De acuerdo con las últimas estadísticas del sitio Statista de este año, la cantidad de datos digitales creados o replicados a nivel mundial se ha multiplicado por más de treinta en la última década, pasando de dos zetabytes en 2010 a 64 zetabytes el año pasado. Esta cantidad equivale a 64 trillones de fotografías de 1MB, suficientes para empapelar la superficie de la Tierra 752.941 veces. Pero se cree que esta cantidad no es nada en comparación con lo que se espera en los próximos años. Según las previsiones, el volumen de datos generados en todo el mundo superará los 180 zetabytes en 2025, lo que supone un crecimiento medio anual de casi el 40% en cinco años.
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A la hora de participar en proyectos, lanzar un producto, una campaña o trabajar en descubrir nuevas oportunidades de negocio o de mejora de un proceso, un tema clave que subestimamos es la importancia central de la veracidad, exactitud y calidad de los datos que usamos y manipulamos. Porque nos resulta tedioso, aburrido o porque subestimamos la importancia de una documentación responsable, nos transformamos en culpables, más o menos conscientes, de la falta de integridad y fiabilidad de esos datos. La documentación es una parte del trabajo que vemos como operativa y de la que no tomamos la responsabilidad que deberíamos. Esta conducta, tiene muchas consecuencias que nos afectan directamente en esta era “data driven”. Hoy, trabajar y tomar decisiones basados en los datos existentes no es optativo o una moda, sino el imperativo y la materia prima con la que se construyen y desarrollan los negocios. Estos datos, estructurados o no, están en todos lados. Desde lo que podemos aprender de una minuta completa y detallada de una reunión, hasta comprobar que las bases de datos que usamos estén actualizadas y completas; desde usar nomenclaturas que sean entendibles para cualquiera que quiera bucear esos datos en el futuro, hasta darle a ese momento de documentación responsable un espacio en nuestra agenda.
No se trata tanto de implementar tecnologías complejas, como de desarrollar una cultura orientada a los datos, que implica una decisión, responsabilidad y protagonismo de cada uno. Esto, se torna especialmente complejo en organizaciones o personas atadas a seguir haciendo las cosas “como siempre se hicieron”. El volumen de datos con el que tendremos que relacionarnos crece inmensamente año a año, y solo podemos sacarle provecho si dejamos de esperar que alguien más vele por su calidad. Puedo adivinar lo aburrido que les resulta leer sobre datos y cómo los guardamos, pero créanme: más aburrido y poco eficiente es pasar 8 o 9 horas buceando Exels y documentos tratando de entender algo que alguien no anotó bien- o días buscando un indicio para entender dónde falló un proceso, un dato certero para poder tomar una decisión confiable, precisa y rápida.