Estados Unidos es la democracia más grande y antigua del Occidente contemporáneo. El rotundo resultado que dio el triunfo a Donald Trump se proyecta globalmente.
El giro hacia el populismo que comenzó en el mundo anglosajón en 2016 con el triunfo del Brexit y el primero de Trump, se ha completado ocho años después con su reelección. Ratifica el giro ideológico que en Occidente -Europa y América Latina, además de Estados Unidos- se ha acelerado en la última década.
La primera democracia de Europa por su electorado es Alemania. Su historia y cultura son muy diferentes a la de Estados Unidos. Pero en ambos casos las sociedades se auto perciben en una mala situación económica y con insatisfacción respecto al rumbo de la política.
Alemania ya ha sufrido la crisis del sistema bipartidista democristiano-socialdemócrata que la gobernó con éxito hasta comienzos del siglo XXI. Las últimas elecciones ya demostraron que sumados los votos de ambos partidos, no llegaron a la mitad. El actual gobierno, presidido por el socialdemócrata Olaf Scholz, debilitado políticamente, optó por adelantar las elecciones, las que tendrán lugar el 23 de febrero de 2025, si su pedido de confianza no es concedido, lo que se espera así sea.
Como dijimos, en el país hay una situación de malestar creciente como en la mayor parte de Europa. La economía está estancada e incluso ha decrecido. La guerra de Ucrania afectó las importaciones de gas ruso y ello incrementó el costo de la energía. Las alteraciones que el conflicto bélico suscitó, complicaron también al mayor exportador de bienes industriales del mundo.
En el resto de Europa, el malestar frente a la inmigración se incrementa. A la corriente “tradicional” de mayoría turca hacia Alemania de las últimas décadas del siglo XX, se sumó en la segunda del XXI, la originada por la decisión del gobierno de Ángela Merkel de recibir generosamente a las víctimas de las guerras que asolaban entonces a los países árabes. Tras el impulso generoso inicial, la sociedad reaccionó negativamente. La guerra de Ucrania ha generado ahora una tercera ola, que acentúa el malestar social.
La democracia cristiana liderada por Ángela Merkel, que gobernó cuatro periodos consecutivos, fue derrotada en la última elección. Su legado, caracterizado por la debilidad para tratar con Putin y la improvisación en la apertura inmigratoria, podrá ser rescatado por la historia, pero no ahora.
Pese a ello, este partido encabeza la intención de voto en los sondeos. Su candidato para liderar el gobierno es Merz, quien encabeza el ala derecha del partido e histórico adversario de Merkel. Se trata de un exitoso ejecutivo de las finanzas que estuvo al frente del grupo BlackRock en el país.
En segundo lugar está lo que puede considerarse la expresión alemana del trumpismo, más allá de las particularidades de cada caso, que es Afirmación por Alemania. Hasta hace poco tiempo era una fuerza marginal, sin capacidad alguna de influir en el poder. Mantiene una posición crítica al respaldo a Ucrania en su guerra con Rusia.
Pero ahora no. Tiene legisladores en el parlamento nacional y en el europeo y ha tenido triunfos locales importantes, incluso a nivel estadual. Los dirigentes democristianos dicen que nunca formarán gobierno con ellos para armar una coalición de gobierno, pero no todos sus votantes piensan de la misma manera.
La socialdemocracia es la tercera fuerza, pero a distancia de las otras dos, debido al reciente desgaste en el gobierno y el desencanto frente a su líder. Los verdes han disminuido su caudal electoral. La ministra de Relaciones Exteriores del actual gobierno pertenece a esta fuerza.
El Partido Liberal, históricamente, ha sido la tercera fuerza, que ha servido para armar coaliciones de gobierno tanto con democristianos o socialdemócratas, como participar también en “grandes coaliciones” al mismo tiempo.
Es probable que la elección alemana marque un nuevo giro electoral hacia la derecha en el mundo occidental. Como conjetura, sería el caso que la suma de democristianos y Afirmación por Alemania llegaran a los dos tercios de los votos.
Esta posibilidad ha llevado a la política tradicional alemana a plantear la consigna de que lo importante es que Afirmación por Alemania no forme parte del nuevo gobierno, aunque para ello fuera necesaria una coalición de fuerzas tan heterogéneas como las dos tradicionales: los democristianos y los socialdemócratas, más liberales, los verdes y el nuevo partido de izquierda nacionalista. Podría ser posible para los dirigentes, pero no tanto para los votantes.
Pero la pregunta central es la vinculación de la próxima elección alemana con la que acaba de tener lugar en EE.UU.
El 20 de enero asumirá Trump con un programa que busca la paz entre Rusia y Ucrania y que participe más del costo de la OTAN. Quizás ya se puso en ejecución con la conversación que tuvieron Trump, Musk y Zelensky y su afirmación pública de que su país pasa a privilegiar las vidas sobre el territorio.
Todo ello será más fácil si en Alemania gobierna la derecha que si lo hacen los progresistas.