
Kate Kalutkiewicz, senior managing director de Comercio en McLarty Associates, una consultora de estrategias estadounidense, fue asesora comercial del presidente Donald Trump durante su primera administración.
En diálogo con El Cronista antes de participar en el 15° Foro Abeceb, analiza el impacto global del segundo mandato del republicano, su vínculo con Javier Milei y la relación bilateral.
-¿Cómo cambia el mundo con esta nueva administración de Trump y su enfoque global y para Argentina?
-No se puede subestimar el impacto transformador del presidente en la economía global. No se limita solo a los intereses económicos, sino también a la seguridad y la geoestrategia. Lo distingue haber tenido un período intermedio entre sus dos administraciones, algo inusual en el sistema estadounidense. Utilizó esos cuatro años para reflexionar sobre sus objetivos, y eso se nota.
Esta vez gobierna sin la presión de buscar la reelección, lo que le da libertad para concentrarse en cumplir lo prometido. Habiendo trabajado con él como asesora comercial, percibo que esta administración se mueve con más velocidad y decisión. Los objetivos son similares, pero la ejecución es más directa y centralizada. Además, Trump maneja las negociaciones de forma muy personal.
-En el caso de la Argentina, se observa una relación cercana entre Trump y Milei. ¿Cuánto influyen los vínculos personales en las decisiones políticas?
-Mucho. Para el presidente Trump las relaciones personales son clave. No es algo exclusivo de él, pero en su caso pesa más. Disfruta trabajar con quienes siente afinidad, y se nota cuando esa conexión existe.
Con la Argentina, la relación es especial. Comencé mi carrera como negociadora comercial con ese país, y he visto pasar distintos gobiernos. Trump tiene aprecio por Milei y desea que tenga éxito. Fue muy claro al respecto en la reunión en la Casa Blanca, cuando subrayó que el apoyo de Estados Unidos dependerá de que Milei se mantenga en el poder. Esa afinidad ha beneficiado el vínculo bilateral.
-Durante años se ha dicho que Estados Unidos descuidó su relación con América Latina. ¿Ve esta cercanía con Argentina como una forma de recomponer ese lazo hemisférico?
-Sí. Este reenfoque hacia América Latina es inteligente. Hay temas estratégicos en los que la administración debería centrarse. Nuestros principales socios comerciales están en el hemisferio, y fortalecer esas relaciones aporta resiliencia a la economía estadounidense.
También se busca consolidar al hemisferio occidental como contrapeso a la influencia de China. La autosuficiencia es uno de los grandes objetivos de esta gestión: producir más dentro de Estados Unidos y depender, en lo posible, de países cercanos.
Por eso se alienta a las empresas estadounidenses a trasladar su producción desde Asia hacia América. Esa tendencia comenzó en la pandemia y ahora se refuerza con metas de seguridad regional. El secretario de Estado, Marco Rubio, tiene un rol central en ese proceso, y creo que es una orientación muy positiva.
-¿Cuánto representa una amenaza la expansión de China en América Latina? ¿Es solo una cuestión de recursos o también de seguridad?
-Ambas. Trump busca fortalecer las relaciones regionales para limitar la capacidad de China de condicionar a Estados Unidos, sobre todo en el suministro de minerales críticos y tierras raras. La relación EE.UU.-China es el motor de gran parte de su política comercial. Hoy existe un equilibrio tenso: ambos países imponen restricciones sin lograr concesiones del otro.
Litio, uno de los minerales críticos que Argentina puede aportar tanto a China como a Estados Unidos
La administración Trump intenta romper ese estancamiento mediante acuerdos con socios que adopten políticas similares frente a China y desarrollen nuevas fuentes de minerales. Australia ya firmó un acuerdo clave, y es probable que se avance con Argentina, Chile y otros países por su riqueza en recursos naturales.
-En el caso de Argentina, la relación con China también incluyó asistencia financiera. Ahora Estados Unidos ofrece apoyo similar. ¿Hasta qué punto la Casa Blanca puede influir en el sector financiero para ayudar al país?
-China puede imponer decisiones a su sector privado porque no es una economía de mercado. Estados Unidos no. Sin embargo, el Tesoro y el presidente pueden respaldar medidas que den confianza.
No podemos competir en todos los ámbitos, pero la gran ventaja de Estados Unidos es su mercado. Es un socio histórico y un destino atractivo para las exportaciones. China ofrece ayuda, pero con condicionantes.
China avanzó en la región y Trump está atento a cuestiones estratégicas -como el Canal- que combinan economía y geopolítica, y es probable que busque modificar ese equilibrio.
-Usted integró la primera administración. ¿Cómo describiría el proceso de toma de decisiones del presidente? ¿Se guía por la intuición o consulta a sus asesores?
-En el primer mandato, Trump aprendía sobre las herramientas de gobierno. Venía del sector privado y dependió mucho de sus asesores. Es un presidente que consume enorme cantidad de información: ve noticias, lee, conversa con empresarios y legisladores.
En este segundo mandato las decisiones son mucho más directas. Antes las agencias elaboraban propuestas; ahora, el presidente decide y ejecuta. Cuando anuncia algo, suele cumplirlo, aunque no siempre se sepa cuándo.
Como es su último mandato, actúa con determinación. Prefiere corregir después que demorarse en decidir. Es un “decisor en jefe” y “negociador en jefe”. Esa centralización agiliza el gobierno, y pese al ritmo, mantiene una gran capacidad de trabajo.
-¿Qué perspectivas observa para la relación bilateral y para la Argentina como destino de inversión?
-Argentina siempre fue atractiva por sus recursos y su nivel de desarrollo, aunque enfrenta desafíos persistentes. En el pasado, las restricciones para repatriar ganancias generaron preocupación, pero las empresas estadounidenses siguen interesadas.
El apoyo de Estados Unidos será clave para un nuevo comienzo. Personalmente, me interesa ver si se concreta un acuerdo comercial entre ambos países.
Argentina forma parte del Mercosur, lo que limita los compromisos arancelarios, pero un entendimiento sería una señal fuerte de confianza y de inversión a largo plazo. En veinte años de trabajo con el país, nunca vi una oportunidad como la actual.
-Cuando menciona un acuerdo comercial, ¿se refiere a un tratado de libre comercio o al marco de negociación actual?
-Al marco actual. Los tratados clásicos ya no son el modelo. Hoy se impulsan acuerdos más flexibles, enfocados en inversiones, minerales críticos o sectores específicos. Las conversaciones entre Estados Unidos y Argentina están avanzadas. Aunque el Mercosur limita un tratado integral, hay margen para cooperar en temas regulatorios y técnicos.
El presidente sigue interesado en eliminar barreras no arancelarias. La relación bilateral es también estratégica: involucra seguridad y geopolítica, no solo comercio.
-¿Cree que este vínculo puede trascender a Milei y Trump?
-Es difícil saberlo. Por eso es importante institucionalizar la relación más allá de las personas. América Latina suele basarse demasiado en liderazgos individuales.
La administración de Trump busca reducir déficits comerciales, y la región no siempre es prioridad porque no genera grandes desequilibrios. Pero contar con un secretario de Estado comprometido con América Latina ayuda mucho. Este es un momento único. Sería un error desaprovecharlo. Lo importante es consolidar una relación duradera y estable entre ambos países.
