Lo ideal es respaldar el proyecto. Cuando una elección se hizo con convencimiento, lo mejor es esperar. Saber que un par de resultados no deben cambiar la idea y que la tranquilidad debe primar. Eso no suele pasar en la Argentina. Nuestro fútbol es algo totalmente distinto (para mal, claro). Y la noche en Liniers encontró a dos equipos mezclados en esa encrucijada entre lo que la razón sugiere y lo que la pasión impone. Entreverados en la encrucijada moderna de desesperación e impaciencia. Ambos sin victorias ni goles. El que quebró la racha fue Godoy Cruz, con un triunfo por 2 a 0. El que quedó atascado en su laberinto de desconciertos fue Vélez.
Curiosamente, el éxito llegó demasiado tarde para Ernesto Pedernera, el entrenador del conjunto mendocino. Su suerte ya estaba echada y hasta está designado su reemplazante, Esteban Solari, que asumirá el cargo este martes y debutará el viernes, cuando el Tomba reciba a Platense.
Para Sebastián Domínguez, los tiempos de decisiones se aceleran. Tras perder 3-0 con Independiente había dicho que no pensaba en la renuncia. Que nadie le había insinuado algo así y que quería seguir trabajando. Ahora dijo que recibió la visita de los dirigentes en el vestuario tras la derrota con Godoy Cruz y lo respaldaron. “Vine para trabajar un tiempo largo. Me gustan los procesos en los que se puedan trabajar -explicó el coach-. Tuve una reunión hoy con la comisión directiva. Vinieron todos al vestuario después del partido a decirme que si yo estaba convencido, que ellos no tenían dudas. Creen que pronto se verán los frutos”. El que ganó tuvo que irse. El que perdió, resiste.
Si algo puede decirse en defensa de Domínguez es que el equipo perdió a tres de sus activos más valiosos. Valentín Gómez, el sostén defensivo vendido a inversores privados; Claudio Aquino, el motor creativo, trasladado a Colo Colo, y Thiago Fernández, el escape desequilibrante que rompía las estructuras defensivas rivales, lesionado en las fechas finales de aquel torneo que lo vio campeón. Hace un par de meses. Casi nada.
Pero así como la exposición como el mejor del país lo llevó a elevar su cotización exponencialmente, este cambio al timón lo dejó descolgado en el aire. Fue como si alguien le jalara de un tirón la alfombra y lo dejara caer de espaldas sobre el frío piso. Las acciones bajaron de golpe. Cuando el hincha fortinero logró sentirse millonario por un rato, en una cruel maniobra fugaz el destino le robó hasta su último ahorro. El plantel es casi el mismo, pero su valor se desplomó. Y nadie logra explicarse por qué.
Y otro detalle para salvaguardar el papel del entrenador es que la suerte no lo acompaña. No le pasa ni cerca. La jugada del primer gol de Godoy Cruz en el torneo fue una desafortunada acción de pelota parada en la que Francisco Pizzini intentó un despeje con tan mal tino que ni siquiera logró impactar con la cabeza el balón. Le dio en la espalda y desorientó a su arquero Marchiori. Ni qué decir del gol que le anularon a Romero, por offside, en el primer tiempo. Y el que le negaron a Santos, también por posición adelantada, en el segundo. Ambos, por el VAR.
Después fue todo barranca abajo. Un error defensivo en un despeje en otro centro y acierto ofensivo de Facundo Altamira en el rebote: 0-2 antes de irse al descanso.
Los hinchas empezaron tibiamente a recordar aquello de que “cueste lo que cueste, hoy no se puede perder”. Pero no es una cuestión de actitud. La forma en la que Braian Romero corrió para chocar con los centrales rivales fue la misma de siempre. Pero esta vez no encontró el espacio. Bouzat se esmeró por estar presente en cada acción, pero no tuvo fluidez para conectar con sus compañeros. Elías se prodigó generoso en ataque para sumarse a cada intento de llegada al área, pero fue infructuoso. Una y otra vez.
Después, lo que casi siempre se dan en estas situaciones. Para uno fue fácil, con el marcador a favor y la calma en cada pase, en cada marca, en cada decisión. Para el otro fue todo nerviosismo. Apuro. Necesidad, obligación.
Domínguez, perdido por perdido, desnudó su vocación ofensiva… y también a su línea de contención. En el segundo tiempo mandó a Montoro, Pellegrini y Santos a la cancha. Sacó a tres hombres del medio (Bouzat, Kevin Vázquez y Pizzini). ¿El dibujo táctico? Indescifrable. Sólo un cúmulo de voluntades volcadas en pos de un gol. Pasó tanto que hay que ir a buscar las estadísticas para recordarlo. Se puede medir en el calendario: dos meses y dos días. En partidos: seis. O en minutos: 589. No marca desde el día que se consagró campeón, el 15 de diciembre de 2024. Sí, el año pasado. El gol de Damián Fernández contra Huracán. La última victoria, además.
Para colmo, después del calor insoportable de casi toda la jornada de lunes, el viento bajó la temperatura drásticamente por la noche y dejó a todos temblando del frío. Pocos estaban preparados con abrigos, no se lo esperaban. La noche empezaba a dolerle por todos lados a los sufrientes hinchas velezanos.
La postura desbocada hacia adelante le dio, al menos, algunas posibilidades de marcar. A los 20 Michael Santos se encontró de cara al arquero Petroli. Tenía tiempo y espacio para rematar. Pero estaba estupefacto. Dudó un segundo…, dos. Ya no tenía el balón cuando trató de rematar.
Más rápido estuvo Romero en una jugada similar allá por los 26; llegó a meter el zurdazo, pero Leyes se lanzó heroico sobre la pelota para desviarla al córner. Y otro remate suyo pasó pegado al palo. Luego Santos metió un cabezazo en el palo. ¿Era todo? No: Braian Romero pegó otro tiro libre en el travesaño en el último minuto. Abandonado por la fortuna y por el fútbol.
No fue la noche de Vélez. Como parece no ser el torneo para Sebastián Domínguez. Durante todo el partido la hinchada no silbo, ni insultó, ni generó algún tipo de reproche. Lo que no sabe, todavía, es si el pozo es todavía más profundo. O si todavía hay tiempo para salir. “Estoy muy agradecido a los hinchas, Llevamos una racha muy negativa y es emocionante que nos sigan apoyando. Sobre todo por lo que hicieron en el final del partido”, reconoció el técnico. La gente, por un lado, y dirigencia, por el otro, saludablemente eligieron la calma. Por ahora.