tiempo a Santiago le diagnosticaron cáncer y volvió a los brazos de Thelma.

Carmen Barbieri fue la mujer de su vida. Bal trabajó muchos años con Alfredo Barbieri, entonces conocía a su hija desde que era una nena. “Cuando yo tenía 16 años, estaba en la Bristol en Mar del Plata, con una bikini chiquita que me había comprado en Brasil, y Santiago me vio y me siguió por una cuadra, diciéndome piropos. Él ya era famosísimo y cuando volví a la carpa le dije a mi papá que Santiago me había seguido una cuadra. Fuimos a saludarlo a su carpa y cuando se dio cuenta de que yo era la hija de Alfredo, se puso blanco como un papel. Claro, yo no parecía de 16 años. Nos reencontramos muchos años después en Mesa de noticias”, detalla Carmen que decía que era el último hombre en el mundo en el que se fijaría. Sin embargo, se fijó cuando compartían cartel en Mesa de noticias lo que no se vio en TV, en Carlos Paz. “Empezó a gustarme y en escena yo tenía que darle una tarjetita y le escribía: ‘Me gustás’, ‘¿Cuándo me invitas a cenar?’. Pero él no veía. Después se operó, así que volvía a su camarín donde las tirabas en un rincón. Un día leyó esas tarjetas y se dio cuenta de que yo le tiraba los perros. Vino y me dijo: ‘Te voy a invitar a cenar pero si pasa algo con nosotros tenes que saber que soy un paciente oncológico, tengo cáncer de colon a cada rato y es difícil vivir conmigo, tenés que saber dar inyecciones y ser un poco enfermera’. Le dije que era genial haciendo eso. Tuvo 18 operaciones mientras estuvo conmigo. Empezamos a salir el 24 de enero de 1986 y el 21 abril nos comprometimos y nos fuimos a vivir juntos”. Unos años después nació Federico. “Fue una pareja maravillosa, nunca tuvimos una discusión, aunque distintas opiniones sobre todo en lo relacionado al teatro porque él era más grande que yo y pensaba de otra manera, y yo era muy impuntual y él todo lo contrario. Aprendí mucho”, le confió Carmen a LA NACION.

Una postal de las temporadas de teatro en Mar del Plata: Carmen Barbieri y Santiago Bal, en diciembre de 2010

La pareja terminó en medio de un escándalo. “No le perdoné una infidelidad, se fue de mi casa y nunca más. Fue muy grave, pero al año y medio volvimos a almorzar juntos los tres en familia, como antes. Porque me di cuenta de que el amor no es para toda la vida, que fue un gran hombre conmigo, que tuvimos una hermosa pareja. No es que lo perdoné porque no soy nadie para perdonar, pero quedó en anécdota. Gracias a Fede nos reconciliamos como familia. Cuando le dieron el alta después de estar muy grave, volvió a mi casa porque es el padre de mi hijo”. Carmen lo acompañó hasta el final. “Murió en mis brazos, rodeado de sus hijos, y no de cáncer sino de epoc. Vivió una vida de rey y también murió como un rey. Y Fede le hizo un velorio como se merecía, a cajón cerrado porque así se vela a los judíos, con una botella de whisky y vasos y todos los amigos tomaban; y la canción de Frank SinatraThat’s life”. También cantó una chica en hebreo. Fue una fiesta y así se despidió Santiago… Tuvo una vida muy buena pero con una salud muy mala que llevó adelante como pudo, con grandes sufrimientos porque tenía muchos dolores”.

En familia

A sus 82 años, y luego de mucho desearlo, logró reunir a sus tres hijos en el día de su cumpleaños. Santiago decía: “fue un encuentro hermoso. Por primera vez nos juntamos a desayunar en mi cumpleaños. Pasa que a veces estamos trabajando en lugares diferentes y ahora se dio que todos estamos en Mar del Plata, menos Mariano, que se tomó un avión y vino. Fue un encuentro espectacular. Después de verlos, ese día les escribí un mail contando cómo me sentía. Me contestaron que estaban felices de que yo pudiera sentir lo que estaba sintiendo”.

Con Julieta no tuvo una relación fácil. “Nos costó tener una buena relación y ahora es magnífica, fluida. Estuvimos un tiempo largo sin hablarnos… Cuando nos acercamos, no había nada que perdonar, porque los sentimientos no son para disculpar ni festejar. Felizmente, reconstituimos muy bien la relación. Estoy feliz”, se sinceraba el actor.

Santiago Bal junto con su hija Julieta, fruto de su relación con la actriz Silvia Pérez

Julieta Bal lo recordó para LA NACION: “Lo siento más cerca que nunca en toda mi vida. Las constelaciones familiares, esta filosofía de vida que sigo hace varios años y a la cual me dedico de lleno como profesión, me invitaron a poder reconciliarme con mi padre y hoy lo siento en mi corazón. Siento su amor y esta unión que trasciende la vida y la muerte. Nunca imaginé poder sentir realmente esa conexión con mi padre y estoy emocionada y conmovida por eso. Me siento respaldaba, avalada, protegida, cuidada, guiada. Todos los días de mi vida le agradezco todo lo que fue y todo lo que no fue, y honro la vida que me dio. En nuestra última conversación me dijo: ‘Vos te vas a dedicar a lo nuestro’. Y yo me dedicaba a la actuación y pensé que hablaba de eso. Con el tiempo me di cuenta que hablaba de sanar nuestro vínculo y es a lo que me dedico cada día de mi vida. Así que me siento en una conexión profunda de amor con mi padre. No pudo ser en vida, pero es desde este lugar”.

Su hijo Mariano lo cuidó siempre y también era su representante. Y Federico fue su debilidad. “Cuando era chico, yo estaba en casa, convaleciente, y Carmen trabajaba así que yo lo bañaba, le daba de comer, lo llevaba al colegio. Es con el que más estuve y al que más disfruté de mis tres hijos. Cuando Fede era chico, nos dijeron que tenía un coeficiente intelectual especial. Entonces lo mandamos a un colegio especial, y le fue fenómeno hasta que yo me enfermé y empezó a traer malas notas. Fuimos a hablar a la escuela, y me enojé mucho porque no entendía cómo no se habían dado cuenta de lo que estaba pasándole al nene. Pero bueno, yo me recuperé y estuvo todo bien. Fede es una luz”, contaba Santiago.

Santiago Bal y Federico, en tiempos de rodaje de Rumbo al mar, el último trabajo que hicieron juntos padre e hijo

Federico Bal comparte algunos recuerdos con LA NACION: “Mi viejo era increíble. Fue un papá grande que no me podía llevar a la plaza y entonces me jugaba intelectualmente y me hacía preguntas, cálculos matemáticos, me hacía pensar. Pasaba mucho tiempo con él y sus amigos, todos grandes, y aprendí a hablar y a manejarme desde un lugar muy adulto; por eso decían que yo era superdotado, que no lo soy (risas). Fue un papá amoroso que se pudo reivindicar conmigo, porque con Mariano y con Julieta no estuvo como quiso. Creo que conmigo y con mamá tuvo la familia que siempre buscó; fuimos muy unidos durante 25 años. No puedo olvidarme de la última película que filmamos, de la fuerza que le ponía a cada toma, ya pasado de vueltas porque el cuerpo no le daba más, pero la cabeza la tenía impecable. Fue muy conmovedor. Estaba maravillado de cómo yo actuaba y me daba consejos y nos tomábamos un whisky todas las tardes, conversando. Admirado y respetado por sus colegas, me parece que el trabajo en Los simuladores volvió a ponerlo en escena después de mucho tiempo y le daba mucha alegría. Papá es una enseñanza de profesionalismo, de conducta, de preparación, ensayos, de ser ordenado, sistemático y casi obsesivo con el orden y la puntualidad. Era muy caballero y también muy mujeriego (risas). Cosa que también heredé de él. Era un galán que hasta en sus últimos años estaba impecable, con su pañuelo en su saco, todo combinado, oliendo bien. Tengo los mejores recuerdos de papá, del amor que se tuvieron con mamá, aunque después todo terminó un poco caótico, pero se amaron y se acompañaron hasta el último momento, y fue la mejor enseñanza de amor que me dieron”.