“Tengo mucho temor”: por qué cada vez son menos los chicos que van solos a la escuela

Es un momento clave, bisagra, en la vida de un chico: ese día en que finalmente empieza a moverse por sí mismo, sin ser escoltado o llevado por sus padres, por la ciudad. Sin embargo, cada vez llega más tarde, sobre todo por el temor que sienten los adultos por la inseguridad y por sentir que los niños no tienen todavía los recursos para moverse solos. Pero la postergación de esa etapa también implica un retraso en los procesos de autonomía. Ir solos a la escuela, al club o a la plaza es cada vez menos frecuente en la ciudad de Buenos Aires: apenas el 34% de los menores de 13 años lo tienen permitido, de acuerdo con una encuesta realizada por el Instituto de Desafíos Urbanos Futuros (IDUF), entre madres y padres porteños, a pesar de que esto era una realidad cuando ellos eran chicos.

Según los resultados, seis de cada diez padres afirmaron que hicieron sus primeros traslados de forma autónoma, como ir a la escuela, al club o a la plaza, entre los 9 y los 12 años. Sin embargo, solo el 34% de las personas consultadas permiten que sus hijos lo hagan en la actualidad a esa misma edad.

Según el estudio realizado por el IDUF. un instituto creado este año dentro del ámbito de la Legislatura porteña, que busca promover el diálogo sobre desafíos urbanos que enfrenta y enfrentará la ciudad en los próximos años, “se observa un marcado proceso de postergación intergeneracional: mientras que el 62% de las madres y padres nacidos entre 1960 y 1980 afirman que a los 9 años ya eran autónomos, este porcentaje desciende al 52% para quienes nacieron entre 1980 y 1990″.

Georgina Bruera tiene 47 años, es madre de tres chicos: Federico, de 18 años, Emiliano, de 11 y Juliana, de 8. No solo cambió la realidad respecto de cómo se movía ella en su infancia y en su adolescencia en el espacio público, sino que también varía según pasan los años en sus hijos. El mayor comenzó a moverse solo, en trayectos cortos al terminar la primaria. Pero con Emiliano, ese proceso se iniciará el año que viene. “Básicamente los acompaño a todos lados, eso me genera mucha logística y mucho dinero, porque uno no llega a todo. Pero como cada vez está más peligrosa la calle, por ahora me da temor, aunque sean solo seis cuadras del colegio a casa”, cuenta mientras retira a Emiliano del colegio Sagrada Familia, en Flores. “Sale a las 16, porque es doble jornada, hay mucha gente en la calle, pero yo prefiero por ahora venirlo a buscar. Sería más sencillo si se moviera solo pero son otros tiempos. Yo me acuerdo que en mi infancia le decía a mi mamá: ‘voy a jugar al pasaje’ y volvía a las 18, y no pasaba nada. Hoy, ellos no juegan solos ni en la puerta de casa”, cuenta.

El informe indica que los padres (7 de cada 10 encuestados) se muestran más confiados sobre las capacidades de sus hijas e hijos que las madres (5 de cada 10). Entre los temores, predomina el argumento “no tienen edad suficiente” para andar solos por la calle (4 de cada 10). También hay preocupación por la inseguridad (3 de cada 10) y por los accidentes viales (2 de cada 10).

En relevamiento, que si bien es acotado (215 casos, padres y madres de chicos de ese segmento, con un cuestionario en profundidad) aporta algunos contrasentidos de lo que significa la presencia de la tecnología y específicamente el celular en la vida de los chicos. Si bien la mayoría considera que tiene un impacto negativo en la vida de sus hijos, por otro lado, dicen no sentirse tranquilos de permitirles que se desplacen por la ciudad sin tener un dispositivo mediante el cual ubicarlos.

El reporte del IDUF revela que el 64% de las familias consideran que el uso de tecnologías afecta negativamente la capacidad de juego al aire libre, los vínculos con pares y acrecienta el tiempo de encierro de sus hijos. Sin embargo, 6 de cada 10 creen que el celular es una herramienta fundamental para mantenerse en contacto o hacer un seguimiento del traslado de sus hijos.

“La autonomía no se otorga ni se autoriza. Se construye en el vínculo entre padres e hijos desde muy temprano. Ni exponerlos al riesgo, soltándolos prematuramente, ni retenerlos más de lo necesario; de eso se trata”, apunta la psicoanalista especializada en crianza Susi Mauer. Y agrega: Es decir que una regulación sensata de la confianza en los recursos de un hijo para desenvolverse adecuadamente hace a la calidad del cuidado parental”.

El argumento con el que los padres se resisten a dejarlos moverse con cierta libertad es sin duda el fantasma –y la realidad- de la inseguridad y la hostilidad en la calle. “Pero ocurre que no aprender a convivir en el mundo que nos toca tiene también sus peligros. La preparación que les damos a estas nuevas generaciones es despareja, deficitaria y contradictoria porque los padres mismos vacilan y tienen miedo por lo que pudiera pasarles. Temen decirles que no y temen decirles que sí. La paradoja es que las familias demoran en enseñarles a funcionar con cierta autonomía : a viajar en transporte público, a cruzar avenidas, a caminar algunas cuadras solos y hasta a cómo manejarse en caso de que les roben”, indica Mauer.

Uso de celulares

“Dos grandes discusiones o debates están presentes en los hogares con chicos entre 9 y 12 años: ‘¿Mi hijo está listo para tener un celular?’ y ‘¿mi hijo está listo para ir solo a la escuela, al club, a la plaza, hacer los mandados o pasear al perro?’. Teniendo en cuenta la multiplicidad de informes que existen sobre el uso de celulares, sus riesgos y el impacto de lo que ocurre en el espacio virtual en la salud mental de los chicos, decidimos observar la contracara de esta problemática: ¿qué pasa con los chicos de hoy en el espacio no virtual?”, explica Geraldine Oniszczuk, una de las investigadoras que llevaron adelante el trabajo.

El resultado es que cada vez se posterga más la autonomía de las infancias en la ciudad de Buenos Aires. Y para entender si esto era un fenómeno aislado, se analizó la experiencia de otros destinos. El resultado, explica la especialista en temas urbanos, es que en todas las grandes metrópolis viene ocurriendo, sin embargo, existen algunas que abordaron específicamente el tema, al crear corredores seguros u organizar caminatas o bicicleteadas conjuntas camino a la escuela, supervisadas por algún profesor. También otras que trabajaron con los padres para animarlos a darles lugar a sus hijos para que progresivamente vayan asumiendo nuevos riesgos, y que aprendan a desenvolverse ante una contingencia.

“Desde el IDUF buscamos aportar una investigación sobre la autonomía de las infancias en los espacios públicos de la ciudad de Buenos Aires, a los efectos de brindar a las instituciones y especialistas vinculados con los procesos de crecimiento de los niños un instrumento útil para pensar y analizar este fenómeno junto a referentes de la gestión urbana”, explica Oniszczuk.

“Los celulares: ángel y demonio de la paternidad contemporánea”, dice el informe. Justamente se refiere a este contrasentido que está impactando en los procesos de autonomía: “Seis de cada diez familias consideran que el uso de tecnologías afecta negativamente el juego al aire libre, los vínculos con pares y acrecienta el tiempo de encierro de sus hijos. Sin embargo, a la vez, seis de cada 10 familias indican que el celular es una herramienta fundamental para mantenerse comunicado con sus hijos o para poder hacer su seguimiento de su traslado a través de aplicaciones”, se lee en el trabajo.

“El universo virtual organiza la vida de los púberes y adolescentes. La tecnología les provee casi todo: responde preguntas, resuelve desafíos, es inmediata e incondicional. No reclama ni critica. Encuentra, soluciona. Está disponible 24/7. ‘Mucho celular’, dicen los padres. Y sí, es que allí viven. ¡Pero a no saltearnos estos otros aprendizajes vitales! Entrenar a los hijos en el ejercicio de hábitos de independencia los prepara, los motiva y los ayuda a crecer con un poco más de confianza y cierta seguridad”, argumenta Mauer.

“Existe un proceso de postergación de la autonomía de las infancias en los espacios públicos. Seis de cada 10 madres y padres encuestados afirman que a partir de sus nueve años, ellos ya realizaban traslados de forma autónoma. Entre quienes nacieron entre 1980 y 1990 la proporción desciende a 5 de cada 10. Solamente tres de cada 10 hijos de las personas encuestadas realizan algún traslado o actividad de forma autónoma en el espacio público”, indica el documento.

Otro de los contrasentidos que señala el relevamiento es que a pesar de no ser autónomos para desenvolverse en la vía pública, los chicos de esas edades reciben responsabilidades dentro del entorno del hogar: “Responsables en el hogar, pero dependientes en el espacio público de la ciudad”, es el título del apartado que aborda el tema. “Ocho de cada 10 chicos asumen las responsabilidades vinculadas con sus obligaciones escolares y de cuidado personal de forma autónoma en el hogar. Solo dos de cada 10 familias que contestaron la encuesta afirman que sus hijos no hacen actividades extracurriculares, indicando que 8 de cada 10 niños tienen obligaciones fuera del horario escolar. Solo tres de cada 10 chicos realizan de forma autónoma actividades recreativas en el espacio público. En menor lugar, uno de cada 10 niños y niñas son autónomos al trasladarse a la escuela, pasear al perro o hacer mandados”, dice el trabajo.

Las familias aportan sus razones para postergar el pasaje a la autonomía. Cuatro de cada 10 cuyos hijos no realizan traslados de forma autónoma consideran que los chicos de entre 9 y 12 años no tienen edad suficiente. Tres de cada 10 afirman que la razón principal por la cual sus hijos no son autónomos en el espacio público es que pueden sufrir un hecho de inseguridad en el trayecto. Tres de cada 10 adultos cree que no es positivo que los chicos realicen autónomamente sus desplazamientos ya que su seguridad personal es más importante que su autonomía.

¿Qué harían los padres en el tiempo libre si sus hijos fueran autónomos? El trabajo indagó sobre ese punto: el 35% afirmó que empezaría a hacer actividades recreativas y a trabajar más. El 25%, que estudiaría o mejoraría su formación profesional. El 22% que descansaría más. El 10% optó por respuestas que involucran interacciones sociales: pasar más tiempo con familiares o amigos (11%), participar de ámbitos comunitarios o voluntarios (8%) y cuidar a otro familiar que necesita asistencia (7%).

Recomendaciones para revertirlo

El objetivo de este relevamiento, recuerda Oniszczuk, no fue hacer una valoración sobre si hacen bien o mal los padres al habilitar los procesos de autonomía de sus hijos a esas edades, sino generar recomendaciones para abordar el tema en la ciudad autónoma de Buenos Aires, desde las políticas públicas, mirando qué se hace en otros lugares y generando las condiciones para que el pasaje a la vida adulta de los niños sea segura.

También se busca concientizar respecto de la importancia del juego libre en el desarrollo de habilidades sociales para los niños, dice el informe. “Por ejemplo, en la ciudad de Vancouver, la Universidad de British Columbia, junto con el Hospital Pediátrico, crearon el Outside Play Lab, espacio de investigación e innovación sobre la influencia de los adultos y los entornos urbanos en el juego libre de los niños. Este dispositivo elabora guías e impulsa iniciativas orientadas a padres, escuelas y docentes, para acompañar a los chicos a asumir progresivamente nuevos “riesgos”, de la talla de su edad, para ir ganando en autonomía.

También se recomienda el fortalecimiento de políticas públicas existentes, tales como los senderos seguros, construyendo acciones que generen mayor compromiso y apropiación de las mismas, articulando entre las áreas gubernamentales, la escuela, las familias y el entorno barrial. “Políticas de acompañamiento a las familias para iniciar el camino hacia la autonomía en el traslado a la escuela, con acompañamiento y participación de las comunas. En ciudades como Bogotá, por ejemplo, existen los programas ‘Al colegio en bici’ y ‘Ciempiés’ que consisten en definir un punto de encuentro de los niños –puede ser una plaza o un monumento– para que se dirijan sin sus padres hasta la escuela, acompañados de tutores”, se lee en el informe.

Oniszczuk también dice que se necesita promover acciones de formación sobre seguridad vial, reconocimiento del entorno barrial y el transporte público, junto a la comunidad educativa, para impulsar el conocimiento de los chicos de segundo ciclo respecto de las opciones de traslado vigentes. “También es necesario trabajar en diseñar aplicaciones digitales especialmente orientadas a estimular y acompañar la autonomía de los niños, brindando a los padres información sobre la localización, hechos que ocurren en el entorno”, señala.