Teté Coustarot: su nuevo programa sobre cine argentino, el recuerdo de Roberto Giordano y su amistad con Mirtha y Susana

Este sábado, a las 22, Teté Coustarot regresa a la pantalla de América después de 17 años con Argentina de película, un ciclo que promete revalorizar el cine nacional, donde se proyectarán no solo los clásicos indiscutidos -la primera emisión estará dedicada a Esperando la carroza– sino también las joyitas que tuvieron un interesante recorrido en los festivales internacionales. “La propuesta es poner en pantalla películas argentinas. En la apertura presento lo que vamos a ver, doy toda la data y luego se suma un invitado, ya sea uno de los protagonistas o el director, para un reportaje sobre el detrás de escena, anécdotas del rodaje y mucho más”, explica la periodista y conductora en diálogo con LA NACIÓN sobre este proyecto que la tiene tan entusiasmada.

-Es una propuesta interesante en el contexto de crisis que está atravesando el cine argentino.

-Es un proyecto importantísimo que me acercó Martín Caramella de Crear Televisión, un productor con el que trabajo hace quince años, y ha sido un trabajo en conjunto con América, Ana Laura Guevara y Marta Buchanan. Está todo el mundo muy entusiasmado con que el proyecto salga bien. No hace falta remarcar la importancia de que el cine argentino tenga difusión, todos lo sabemos.

-El valor agregado del programa va a estar en esa charla que vas a tener con el invitado.

-Hay tanta variedad de temas, emociones y situaciones para compartir, es muy lindo. Eso que hacemos con el invitado es lo que hacés cuando vas al cine y después te vas a tomar un cafecito para comentar la película. Es muy interesante escuchar a los actores o directores hablar de lo que les gusta porque aparecen una pasión y una entrega extraordinarias, y porque detrás de todo eso siempre hay historias increíbles de cómo se gestó la película, cómo fue la filmación, los momentos graciosos y también los dramáticos que atravesaron. A veces no tenemos conciencia de lo que significa una filmación y todo el trabajo que hay detrás.

Betiana Blum será la primera invitada del ciclo para hablar sobre Esperando la carroza, un clásico del cine argentino.

-¿Cuál es tu conexión con el séptimo arte?

-A mí me gusta ver cine nacional porque reconozco el barrio, las veredas, la forma de hablar, de vivir. Tiene que ver con nosotros, esta cosa de reconocernos y que sea nuestro idioma el que nos hable. Ir al cine es algo festivo, es un plan que me encanta y que comparto con amigos o con mi pareja, pero también puedo ir sola, no me preocupa. Cuando vivía en General Roca, en Río Negro, íbamos al cine dieran lo que dieran, no importaba. A veces veíamos una o dos películas. Eso, para mí, fue una gran inducción a la lectura porque me di cuenta de que todo lo que veía venía de un libro. Fue una conexión interesante que tuve con la lectura a través del cine.

-¿Es una apuesta riesgosa empezar un programa nuevo a fin de año?

-Es curioso. En la TV te llaman, vos preguntás “¿cuándo empiezo? y te dicen “Ayer”. A mí me pasó muchas veces de arrancar en diciembre o en enero, cosas que después fueron un exitazo. No sé por qué, nunca me tocó empezar en marzo, pero que siga así porque siempre me fue bien. Es casi una cábala [se ríe]. Yo siempre digo que sí y después veo cómo lo hago. Es una experiencia de vida que me ha dado muy buen resultado y la recomiendo. Si te gusta lo que te ofrecen, no hay que empezar diciendo “No, no sé, lo voy a pensar”. Siempre, cuando hay algo que siento que va a funcionar y que es lindo, digo que sí.

-¡Sos una trabajadora incansable!

-Sí, primero porque vivo de mi trabajo, y segundo, es algo que me gusta de una forma que no te puedo explicar. Para mí, el trabajo no es un esfuerzo, es algo que disfruto y agradezco mucho.

-¿De dónde aprendiste esa disciplina y profesionalismo que te caracterizan?

-Siempre fui así, responsable y disciplinada. Mi palabra tiene valor, si te digo que voy a hacer algo, lo hago, no me borro. Eso viene desde siempre, creo que tiene que ver con mi temperamento. Mi madre también era así, disciplinada, a lo mejor copié de ella esa forma de ser. Y creo que ser organizada es fundamental, no solo a nivel mental, es importante escribir en un papel todo lo que tenés que hacer. Siempre tengo mi agenda, porque en un punto desconfío de que el teléfono pueda hacerme acordar de algo.

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Balances, amor y la importancia de los vínculos

-¿Sos de hacer balances de tu vida?

-En general, nunca hago balances a fin de año, los hago en otro momento. En diciembre, entre las fiestas de los canales, de la radio, las empresas de las que soy imagen, despedidas y brindis con amigos, no hay tiempo en mi vida. Pero sí te puedo decir que, en general, si miro a mi alrededor y hacia atrás, estoy contenta. Y me parece que lo más importante son los vínculos, son absolutamente fundamentales, porque todo lo demás es mucho brillo, pero después llegás a tu casa y estás sola, y no es lo que a mí me gusta. A mí me gusta compartir, soy muy sociable, siempre estoy pendiente de todo el mundo a mi alrededor y también me gusta que estén pendientes de mí. Trato de hacer lo mejor que puedo, no soy perfecta, pero lo importante de la vida es lo sólido. Sin ninguna duda, cuando uno se siente mal, no recurre a las luces o al trabajo, recurre a sus afectos. Ahí te das cuenta de cómo funciona todo.

-Hablando de vínculos y afectos, ¿qué los lleva a seguirse eligiendo con Carlos Gaziglia, tu pareja, después de 21 años juntos?

Con Carlos compartimos muchas cosas. Primero, la edad. Segundo, hay toda una cantidad de emociones, sentimientos y formas de pensar que no siempre compartimos, pero hablamos mucho e intentamos ponernos de acuerdo, cada uno con su posición. También nos encanta viajar, somos grandes compañeros de viaje. Y, en un punto, somos grandes compañeros de vida. Hay parejas que están como gallitos de riña todo el día, pero en nuestro caso no hay molestia del uno hacia el otro sino acompañamiento y protección. Hay una sensación de bienestar, yo no digo felicidad porque es demasiado. ¿Viste cuando uno se siente bien y en paz? Es eso.

-Tardaron 15 años en irse a vivir juntos, ¿fue difícil o enseguida se adaptaron a la convivencia?

-Por suerte fue antes de la pandemia, estuvimos inspirados. No fue tan diferente porque estábamos mucho tiempo juntos, vivíamos a tres cuadras de distancia. Lo más complicado creo que fue la mudanza con los platos y todo eso. No, mentira, es un chiste. Pero fue una decisión tomada a conciencia y nos salió bien.

-O sea que no ganaron las mañas individuales…

Con el tiempo, aprendés que uno no viene a esta vida a cambiar al otro, porque el otro no va a cambiar. Cuando no insistís con eso, todo es mucho más fácil. Es como el control de la tele: largarlo es difícil, pero no se puede controlar nada.

-Siempre te mantuviste firme en tu decisión de no casarte. ¿Él te lo pidió alguna vez?

-No porque el tema ya estaba muy hablado.

-Muchas veces se pregunta por cómo se vive el amor a determinada edad. Vos, ¿cómo vivís la amistad a tus 74 años?

-Hay muchas que ya no están más y eso me da mucho dolor, como Sofía Neiman, que fue una gran amiga mía y la extraño como el primer día. A veces paso con el auto por la puerta de su casa y le digo “Sofía,¿ dónde estás?” Esos vínculos de amistad son los vínculos importantísimos. Este año no frecuenté tanto porque fue de mucha actividad, viste que hay épocas en las que es más difícil.

-¿El té de los domingos en la casa de Mirtha Legrand sigue vigente?

-Sí, el té en lo de Mirtha lo hacemos hace muchos años y es muy importante, muy lindo, porque nos encontramos todos. Es interesante tener la obligación de un día fijo en el que sabemos que nos vamos a encontrar, porque si no, sucede que decís “te llamo y arreglamos”, pero después no te encontrás. Mirtha es increíble, nos manda mensaje por WhatsApp dos días antes y la noche anterior, y si no vas tenés que darle una razón fundamental. Aparte, somos un grupo muy divertido y agradable. Con Susana [Giménez] no tengo tanta rutina como con Mirtha porque está en Punta de Este. Cuando viene, aprovechamos y por ahí nos encontramos a comer en la cocina de su casa, tranquilas, y charlamos. Dany Mañas también es un gran amigo. Me gustan esas amistades con las que no hay que planificar tanto, con las que si tengo un rato libre me puedo encontrar y listo. También tengo un vínculo muy lindo con mis dos hermanas, a quienes quiero muchísimo. Nidia vive en Tandil y Diana vive acá, yo soy la del medio. Lo mismo con mi hija [Josefina Villar], tengo una vida familiar importante.

-¿Y cómo está Sayi, tu única nieta?

-Mi nieta está viviendo en Berlín hace un año y medio. Su padre es alemán, y también tiene hermanas allá. Sayi está terminando de perfeccionar el idioma para poder entrar a la universidad a estudiar fotografía. Está muy contenta, se armó su historia allá y tiene un enorme grupo de amigos, está muy bien. La voy a ir a ver y ella viene en marzo.

-¿Sos de extrañar?

-Sí, obvio que quisiera tenerla acá, pero también respeto su decisión y me parece mucho más importante verla feliz.

“¡Qué noche, Teté!”

-Antes mencionaste a los amigos que ya no están. ¿Cómo lo recordás a Roberto Giordano?

-Curiosamente, cuando fui al entierro [el sábado 23 de noviembre en el cementerio de la Chacarita] estábamos muchas de las personas que trabajamos con él, y terminamos todos riéndonos de sus anécdotas. Fue una persona tan vital, creativa e importante para tanta gente. Todos lo queríamos muchísimo y lo recordamos con un aplauso cuando fue el responso. Fue bueno porque nos hizo bien a todos despedirnos así, con una sonrisa. Lo sentí mucho, también.

-¿Estaban en contacto?

-Sí, por WhatsApp, porque él vivía en Uruguay. Ver a sus hijos, a Mirta, su mujer, a Lucía Uriburu, que organizaba los desfiles, y a las modelos, todo eso fue muy fuerte.

-¿La gente te sigue diciendo “¡Qué noche, Teté!” por la calle?

-Sí, me encanta, quedaré en la historia no por todo lo que hice sino por esa frase maravillosa. Y cada vez que me la dicen me acuerdo de Roberto, así que siempre lo homenajeo.